LIBRO: “La doctrina del shock: El auge del capitalismo del desastre”
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LIBRO: “La doctrina del shock: El auge del capitalismo del desastre”

La lección que Jeffrey Sachs extrajo de su primera aventura internacional fue que la hiperinflación podía ser detenida en seco con la aplicación de las medidas duras y drásticas correctas. Había ido a Bolivia a dar muerte a la inflación y había salido victorioso. Caso cerrado. Jhon Williamson, uno de los economistas de tendencia derechista más influyentes en Washington y asesor clave del FMI y del Banco Mundial, observó atentamente el experimento de Sachs y apreció en Bolivia algo de mucha mayor significación aún. Él mismo describió aquel programa de terapia de choque como el momento del «big bang», un avance espectacular en la campaña destinada a extender la doctrina de la Escuela de Chicago a todo el planeta. El motivo de tal entusiasmo tenía poco de económico y mucho de táctico.

13 ene 2018


FRAGMENTO

LIBRO: “La doctrina del shock: El auge del capitalismo del desastre”

AUTORA: Naomi Klein

Año: 2007

Páginas: 211, 2012

Capítulo 8

LA CRISIS FUNCIONA: La terapia del shock como parte de un paquete

Bien, ¿qué sentido tiene arruinar mi cabeza y borrar mi memoria – que es mi capital – e incapacitarme para lo que hago? Fue un remedio brillante, pero perdimos al paciente.

ERNEST HEMINGWAY, a propósito de la terapia de electroshock a la que fue sometido, poco antes de suicidarse, 1961

La lección que Jeffrey Sachs extrajo de su primera aventura internacional fue que la hiperinflación podía ser detenida en seco con la aplicación de las medidas duras y drásticas correctas. Había ido a Bolivia a dar muerte a la inflación y había salido victorioso. Caso cerrado.

Jhon Williamson, uno de los economistas de tendencia derechista más influyentes en Washington y asesor clave del FMI y del Banco Mundial, observó atentamente el experimento de Sachs y apreció en Bolivia algo de mucha mayor significación aún. Él mismo describió aquel programa de terapia de choque como el momento del «big bang», un avance espectacular en la campaña destinada a extender la doctrina de la Escuela de Chicago a todo el planeta. El motivo de tal entusiasmo tenía poco de económico y mucho de táctico.

Posiblemente no fuera su intención, pero Sachs había demostrado de forma bastante contundente que la teoría de Friedman sobre las crisis era absolutamente correcta. La debacle hiperinflacionaria de Bolivia fue la excusa perfecta para sacar adelante un programa que, en circunstancias normales, habría sido políticamente imposible. Aquél era un país que contaba con un movimiento obrero fuerte y combativo, y una potente tradición izquierdista, sin olvidar que había sido escenario, además, del acto final del Che Guevara. Pero se le había forzado a aceptar una terapia del shock draconiana en nombre de la estabilización de su descontrolada moneda nacional.

A mediados de la década de 1980, eran ya varios los economistas que habían advertido que una crisis hiperinflacionaria auténtica simula los efectos de una guerra militar, porque esparce el temor y la confusión, crea sus propios refugiados y provoca una considerable pérdida de vidas humanas. Era más que evidente que, en Bolivia, la hiperinflación había desempeñado el mismo papel que la «guerra» de Pinochet en Chile y que la guerra de las Malvinas para Margaret Thatcher: había creado el contexto preciso para la aprobación de medidas de emergencia, un estado de excepción durante el que fue posible suspender las normas democráticas y se pudo traspasar temporalmente el poder económico al equipo de expertos reunidos en el salón de la residencia de Goni. Para los ideólogos más a ultranza de la Escuela de Chicago, como era el caso de Williamson, eso significó que la hiperinflación ya no era un problema a resolver, como Sachs creía, sino una oportunidad de oro que aprovechar.

En la década de los ochenta no escaseaban las oportunidades de ese tipo. Lo cierto es que gran parte del mundo en vías de desarrollo, pero, en especial, América Latina, estaba entrando en aquel momento en una espiral hiperinflacionaria. Dicha crisis era consecuencia de dos factores principales, cuyos orígenes hay que buscar en las instituciones financieras de Washington. El primero fue la insistencia con que éstas presionaron para que las deudas ilegítimas acumuladas por las dictaduras de esos países fueran traspasadas a sus nuevos regímenes democráticos. El segundo fue la decisión (de inspiración friedmanita) que tomó la Reserva Federal estadounidense al permitir el alza de los tipos de interés, lo cual incrementó enormemente (y de la noche a la mañana) la magnitud de esas deudas.

 

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