“Pasando roncha” es una expresión muy venezolana que indica que estamos sufriendo dificultades, enfrentando problemas. Y es que, desde los últimos años, los nacidos en esta tierra de Simón Bolívar, Antonio José de Sucre, José Félix Ribas, Manuel Sedeño (sic) ; de escritores como Uslar Pietri, Rómulo Gallegos, Andrés Eloy Blanco y Rafael Marrón González; de artistas plásticos como Jesús Soto, Carlos Cruz Diez, Oswaldo Vigas o Luis Bellorín, estamos confrontando numerosos afanes. Dentro del país, enfrentamos devaluación del signo monetario, carestía, escasez de alimentos, de medicinas; también una gigantesca inseguridad que ha auspiciado la impunidad, lo que se traduce en robos, asesinatos, secuestros, tráfico y consumo de drogas. Nuestros jóvenes, quienes sueñan con un mejor país, han sido masacrados, violados, robados, encarcelados. Los que decidimos y pudimos salir del país, nos encontramos, en gran mayoría, sin puestos de trabajo acordes con nuestra preparación o destrezas, laborando extenuantes y largas jornadas que superan, en no pocos casos, las ocho horas que ordenan los parámetros internacionales, viviendo en espacios pequeños, insalubres, disfrutando de pocas horas de descanso, sin poder gozar del sano esparcimiento, reuniendo los pocos “churupos” (monedas), para poder ayudar a los familiares quienes aún se encuentran en una nación secuestrada por un grupo de gánsteres, quienes convirtieron el Estado venezolano en la más poderosa mafia delincuencial que existe en Suramérica. Por eso, desde Perú, publicamos estas letras: para dar a conocer los grandes sacrificios, así como logros que realizan nuestros compatriotas; primero en Perú, uno de los países que nos ha recibido con brazos abiertos y sonrisa franca, pero con la meta de extender la narrativa desde muchas otras latitudes del planeta donde los venezolanos hemos emigrado. La diáspora del pueblo de Israel, escogido por Dios para que naciera su Santo Hijo Jesús, el Ungido, se encuentra minimizada por el mayor movimiento poblacional de los últimos años en todo el planeta. Es la mayor tragedia humana del continente americano, hasta ahora, durante lo que va de este siglo XXI. Vayas estas letras y los testimonios recogidos y aquí compartidos como oración al Altísimo para que su Eterna Misericordia nos alcance a todos y que, más temprano que tarde, podamos regresar a esa Tierra de Gracia, a la “Pequeña Venecia”, a la tierra de dónde mana leche y miel, que recibió a numerosos extranjeros que lograron edificar un abundante porvenir para ellos y sus descendientes, que ahora se ha convertido, como señaló alguna vez un escritor, en “dura madrastra para sus hijos”.
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