El territorio ecuatoriano fue cambiando a lo largo de los siglos. Recorrió un largo camino, como el camino del Inca. Nació en el norte del Tahuantinsuyo con Viracocha y la Pachamama. Más tarde llegó la colonización y la Real Audiencia de Quito. El pueblo, sometido y ahogado, logró dar “El primer Grito de Libertad” y Quito fue su principal testigo. Ya nada sería igual. Las luchas, las rebeliones y las batallas en el Distrito del Sur de la Gran Colombia, conducirían al pueblo hacia el fin de la dominación española, hasta que en 1830 el Chinchasuyo se convirtió en República del Ecuador. Las raíces no se secaron. Resurgieron y fueron el soporte para la construcción de una nación que aún mostraba las sombras de la desigualdad y el sometimiento del colonialismo. El latifundio cambió de dueño pero no cambiaron los concertajes. La lucha fue entre hermanos ricos contra hermanos pobres. Todavía faltaba recorrer un trecho más del camino del Inca, con sus culturas sobreviviendo y sus sueños latentes. Y entre la diversidad, los valles, los ríos, las montañas, las selvas y el mar de los sueños nacía una hermosa nación: el Ecuador.
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