-EDITORIAL-
En el editorial anterior, hice referencia sobre los últimos hechos realizados durante el Sínodo Amazónico que preocupan a los creyentes católicos, ya que la Iglesia Católica está amenaza con tener una deriva teológica muy preocupante. Lo que parece un acercamiento y una apertura hacia los pueblos indígenas de Suramérica que los misioneros están evangelizando, en realidad se está convirtiendo en un proceso de asimilación de una deidad completamente ajena a la fe católica.
Lea el editorial anterior:
¿Iglesia evangelizadora o Iglesia paganizadora?
La polémica del ídolo de la Pachamama surgió durante la celebración de un rito que hicieron los indígenas invitados al Sínodo que se produjo en los jardines vaticanos, en presencia del Papa Francisco y varios cardenales.
Al finalizar el ritual, una indígena le entregó al Papa un ídolo de la Pachamama diciendo que era “nuestra señora del Amazonas”. ¿Un posible intento de camuflar a la Pachamama como si fuera una imagen de la Virgen María? ¿O un título otorgado a la Pachamama? El Papa, claramente sorprendido como se puede ver en los vídeos que circulan por Internet (cuyo origen de difusión lo tuvo el medio oficial vaticano Vatican News, y ha sido borrado de todas las redes oficiales de El Vaticano), se limitó a coger la figura y a darle las gracias.
La polémica no es que se celebrara el rito pagano con la presencia del Papa y su círculo de confianza, sino en que los indígenas tuvieran derecho a hacer sus rituales y sus ofrendas, pero la Iglesia no celebrara las misas diarias durante el Sínodo “para no ofender”. Además, una capilla de la iglesia de Santa María in Traspontina fue habilitada para que los indígenas pudieran adorar a la Pachamama.
Para muchas personas esto puede ser un signo de acercamiento y hermanamiento con el prójimo, pero la realidad no es así. Para que se produzca un acercamiento y un hermanamiento es indispensable la tolerancia y el respeto mutuo. Sin respeto es imposible la tolerancia, y cuando no hay respeto ni tolerancia no hay ningún acercamiento ni ningún hermanamiento, y cualquier cesión que se haga en esas condiciones es una sumisión.
Pues eso es lo que ha pasado en El Vaticano durante las jornadas sinodales. Si la Iglesia Católica, en su propia capital y en su propio templo, ha tenido que negarse a hacer sus misas diarias “para no ofender” a los indígenas, significa que no ha habido ni respeto ni tolerancia por parte de los indígenas y, en vez de defender la libertad de culto y el respeto interreligioso, lo que ha hecho la Iglesia es conceder a los indígenas una superioridad sobre el culto católico. Por supuesto, esta concesión ha sido vendida por las autoridades eclesiales con mensajes de bonitas palabras sobre acercamiento, hermanamiento, tolerancia e hilar con hilo muy fino pasajes del Nuevo Testamento.
Si de verdad hubiera habido respeto y tolerancia, ambas religiones habrían celebrado sus ritos todos los días. El diálogo interreligioso precisamente debe consistir en que cada uno profesa su culto sin entrometerse o impedir el culto de los demás.
Días antes de que el Sínodo se clausurara, la Santa Sede anunció que para cerrar las jornadas sinodales se celebraría una misa (la única) con la Pachamama en el altar. Esto no solo hizo que creciera la polémica, sino que generó un rechazo total al que se sumaron públicamente obispos del bloque tradicionalista, como Athanasius Schneider (una extraña coincidencia que, en tiempos en que las máximas autoridades eclesiales parecen abogar por la introducción de la Pachamama a la fe católica, el obispo que ha condenado tal hecho tenga el nombre de San Atanasio de Alejandría, quien combatió con extrema fiereza a la herejía de Arrio, entre otras más que se produjeron en su tiempo).
Que en el altar de la basílica de San Pedro, Francisco quisiera oficiar una misa con la Pachamama aumentó el aluvión de quejas, produciéndose el 21 de octubre de 2019 que dos jóvenes católicos, de procedencia austríaca, grabaran en vídeo cómo se colaron en Santa María in Traspontina, agarraron los ídolos y, sin necesidad de esconderlos, salieron de El Vaticano con los ídolos de la Pachamama en brazos hasta llegar a un puente desde el que tiraron los ídolos al río.
El bloque tradicionalista lo aplaudió, de hecho, el cardenal austríaco Walter Brandmüller, uno de los firmantes de la dubia contra el Papa, felicitó a los dos jóvenes por lanzar los ídolos al río.
El sector de la Iglesia que está en un término medio que oscila entre la moderación y el progresismo, dependiendo de las ideas de cada uno, algunos apoyaron a los dos jóvenes que tiraron las estatuillas al río; pero otros creyeron que no fue un proceder correcto.
Quienes protestaron fueron precisamente los más progresistas, movilizándose una vez más las altas autoridades eclesiales, que condenaron el hecho y continuaron sosteniendo que las estatuillas no eran ídolos, pero en sus aclaraciones ponían las definiciones de lo que es un ídolo. Sin embargo, esta vez contaron con la intervención de Francisco, que reconoció, por primera vez, que los ídolos eran de la Pachamama y no de vírgenes inexistentes o símbolos de la madre tierra, como decían los obispos y los cardenales.
Mientras el Papa ofrecía una cara al mundo de acercamiento a los indígenas, pedía perdón porque tiraran los ídolos al río y, tras recuperarse las estatuillas, se hizo una procesión que atravesó la plaza de San Pedro hasta llegar al altar de la basílica. La Iglesia continuó quejándose por la polémica que generó que la Pachamama fuera mejor tratada que el propio Dios católico.
La polémica continuó extendiéndose y ha conseguido que los católicos se dividan y discutan por algo que, doctrinalmente, debiera ser imposible que hubiera discusión entre el clero y sus feligreses. Que haya un sector de la Iglesia que le abra la puerta a la posibilidad de que la Pachamama pueda ser incluida en la fe católica, manifiesta la grave crisis de formación por la que el mundo católico está atravesando.
Mientras unos se basan en siglos de tradición teológica y en los principios de su fe para negar la asimilación de la Pachamama al catolicismo, los otros solo se sostienen en base a las declaraciones cambiantes de los obispos y de Francisco.
Llama mucho la atención el preocupante cambio de sentido a citas bíblicas o a pensamientos religiosos cristianos para justificar la asimilación de la Pachamama.
La asimilación de la Pachamama por la Iglesia Católica se está haciendo mediante la idea de una ecología laica, completamente ajena a siglos de tradición cristiana que, dentro de su catecismo, tiene unos cánones dedicados al respeto a la naturaleza como obra creada por Dios. Mientras el Papa sacó de contexto el episodio de los Hechos de los Apóstoles en que San Pablo predicó en Atenas, para dar la impresión de que San Pablo logró que el Dios cristiano fuera aceptado en el panteón griego; en realidad, quien lea el pasaje bíblico entero (Hechos17:16-34), descubrirá la ira de San Pablo al ver que la sociedad ateniense estaba entregada a la idolatría.
Además de cambiar el sentido de esa cita de la Biblia, tanto Francisco como la maquinaria mediática vaticana, pusieron en marcha una campaña en la que quitaron toda la referencia religiosa de los textos sobre la naturaleza de San Francisco de Asis, quien sentía una profunda admiración hacia la “hermana madre tierra” por ser la obra de arte con la que Dios ha manifestado Su poder en la Creación; para mezclar el concepto de la Pachamama con la admiración que el santo sentía por la Creación, y ambas cosas son completamente distintas y no tienen nada que ver.
Si precisamente San Francisco de Asis dejó clara una cosa, era que la naturaleza aumentaba su espiritualidad hacia Dios. De ahí que la llamara “hermana”, ya que, al ser la naturaleza creada por Dios, y al ser los seres humanos parte de la Creación, compartimos el mismo vínculo con la naturaleza de haber sido creados por Dios.
El obispo emérito de la diócesis mexicana de San Cristóbal de las Casas en Chiapas, elaboró un texto que fue publicado el 12 de noviembre de 2019 en el periódico vaticano L'Osservatore Romano, en el que utilizó dos citas bíblicas (“Entonces el Señor Dios formó al hombre del polvo de la tierra” [Gn2:7] “Acuérdate que eres polvo y al polvo has de volver” [Gn3:19]) para decir que la Pachamama es un concepto que aparece en la Biblia.
Resulta curioso que mientras los ecologistas laicos de la rama más verde usan a la deidad prehelénica Gaia (que figuró en el panteón romano con el nombre latinizado: Gea) para darle una identidad espiritual a la naturaleza, las altas autoridades eclesiales estén usando a la Pachamama como “un concepto que representa a la naturaleza” cuando, precisamente, en la fe católica no hace falta una deidad o un concepto que personifique a la naturaleza, ya que el magisterio de la Iglesia lleva predicando, desde sus inicios, que Dios creó el mundo.
Con matices, la Pachamama y Gea podrían considerarse la misma deidad. Ambas deidades son la Madre Tierra, solo que mientras los paganos helenos y romanos creían que Gea fue una deidad creadora, las diferentes etnias andinas y amazónicas creen que la Pachamama es una deidad protectora.
Tanto para la cultura helena como para los pueblos andinos y amazónicos, ambas deidades son muy importantes en sus creencias. En la antigua Grecia, los juramentos en nombre de Gea eran considerados como algo muy sagrado. Mucho antes de que los seguidores de Apolo se apoderaran del Oráculo de Delfos, el famoso lugar al que peregrinaban los paganos de toda la Hélade (como se denominaba a la unión de los distintos pueblos griegos) compartía su consagración a Gea y a Poseidón (dios de los mares y de los terremotos).
La Pachamama, según la mitología inca heredada por diferentes pueblos indígenas suramericanos, es una deidad que está unida a la trilogía de la percepción aimara sociedad-naturaleza. La Pachamama comparte culto con Mallku, el espíritu de la montaña que, a su vez, es la deidad regia que otorga el poder a los reyes y caciques, y con la serpiente alada Amaru, la deidad del fuego y del agua, mensajero del cielo y de la tierra y encargado de fecundar la vida y de arrebatarla. Estas tres deidades están juntas y no se pueden separar.
Es cierto que tras la evangelización española, en algunos casos interrumpida y en otros casos aún está en rodaje, algunos pueblos indígenas asocian a la Pachamama con la Virgen María, cosa que las altas autoridades eclesiales pretenden apoyar y justificar en lugar de corregir, lo que supone una completa desidia hacia la fe católica por parte de quienes son partidarios de la asimilación de la Pachamama.
Para empezar, la Virgen María no es una deidad como la Pachamama, no es una diosa protectora de la fertilidad, su tarea no es hacer que la naturaleza nos dé alimentos, y ni mucho menos es parte de una trilogía de deidades. La Virgen María es la Madre de Dios y es la principal intercesora de la humanidad.
Para terminar, la Pachamama pertenece a una trilogía que no se puede separar de Mallku y Amaru, de hecho, en El Vaticano los indígenas realizaron sus ritos de la Pachamama con tres figuras grandes con formas de mujer desnuda. Sabemos que una de ellas era la Pachamama porque fue la figurilla que le entregaron al Papa y fue la que entró en procesión hasta llegar al altar de la basílica de San Pedro, pero… ¿quiénes eran los otros dos ídolos?
La intencionalidad de pretender introducir una deidad pagana a la fe católica como “un concepto” sobre la naturaleza, unida a las palabras que Francisco tuvo sobre el budismo en su visita a Tailandia, en la que equiparó a la religión católica con el budismo (es cierto que tienen un mensaje parecido, pero teológicamente son muy diferentes y no tienen nada que ver) hace que parezca que el Sumo Pontífice pretende convertir a la religión católica en un panteón como el que tuvieron los romanos, en el que adoraban a todo tipo de dioses; con el matiz de que en el panteón romano no se adoró al Dios cristiano ni al judío porque ambas religiones se negaron en rotundo a conceder que su Dios tuviera el mismo nivel de adoración que los de los paganos.
-8º Editorial-
7 de Diciembre de 2019, sábado.
Año I. Mes 8º. Día 290. Artículo 302.
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