Martí: Buenas tardes, don Juan Ramón. Tengo mucho gusto en saludarle y en hablar con usted. Lo primero que quiero hacer es agradecerles a usted y a su esposa que hayan tenido la amabilidad de recibirme en su acogedora casa de Riverdale. ¿Cómo se encuentra aquí, tan alejado de España?
JRJ: Yo estoy bien aquí. Desde lejos, aunque parezca paradójico, se sabe más de todo, se está más enterado de todo. Y nos comprendemos mejor, y es menos literaria nuestra poesía. Ausencia y distancia son buen estímulo para recordar.
Martí:Precisamente con esta entrevista pretendemos que se le recuerde a usted y a su obra en el homenaje que se le tributará cuando se cumpla el centenario de la publicación de Platero y yo.
JRJ: La gloria, Balzac lo dijo, es el sol de los muertos. Sólo a los muertos, y cuando el tiempo haya depurado su obra, debe rendirse homenajes como el que usted propone. Yo nada quiero. Mi alegría es conservar la honestidad de mi arte. El mejor elogio que se puede hacer de un libro es apretarlo contra el corazón; tenerlo como una flor, como una fuente, como una mujer; para ayudar al cuerpo a subir la montaña. Los libros son solo para dar sueños a la vida.
Martí:Usted es reconocido en todo el mundo como un gran poeta. Sin embargo, Platero y yo, uno de sus libros más celebrados, está escrito en prosa.
JRJ:Yo creo que no hay prosa ni verso; lo mismo puede ser verso la prosa, que la prosa verso. En cualquier prosa hay rima, consonante y asonante, ritmo, medida, sólo que todo está mezclado y en cualquier verso está también la prosa. No hay más que escribirlo en forma de prosa y ya está.
Martí:También llama la atención que un escritor tan profundo como usted, a veces difícil de entender en toda su dimensión, escribiera esta obra tan leída y querida por los niños.
JRJ:Yo nunca he escrito ni escribiré nada para niños, porque creo que el niño puede leer los libros que lee el hombre, con determinadas excepciones que a todos se le ocurren. También habrá excepciones para hombres y para mujeres, etc.
Martí: Platero y yo se desarrolla en los paisajes de su infancia. ¿Qué nos puede decir sobre esos años?
JRJ:Nací en Moguer la noche de Navidad de 1881. La blanca maravilla de mi pueblo guardó mi infancia en una casa vieja, de grandes salones y verdes patios. De estos dulces años recuerdo bien que jugaba muy poco y que era gran amigo de la soledad: las solemnidades, las visitas, las iglesias me daban miedo. Mi mayor placer era hacer campitos y pasearme en el jardín, por las tardes, cuando volvía de la escuela y el cielo estaba rosa.
Martí:¿Cómo era usted de pequeño?
JRJ:Mi madre solía decirme que, de niño chico, yo estaba siempre riéndome; que tenía una risa alegre, luminosa, agradable, que se pegaba. Y que no comprendía cómo luego me volví tan serio. Desde que yo me acuerdo, me miro pensativo, serio y melancólico. Arranques de mal jenio siempre los tuve, pero fui aprendiendo, por mí mismo, en mi soledad, a reaccionar, y poco a poco fui dejando de ser capaz de dejar a nadie injustamente, en lugar desfavorable.
Martí: ¿Cuándo empezó a escribir?
JRJ: No me interesé mucho en la carrera de leyes que mis padres elijieron para mí y abandoné pronto la Universidad de Sevilla donde empecé a estudiarla. A mí me gustaba más pintar, tocar el piano y escribir, y mis padres y toda mi familia, con una comprensión y una largueza que nunca agradeceré bastante, decidieron que yo lo hiciera todo a mi gusto. De modo que yo fui escritor aceptado por mi familia desde los 14 años. Yo escribía, escribía como un loco verso y prosa. Y además, los publicaba. Ningún periódico o revista de la época me negó sitio y en muchas tuve hasta pago. Y leía, leía atropelladamente cuanto caía en mi mano.
Martí:Aunque aún no utiliza su peculiar ortografía en Platero y yo, ¿por qué a partir de un determinado momento decide escribir con “j” y “s” en vez de “g” y “x”?
JRJ:En mi segunda casa grande de Moguer había un hermoso Diccionario de Autoridades de la Academia Española, en dos tomos, que era un tesoro para mí. Desde niño me acostumbré a leer con “j” y “s”. A mí me parecía aquello tan natural, aquella ortografía se acomodaba tan bien a la prosodia moguereña, que no vacilé en aceptarla como buena. Al principio no la usaba en mis libros porque no tenía autoridad para imponerla en las imprentas.
Martí:Bueno Juan Ramón por darnos explicaciones de tu maravillosa vida, espero volvernos pronto.
JRJ:Adiós muy buenas.
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