Y es que el filósofo de 77 años, y educador hace más de 50, ha sido un eterno convencido de que desde el respeto por la diferencia y la formación de buenos ciudadanos es posible desprender una sociedad más justa, ordenada y solidaria. Su compromiso con la democracia lo acercó a la iglesia y también lo alejó de ella, lo volvió docente, representante de los maestros, líder de programas académicos y eminencia intelectual.
El primer doctor en filosofía que tuvo el país creyó, desde niño, en su vocación social. A los 11 años se unió a los jesuitas, los primeros sacerdotes que prescindieron de la sotana y se volcaron a las comunidades pobres para ayudarlas desde adentro. Los curas estudiaban a Marx, investigaban otras religiones y convivían diferentes razas y creencias. La ruptura de Hoyos con la iglesia se dio luego de viajar a Alemania donde estudió teología en la Universidad de Frankfort, bajo los preceptos del Concilio Vaticano II, y más adelante se convirtió en doctor de Filosofía de la Universidad de Colonia. A su regreso Hoyos se declaró en desacuerdo con los lineamientos de la iglesia colombiana y después de más de treinta años de servicio, renunció al sacerdocio en 1976.
Se dedicó a la docencia y se convirtió en un activo seguidor y el principal gestor latinoamericano de las teorías comunicacionales del sociólogo alemán Jürgen Habermas. Desde su discurso se planteó estrategias pedagógicas basadas en la escucha y el respeto por las opiniones libres, quizá por eso en un reciente homenaje, profesores como Nathalie Chingate, de la Universidad Javeriana, resaltaron la capacidad de Guillermo Hoyos de enseñarles a través del ejemplo la capacidad de “aprender y desaprender y de construir y deconstruir los modelos de formación”. “Su fin es caminar hacia una ciudadanía amable, incluyente y propositiva” dice Chingate.
El humanista fue decano de la Facultad de Ciencias Humanas de la Universidad Nacional, coordinador de la Comisión Nacional de Doctorados y Maestrías y del Consejo Nacional de Educación Superior, miembro del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología y también director del Instituto de Estudios Sociales y Culturales (PENSAR), fundado por la Pontificia Universidad Javeriana en 1993. Actualmente se encuentra vinculado a esta misma institución como director de su Instituto de Bioética al que llegó hace tres años.
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