Por Gisela Mesa..
— ¿Cómo fueron tus comienzos en la escritura?
— Me llevó la lectura. Soy curioso y, fundamentalmente, inconformista. Un día, hace muchos años, pensé que tenía que estudiar para salir de la rutina esclavista de la fábrica, entonces me metí en el profesorado de Literatura. La carrera me presentó algunos autores y, como pasa siempre, esos autores me llevaron a otros. Otra gran influencia fue la de la música. Siempre fui Redondo, de pibe me conmoví con la lírica de Solari y esta, también, me arrimó a los libros. La literatura fue ganando cada vez más espacio y un día me encontré necesitando hacer lo que hacían esos tipos que admiraba: sentarme y darle duro a las palabras para crear y recrearme el mundo. Yo diría que me fui haciendo escritor.
— ¿Cómo está ambientado tu lugar de trabajo?
— No tengo un único lugar. Trabajo en todos lados y todo el tiempo. Hay un escritorio pegado a la cama del que voy y vengo, una mesa al aire libre que uso si el clima acompaña, bares, bibliotecas. No todo el tiempo estoy haciendo literatura, pero me mantengo leyendo y escribiendo para cuando la ficción aparece.
— ¿Existe un horario propicio para ponerte a escribir o cualquier momento del día es ideal?
— No tengo tampoco una rutina. Voy y vengo a gusto de lo que leo a lo que escribo en cualquier momento del día. Si estoy haciendo ficción, puedo llegar a perderme en ese plan y entonces me cuesta concentrarme en otras cosas. El resto del tiempo, aunque no esté trabajando en ficciones, también estoy escribiendo, ya sea preparando mis clases, trabajando en cuestiones académicas o ensayando algunas ideas. También hay días en los que no toco la máquina, por supuesto. Por cierto, no son tan pocos como quisiera...
— ¿Cómo surgió la idea del libro “Imposibles de olvidar, imposibles de recordar”?
— Llevaba muchos años trabajando en esos cuentos y quería darles un cierre para pasar a otra cosa. Los nueve relatos que están incluidos en Imposibles tienen muchos años desde el primer borrador y no empecé a escribirlos con la idea de publicarlos. Algunos participaron de concursos literarios, otros, más extensos, formaban parte de proyectos que no se concretaron. Un día me decidí, tomé todo lo que tenía escrito hasta entonces, hice una selección, pulí los textos con algunas correcciones que aportaban a la idea del libro como conjunto y salí a buscar editorial. Si bien son historias independientes una de la otra, hay algunas ideas centrales que atraviesan la obra y le otorgan un sentido como totalidad. Quiero decir, el libro no es un rejunte de cuentos que nada tienen que ver entre sí, todo lo contrario, concentran temas y formas que me inquietaban entonces y de las que el libro viene a dar cuenta.
— Si tuvieras que elegir un personaje de ficción con quien poder sentarte a charlar un rato, ¿A quién elegirías?
— Elegiría a Arturo Bandini, protagonista de la tetralogía Bandini escrita por el escritor norteamericano John Fante.
— ¿Qué le dirías a la gente que no te conoce para que se acerque a tu libro?
— Le diría que se acerque a mi libro porque es una opción económica de experimentar algunas sensaciones que la vida cotidiana, tal como está contada, no ofrece u oculta. No digo que lo consiga en el ciento por ciento de los casos, nada que ver; digo que existe la posibilidad de que el lector llegue a encontrarse con historias que de alguna u otra manera lo conmuevan y lo lleven a sentirse diferente, al menos por un rato. La literatura es una experiencia de la excepción, le roba tiempo a la rutina.
A propósito de la lectura
— ¿Qué estás leyendo actualmente?
— A Fabián Casas, Daniel Guebel, Carlos Bernatek, César Aira, Alberto Giordano y Ricardo Piglia. Leo mucho y salto de una cosa a la otra. En este momento de mi formación intento hacer convivir el gusto por la literatura con mis intereses de investigación académica. No sé si me sale.
— ¿Cuáles son tus autores preferidos y que recomendarías leer?
— Son muchos. Ya hablé de Fante; tengo que nombrar también a Arlt, Symns, Dostoievsky, Grombowictz, los beatniks, Auster... Son muchos y estoy siendo injusto con todos los que evito mencionar para no extenderme. La recomendación es leer la mayor cantidad de literatura posible, dejándose llevar por el deseo y la curiosidad. Cuando uno arranca con ese plan y empieza a entender la literatura como un espacio habitable, el interés lo va llevando de un autor a otro. El asunto es no quedarse esperando. El lector, desde mi perspectiva, tiene que ser activo, constante, alerta, curioso.
Lo mejor y lo peor de ser escritor
“En el caso de que yo lo sea, diría que es un plan de vida tan válido y absurdo como cualquier otro. Tiene sus buenos momentos y sus sinsabores, como el resto de los empecinamientos con los que el ser humano se larga a buscar sentido”.