Empezando que un profeta era un personaje que hablaba en nombre de Dios, y era la voz mediante el cual Él se comunicaba con su pueblo, los profetas tenían dos misiones: anunciar, denunciar y mantener la fe del pueblo; se trataba de salvar a la nación de su idolatría y maldad, además, fueron hombres de fuerte personalidad y espiritualidad y gracias a esto fueron capaces de hacer cumplir la voluntad de Dios para proyectar a su pueblo a un futuro de esperanza y salvación.

Es decir, el centro mismo del mensaje de los profetas es Dios, se destaca la defensa que ellos hacen del monoteísmo (creencia en un solo Dios), Dios no hay más que uno, y ese Dios es Yahvé, por eso los profetas atacan duramente a los falsos dioses, a los ídolos, a la absolutización de cualquier cosa que no sea Dios.

Infortunadamente la predicación de los profetas generalmente no era muy bien recibida, por eso se diferenciaba los profetas falsos ya que ellos estaban rodeados de amigos, protegidos por reyes, en cambio los profetas verdaderos, los perseguían y se la pasaban solos.

Es importante resaltar que los profetas no hablan de limosna, ellos hablan de justicia y cuando hablan de justicia, hablan de aquellos que no se pueden defender, es decir, los pobres, en un sentido más general. 

Saber que ellos, los profetas, tampoco son artistas políticos ni predicadores profesionales, ya que, aunque muchas veces predijeron desgracias que efectivamente ocurrieron, ellos no eran adivinos.