Somos muchos los que cuando paseamos por el Espigón del Muelle de Salou aún podemos sentir el olor a algodón de azúcar, el sabor a salchichas de Frankfurt y el sonido de las atracciones entre el bullicio de la gente, risas y sueños de infancia de aquellas tardes mágicas de feria.
Este mes de octubre se han cumplido 20 años desde que dimos carpetazo a la tradicional feria de Salou, un icono durante cuatro décadas, un mundo mágico “a la antigua” sí pero abierto a todas las familias, para dar paso a un PortAventura, un bien común dijeron las administraciones, pero que realmente deleitan solo unos pocos.
Hoy me pregunto dónde estarán aquellos feriantes que ya nunca se reubicaron en nuestro municipio. Porque, lo que la historia nos ha revelado es que, en este pueblo, lo que se va nunca vuelve. Y, es hoy cuando me pregunto si quizás fue ese el punto de inflexión de la decadencia nuestro municipio, no lo sé con seguridad, pero lo que sí sé con certeza es que el Salou de antaño, el Salou que se decía “playa de Europa”, aquel Salou que fue la envidia del resto de España y anhelo de europeos, hoy ha quedado atrás.
Aunque en todos estos años, no solo hemos perdido la feria, nuestra feria. En el camino también hemos dicho adiós al chalet de Cala Morisca, propiedad del abogado Pedrol Rius, construido en los años 60 y que se enrocó en litigios hasta que “ruinoso” se demolió, eso sí, previo pago de 850.000€ que salieron de los bolsillos de los salouenses.
Seguro que recuerdan el edificio de la Aduana, una construcción histórica que se ordenó derribar en el pulmón de Salou y que hoy en día, y después de 15 años, sigue pendiente de proyecto, aunque con una condena al Ayuntamiento de 3’84 millones que, de nuevo, pagamos todos los vecinos de Salou a la propiedad con nuestros impuestos.
Vino después el escándalo del Chalet de Villa Enriqueta, una de las joyas arquitectónicas del Paseo Jaume I, en este caso no se derrumbó, aún hemos tenido suerte los “románticos”, pero sí que el Ayuntamiento de Salou concedió permisos para destrozar su estructura sin respetar que se trataba de un “bien protegido”. Suerte de la justicia que anuló estos permisos concedidos por nuestro flamante ayuntamiento y le obligó a “recobrar su estructura original”. Una vergüenza, sí, pero como ustedes saben lo que tampoco hay en este pueblo son responsabilidades políticas, por lo que aquí seguimos los vecinos pagando, de momento 1,5 millones de euros, pero créanme cuando les digo que aquí no se acabará todo.
Si bien, uno de los adioses más tistes fue el de la estación de tren, esto es personal y no se equivoquen, no me refiero a despedir con la mano al paso del tren, si no al cierre definitivo de la legendaria estación de tren que llevó a Salou a la “desconexión” total, dejando a un pueblo turístico sin servicio. Quizás sea por eso por lo que, hasta las playas están desapareciendo con una regresión devastadora que aprovecha la inoperanciade los dirigentes políticos para instaurarse.
No son más que unas pequeñas pinceladas de un balance escabroso de pagos millonarios por gestiones nefastas que está arrastrando a la Capital de la Costa Dorada a ser un municipio que destruye más que construye, donde los síntomas de la decadencia se acumulan en los últimos tiempos dando paso a un pueblo desgastado, con un tejido empresarial dañado y unos vecinos insatisfechos que vemos como se esfuman nuestros impuestos mientras Salou se marchita y llora por recuperar aquellas tardes de feria.
Esta web se reserva el derecho de suprimir, por cualquier razón y sin previo aviso, cualquier contenido generado en los espacios de participación en caso de que los mensajes incluyan insultos, mensajes racistas, sexistas... Tampoco se permitirán los ataques personales ni los comentarios que insistan en boicotear la labor informativa de la web, ni todos aquellos mensajes no relacionados con la noticia que se esté comentando. De no respetarse estas mínimas normas de participación este medio se verá obligado a prescindir de este foro, lamentándolo sinceramente por todos cuantos intervienen y hacen en todo momento un uso absolutamente cívico y respetuoso de la libertad de expresión.
No hay opiniones. Sé el primero en escribir.