Escuelilla de vida día 18/02/19
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Escuelilla de vida día 18/02/19

Bogad mar adentro

Vicente Esplugues, misionero de Verbum Dei | 19 feb 2019

BOGAD MAR ADENTRO

Introducción. A todos nos gustaría que las circunstancias que rodean nuestras vidas estuvieran calmadas y controladas. Creo que uno de los ídolos más reales que tenemos en nuestra sociedad es la búsqueda de seguridad. Nos esforzamos en tener controladas todas las facetas de nuestra vida: lo laboral, lo afectivo, la salud, la economía. No nos gusta nada vivir a la intemperie, las sorpresas y lo imprevisto nos agobian. Pretendemos proyectar las agendas, tener aseguradoras, puertas antirrobo, medidas de seguridad en la vivienda, antivirus informáticos y seguros de coche, de casa, de salud privada. Blindar nuestras vidas para que nada ni nadie nos pueda sorprender. Hay épocas de nuestra vida que nos parece que la conseguimos. Pero lo cierto es que nuestra capacidad de comprender las circunstancias es muy relativa, nuestras ilusiones se desvanecen cuando un imprevisto golpea nuestra realidad. Porque la vida es impredecible e incierta. Una llamada de teléfono es capaz de destruir toda la paz que sentíamos construida. Una avería inoportuna en el coche, un cambio de dirección en la empresa. Hay demasiadas variables en nuestra vida para tenerlas todas controladas. Es necesario aprender a vivir activando la confianza y saber que además de mi voluntad y de mis fuerzas, cuanto con las de Dios, que nos ayuda a afrontar los imprevistos, las tribulaciones, los agobios y los fracasos.

Lo que Dios nos dice. “Cuando subía a la barca le siguieron los discípulos. De pronto se levantó tal tempestad en el lago que las olas cubrían la embarcación, mientras tanto, él dormía. Los discípulos se acercaron y lo despertaron diciendo: ¡Señor, sálvanos, que nos hundimos! Él les dijo: ¡Qué cobardes y hombres de poca fe sois! Se levantó, increpó a los vientos y al lago, y sobrevino una gran calma. Los hombres decían asombrados: ¿Quién es éste, que hasta los vientos y el lago le obedecen?” Mt 8,23-27.

Aprender a vivir las tormentas inesperadas es un signo de madurez, cuando somos capaces de vivirlas con el que tiene poder para calmarlas. Lo que nos asusta es lo mismo que asusta a los niños: el vernos desvalidos para poder afrontar lo que vivimos como amenaza. Y de la misma forma que el niño levanta la mirada buscando la presencia de sus papas, que le abracen, que le socorran, lo mismo podemos levantar nuestra mirada y súplica al Dios del amor que nos da claves de confianza para afrontar los temores. Las épocas que vienen llenas de calma hay que agradecerlas, pero no instalarse en ellas. Porque la tormenta puede aparecer en cualquier momento.

“Hijo mío, cuando te acerques a servir al Señor, prepárate para la prueba; mantén el corazón firme, sé valiente, no te asustes cuando te sobrevenga una desgracia; pégate a él, no lo sueltes, y al final serás enaltecido. Acepta cuanto te sobrevenga, aguanta enfermedad y pobreza, porque el oro se acrisola en el fuego, y los elegidos, en el horno de la pobreza. Confía en el Señor, que él te ayudará; espera en él, y te allanará el camino. Los que respetáis al Señor, esperad en su misericordia, y no os apartéis para no caer”. Eclo 2,1-7.

Hay que instalar nuestra vida en una relación estrecha de confianza en el Buen Dios; no hemos vivido una prueba que supere nuestra capacidad, junto a la prueba nos regala el Señor, las personas y las fuerzas para poderlas superar. Lo que nos enseña la tormenta es que verdaderamente somos pobres e inconsistentes para afrontar las dificultades. Pero en el centro de la fragilidad es cuando con más claridad emerge la misericordia de nuestro Dios. La conciencia de ser limitados no tiene porque convertirse en motivo de tristeza, sino al contrario, es lo que nos prepara para abrir toda nuestra vida a la ayuda que los demás nos pueden prestar. La fragilidad y el límite activan la compasión y la empatía.

“Pero lo que para mí era ganancia lo consideré, por el Mesías, pérdida. Más aún, todo lo considero pérdida comparado con el superior conocimiento del Mesías Jesús, mi Señor; por el cual doy todo por perdido y lo considero basura con tal de ganarme al Mesías y estar unido a él. No contando con una justicia mía basada en la ley, sino en la fe en el Mesías, la justicia que Dios concede al que cree.” Flp 3,7-9.

La seguridad y la falta de problemas lo consideramos en una época de nuestra vida una gran ganancia. Gastamos fortunas y energías para sentir esa falta de peligro en nuestras vidas. Pero cuando experimentamos lo que significa de verdad confiar en nuestro Dios, vivir el abandono en la providencia, ya nada nos puede separar de la experiencia de libertad que nos genera la cercanía de nuestro Dios. Sabernos acompañados les da a nuestras jornadas alegría y valor para afrontar el afán diario.

“Por eso os digo que no andéis angustiados por la comida y la bebida para conservar la vida o por el vestido para cubrir el cuerpo. ¿No vale más la vida que el alimento?, ¿el cuerpo más que el vestido? Fijaos en las aves del cielo: no siembran ni cosechan ni recogen en graneros, y sin embargo, vuestro Padre del cielo las alimenta. ¿No valéis vosotros más que ellas? ¿Quién de vosotros puede, por mucho que se inquiete, prolongar un poco su vida? ¿Por qué os angustiáis por el vestido? Mirad cómo crecen los lirios silvestres, sin trabajar ni hilar. Os aseguro que ni Salomón, con todo su fasto, se vistió como uno de ellos. Pues si a la hierba del campo, que hoy crece y mañana la echan al horno, Dios la viste así, ¿no os vestirá mejor a vosotros, hombres de poca fe? En conclusión, no os angustiéis pensando: ¿qué comeremos?, ¿qué beberemos?, ¿con qué nos vestiremos? Todo eso buscan ansiosamente los paganos. Pero vuestro Padre del cielo sabe que tenéis necesidad de todo aquello. Buscad, ante todo el reinado de Dios y su justicia, y lo demás os lo darán por añadidura. Así pues, no os preocupéis del mañana, que el mañana se ocupará de sí.” Mt 6,25-34.

Cómo podemos vivirlo. Lo que antes era ambición ahora provoca desidia y desinterés, lo importante es en quien tenemos puesta nuestra confianza. Maldito el hombre que se apoya en otro hombre y hace de la carne su apoyo, será como una vida en el desierto, pero eso también pasa en quien confiar en sí mismo, en su opinión, en sus certezas. Ojalá descubramos que la libertad que nos regalas el Señor es vivir apoyando toda nuestra existencia en la roca firme de su misericordia. Bogar mar adentro, y volver a echar las redes y ver como el fruto no es el que conseguimos con nuestros esfuerzos, sino el que se apoya en las fuerzas y en los regalos que Dios diariamente nos hace.

 

 

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