Foto:Pavel Glodek
A finales del siglo III a.C. Macedonia continuaba siendo un reino muy importante que dominaba el Mediterráneo Oriental. Su ejército aún era el fiel reflejo de lo que antaño fue el comandado por Alejandro Magno, quien forjó un imperio que se extendía desde Grecia y Egipto, hasta las puertas de la India. Sin embargo, los generales griegos confiaron demasiado en el poder de la falange, una técnica militar muy defensiva, basada en la protección de columnas de picas que creaban un enorme bosque de lanzas, con las que los macedonios eran capaces de avanzar quebrando las filas del enemigo, impidiendo que éste se le acercase, mientras que las filas traseras creaban otro bosque con el que impedían que las flechas enemigas hicieran estragos en sus filas.
El reino de Macedonia, tras la repentina muerte de Alejandro Magno, que murió sin descendencia, los territorios del imperio quedaron divididos entre los grandes generales. Antígono I Monóftalmos fue a quien le correspondió la zona de Macedonia, Grecia y la zona de Asia (por aquel entonces, se trataba de gran parte de la zona occidental de la península de Anatolia). y fundó la dinastía Antígona.
Los herederos de Antígono I no tuvieron la misma fuerza que su predecesor y, por lo tanto, el reino macedonio fue perdiendo su fuerza y esplendor. En la segunda mitad del siglo III a.C. la situación política interna de Macedonia fue muy débil y convulsa. Las polis griegas clamaban por su independencia y, de hecho, algunas lograron desafiar a la monarquía creando la Liga Etolia.
El rey Filipo V de Macedonia logró vencer a la Liga Etolia, lo que le convenció de que podría volver a crear un imperio como el de Alejandro Magno (el cual, también tuvo problemas con las polis griegas en el inicio de su mandato).
Por aquel entonces, Cartago y la República romana se disputaban la hegemonía del Mediterráneo Occidental en su momento más álgido, la Segunda Guerra Púnica. Filipo V, ansioso por volver hacer de Macedonia un imperio, decidió firmar una alianza con Cartago, dándole apoyo militar desde las colonias griegas localizadas en Sicilia (Siracusa y Capua) y Tarento. Esto desencadenó la ira de los romanos y el estallido de la Primera Guerra Macedónica, una guerra que no tuvo ninguna batalla directa entre los dos grandes protagonistas de la contienda, pero que despertó el conflicto entre los romanos y los macedonios.
LA PRIMERA GUERRA MACEDÓNICA (214-205 a.C.)
Filipo V aprovechó que los cartaginenses iban ganando la guerra para construir una enorme flota con la que mover a su ejército por mar y hacerse con el control de las polis que conformaron la Liga Etolia; pero los romanos, pese a que estaban perdiendo la guerra, y la amenaza de que el rey cartaginés, Aníbal, cruzara los Alpes con sus elefantes se estaba haciendo realidad. Movilizaron a su armada para que controlara los movimientos macedonios por el mar Jónico.
Los romanos supieron de los planes de Filipo V y de la situación interna de su reino, así que se aliaron con los etolios y ayudaron a otros bandos enemigos de los macedonios. Los años 210 y 209 a.C. fueron muy complicados para FilipoV, que tuvo que cubrir todos sus puntos débiles. Fue un proceso muy lento, pero Filipo V logró doblegar a los griegos. La paz se firmó a petición de las colonias griegas comerciantes neutrales, que se vieron muy dañadas por los bloqueos entre macedonios y griegos, más el papel marítimo romano.
LA SEGUNDA GUERRA MACEDÓNICA (200-196 a.C.)
En el año 200 a.C. la República romana había logrado vencer a los cartagineses, pero no había olvidado la alianza macedonia con Cartago, y estaba ansiosa por vengarse.
También por aquellas fechas, murió el faraón Ptolomeo IV, lo que generó una gran rivalidad entre los pueblos helenísticos que antaño formaron parte del imperio de Alejandro Magno. El hijo del faraón, Ptolomeo V, era un niño de 5 años, así que Filipo V y el rey del Imperio seléucida decidieron aprovecharse de esta situación e intentar conquistar Egipto; pero la rivalidad entre ambas monarquías supuso el inicio de un conflicto entre ellas.
El mar Egeo se convirtió en un extenso campo de batalla, en el que los macedonios fueron los dueños de las aguas, hasta ser derrotados por Rodas y Pérgamo, impidiéndole conquistar Caria (actualmente en Turquía). Pese a su victoria, Rodas y Pérgamo le pidieron ayuda a Roma.
Los romanos vieron el momento oportuno para iniciar la guerra contra los macedonios pero, al igual que sus enemigos, tenían pocos aliados que quisieran participar en la lucha. En los dos primeros años de la guerra apenas hubo algo de mención, la situación fue muy igualada entre ambos bandos, hasta que los romanos cambiaron de cónsul, dejando el mando de sus fuerzas a Tito Quincio Flaminio, el cual, en 198 a.C. inició una exitosa ofensiva que obligó a los macedonios a retirarse.
Los aliados griegos de Filipo V, la Liga Aquea, estuvieron tan concentrados luchando contra Esparta, que no reaccionaron a la invasión romana de sus tierras. La situación les pilló tan desprevenidos, que la mayor parte cambiaron de bando y se aliaron a Roma.
En noviembre de 198 a.C. se iban a producir las elecciones en Roma. Flaminio había tenido una campaña muy exitosa, pero no tenía del todo claro si iba a ganar las elecciones. Así que decidió intentar pactar la paz con Filipo V. El cónsul romano no quería dejar el conflicto en el aire por si perdía las elecciones, pero tampoco quería parar la guerra. Con artimañas y largas discusiones, logró alargar las negociaciones. Mientras Flaminio exigía que todos los líderes de los aliados de Macedonia estuvieran presentes en las negociaciones, Filipo V le exigió a los romanos que abandonaran Grecia, lo que generó una discusión estéril que se alargó conforme pasaban los meses.
Finalmente, Flaminio ganó las elecciones, así que continuó la guerra. En la batalla de Cinoscéfalos de junio de 197 a.C. las legiones romanas se mostraron muy superiores a las falanges macedonias. Gracias a su capacidad de maniobra y a encontrar los puntos débiles que las formaciones macedonias tenían al sortear los obstáculos del terreno, los romanos derrotaron al que, hasta entonces, había sido la infantería más poderosa del mundo.
Filipo V tuvo que firmar la paz en el valle del Tempe, obligado a abandonar sus territorios de Grecia y Tracia (actual Bulgaria), y aunque los romanos le exigieron que abandonara más tierras, Filipo V se negó a ello y logró conservarlos bajo su poder.
LA TERCERA GUERRA MACEDÓNICA (171-168 a.C.)
Filipo V murió el 179 a.C. y fue sucedido por su hijo Perseo que, al igual que su padre, tenía la ambición de volver a hacer de Macedonia un gran imperio. Sin embargo, Perseo era mucho más diplomático y táctico que su padre, y prefirió primero fortalecer a su reino casándose con Laódice, la hija del emperador seléucida. Una vez que Macedonia y el Imperio seléucida, Perseo obtuvo un ejército muy numeroso. Además, sus dotes diplomáticas y su carisma lograron que algunas polis griegas y algunas tribus de Tracias se unieran a él. Esto preocupó mucho a los romanos, que veían peligrar su dominio y su influencia en Grecia, así que se prepararon para la guerra y se limitaron a esperar a que sucediera la primera oportunidad para que estallaran las hostilidades.
El rey de Pérgamo, Eumedes II, odiaba a Macedonia y conforme Perseo lograba agrandar su influencia, Eumedes II le acusó de romper los tratados que se fijaron en la paz del valle del Tempe, y pidió ayuda a la República romana. Esa era la ocasión que andaban buscando los romanos para iniciar la guerra.
En los dos primeros años de la guerra Macedonia logró grandes victorias contra las legiones romanas, pero se produjo una pequeña pausa que fue decisiva para la guerra. Mientras los romanos investigaban y analizaban los por qués de sus derrotas, Perseo se encontró luchando solo contra Roma, parte de sus aliados temían a los romanos, otra parte comerciaba con ellos y el Imperio seléucida no tenía especial interés en meterse en una guerra contra los romanos.
Cuando en 169 a.C. el ejército romano comandado por el cónsul Quinto Marco Filipo atravesó la frontera macedonia por el Olimpo, y venció en la batalla de Pidna un año después, Perseo fue depuesto y su reino fue dividido en cuatro repúblicas dependientes de Roma.
LA CUARTA GUERRA MACEDÓNIA (150-148 a.C.)
Un aventurero griego llamado Andrisco (también conocido como Filipo VI) fingió ser el hijo de Perseo para hacerse con el trono macedonio. Entre 160 y 155 a.C. lo intentó por primera vez sin éxito, porque nadie le hizo caso. Viajó a Siria para entrevistarse con el rey seléucida Demetrio I Sóter que, a parte de ser aliado de Roma, no le creyó y o mandó encarcelar.
Andrisco, tras ser liberado y tomado por loco en Siria, en donde recibió burlas de la gente; volvió a Macedonia y allí logró que un pequeño grupo de personas le creyera. Entonces, Andrisco y sus fieles formaron una banda de bandidos y empezó a tener contactos con reyes de las tribus dacias y del norte de Macedonia, hasta que por fin hubo uno que le reconoció como rey de Macedonia, firmó una alianza y puso a su disposición a sus tropas.
A finales de 150 a.C. Andrisco inició la invasión de Macedonia, logrando una gran victoria frente a los macedonios, lo cual, hizo que algunos macedonios le tomaran en serio. Cuando la noticia llegó a Roma, el Senado tomó la decisión de enviar un destacamento para poner fin a la aventura de Andrisco. Los romanos creyeron que se trataba de un bandido que tenía una banda grande y que, como los macedonios no lograron vencerle, pues existía el riesgo de que la zona fuera un caos sin ley.
El legado Escipión Nasica fue elegido para erradicar el bandidaje por la zona. Como los romanos estaban muy confiados, apenas enviaron un destacamento de sus legiones. La mayor parte de fuerzas estaban compuestas por los pequeños y débiles ejércitos griegos. Fue un gran error, Nasica fue derrotado y los macedonios creyeron que la historia de Andrisco era verdad, así que le reconocieron como rey.
Los romanos, desconcertados, enviaron un ejército un poco más fuerte comandado por Publio Juvencio, que fue derrotado al intentar atravesar la frontera. Los macedonios creyeron que el reino estaba resurgiendo de sus cenizas, y siguieron a Andrisco hacia la conquista de Tesalia (actualmente en Grecia).
La amenaza del resurgir de Macedonia se hacía patente, en un momento muy inoportuno para los romanos, que tenían toda su atención puesta en la total erradicación de destruir a sus peores enemigos: los cartagineses. Pese a tener el grueso de sus fuerzas luchando contra Cartago en la Tercera Guerra Púnica, los romanos actuaron con total contundencia contra los macedonios.
En 148 a.C. la segunda batalla de Pidna fue el escenario de la derrota final de Macedonia, destruida y anexionada a la República romana, poniéndose fin también a la independencia helenística de Grecia.
23 de Febrero de 2019.
Año I. Día 10. Artículo 48.
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