El futuro está aquí. Así es como las mentes del mañana ya están siendo incubadas bajo un paradigma completamente diferente.
Antes de la revolución digital, la enseñanza se basaba en el uso del lápiz, el papel y decenas de libros repletos de información, opacos en forma y, sobre todo, estáticos en contenido. Unos elementos que fijaban un camino muy definido para los alumnos.
A lo largo del siglo XXI, con la expansión de la revolución digital a todos los ámbitos de la vida cotidiana, la educación está sufriendo una progresiva transformación. Un proceso en el que se abandona el papel y el lápiz en favor de la pantalla táctil, el stylusy el teclado; y con ello, la estática metodología tradicional cede paso al dinamismo, la creatividad y la modularidad.
En este reportaje analizamos la gran influencia que la revolución tecnológica está teniendo en las escuelas, donde las necesidades de los alumnos son cubiertas con una mayor eficacia, los conocimientos son impartidos de una forma más dinámica y, sobre todo, donde las mentes del mañana ya están siendo incubadas bajo un paradigma completamente diferente.
La educación y la transmisión de conocimientos ha sido una de las premisas básicas de la sociedad desde hace más de 2.000 años. Basándose en modelos muy arcaicos —pero válidos para las necesidades de la época—, los egipcios, los griegos y los romanos ya contaban con sistemas de transmisión de conocimientos y, por consiguiente, de educación.
En aquella época se distinguían dos grandes grupos: las enseñanzas teóricas y las enseñanzas prácticas. Las prácticas eran las más comunes: los maestros artesanos enseñaban las labores y los oficios a sus descendientes y aprendices, los cuales acabarían mejorando las técnicas de forma progresiva en el tiempo. Las teóricas eran las menos comunes, pero las más próximas al modelo actual: grandes personalidades como Sócrates, Pitágoras o Platón dedicaban gran parte de su tiempo a la investigación, la reflexión y la enseñanza de sus conocimientos a grupos selectos del pueblo, asegurando así que su legado permanecería inmóvil con el progreso histórico de la sociedad humana.
Siglos más tarde, los métodos educativos ya habían avanzado a un nivel superior. Se fundaron las primeras universidades en zonas como Marruecos, Inglaterra, Italia o España, epicentros de movimientos socioculturales de la época. Hacían un gran énfasis en temáticas como el arte, la ciencia o la historia, áreas fundamentales para el progreso de la época. Poco a poco, el sistema educativo comenzaba a tomar forma.
No obstante, la educación estandarizada, básica y universal como la conocemos hoy en día no comenzó a hacerse realidad hasta el siglo XIX. Los diferentes movimientos éticos y sociales ocurridos durante los siglos anteriores impulsaban al ser humano a abrir la puerta del conocimiento para progresar —la llegada de la clase burguesa y sus ideales progresistas jugó un papel fundamental aquí—. En España, reinas como Isabel II impulsaron la desaparición del analfabetismo entre la población mediante leyes como la Ley Moyano, la cual se consolidaría como una de las más importantes en el ámbito educativo español.
El sistema educativo actual es el resultado de varios siglos de transición progresiva y exponencial. En la actualidad es necesario un cambio en las metodologías y en los contenidos impartidos para poder afrontar con garantías el complejo y diverso futuro que nos aguarda.
Con el paso de los años, las leyes educativas continuarían sufriendo reformas y adaptaciones acordes a los cambios de la época. Unas modificaciones que también trajeron consigo un cambio en la metodología que nos lleva hasta la situación actual.
Antes de entrar en detalle y en conocer cómo la tecnología está alterando y alterará las escuelas del futuro, es necesario comprender y analizar la metodología empleada por el profesor en la actualidad. Esta se resume en dos puntos principales:
Enseñanza. Los conocimientos son impartidos en clase mediante la transmisión oral de conocimientos, el uso de libros de texto y, en determinadas ocasiones, de Internet. Se muestran los conocimientos al alumno, se explican más detalladamente los aspectos conflictivos del temario y se fijan una serie de ejercicios y trabajos para tratar de afianzar esos conocimientos en la mente del alumno.
Evaluación. En la mayoría de casos, la adquisición de los conocimientos es verificada mediante tests periódicos en los que el alumno se enfrenta a diferentes cuestiones teóricas y prácticas asociadas a la materia. Tras ello, se asigna una calificación (generalmente entre 0 y 10) que refleja el nivel de conocimiento que el alumno tiene de la materia.
Esta metodología clásica, aunque ha resultado efectiva en muchos casos, refleja numerosas carencias que llevan al alumno a la desmotivación, el desinterés y, sobre todo, a una adquisición de conocimientos muy superficial. Unas carencias que, con la llegada de la tecnología a las escuelas y, sobre todo, con la transformación digital que está sufriendo la sociedad, están acentuándose más que nunca.
Cuando se concibe la inclusión e integración de la tecnología en las escuelas, se hace, con frecuencia, de una forma muy superficial. La gran mayoría de las instituciones académicas españolas, de los docentes y, por supuesto, de los alumnos, asumen que la integración de la tecnología en las escuelas consiste únicamente en reemplazar elementos como el lápiz o el papel por herramientas más avanzadas como la tablet, la pizarra electrónica y las plataformas virtuales.
Pero eso es únicamente la cúspide del iceberg. La llegada de estas nuevas herramientas a las escuelas debe ser acompañada imperiosamente por un cambio en el plano metodológico. Y es que el mundo en el que actualmente vivimos y, sobre todo, el inminente futuro que nos aguarda, plantea retos completamente diferentes a los que nos hemos enfrentado en el pasado. El paradigma está en plena metamorfosis, y la educación debe acompañarla.
En un mundo cada vez más conectado, el desarrollo de aptitudes como la memoria comienza a perder valor. Los docentes deben fomentar otras aptitudes como la flexibilidad, el trabajo en equipo, la comprensión o la creatividad. Todas ellas tendrán un mayor valor en el futuro que nos aguarda.
Un ejemplo de esta requerida metamorfosis lo podemos observar en asignaturas como Historia. La metodología tradicional se basa en la memorización masiva de conceptos, sucesos y fechas que, semanas más tarde, se deben exponer en un examen escrito u oral. Días más tarde, el trabajo realizado por el alumno obtiene una calificación concreta que certifica la correcta adquisición de los conocimientos asociados a la asignatura.
El problema de esta metodología es que la comprensión y el asentamiento de dichos conocimientos queda por completo en segundo plano. El objetivo del alumno es superar la prueba establecida por el profesor, y los docentes, en la mayoría de los casos, contribuyen con sus metodologías a ese objetivo común. No importa que el alumno olvide días más tarde lo estudiado. Tampoco importa que el alumno no extraiga nada de valor de dichas enseñanzas —más allá de fechas, nombres y sucesos concretos—. Lo único que importa es que el alumno alcance la calificación deseada, y eso se traduce en un conocimiento vacío y de escasa utilidad.
Este complejo problema se agrava aún más si observamos la facilidad con la que podemos consultar información en internet. En 2016, basta con tener un reloj inteligente o un smartphone cerca para consultar cualquier suceso en cuestión de segundos. En el futuro, será aún más radical: nuestro propio cuerpo vivirá conectado a Internet, y toda la información existente en la red estará a nuestra disposición en cuestión de milésimas de segundos. Memorizar, en ese momento, carecerá de sentido. Lo importante será comprender, analizar y asentar los conocimientos de una forma más profunda y reflexiva, de una forma que realmente enriquezca al alumno y contribuya a su futuro como profesional y como parte de la sociedad.
Esta metodología clásica, asimismo, fomenta la desmotivación del alumno y, por consiguiente, los malos resultados académicos. En España, compañías como BQ, Lenovo y Microsoft han podido comprobar cómo, mediante el empleo de metodologías más innovadoras —las cuales detallaremos posteriormente—, el alumnado aumentaba el interés por las asignaturas y, sobre todo, los resultados académicos. De hecho, apreciaron casos particulares en los que alumnos con dificultades y malos resultados invertían por completo su papel en el aula gracias a estas metodologías más inclusivas, participativas e innovadoras. Un completo éxito.
La llegada de los primeros productos tecnológicos a las escuelas data, aproximadamente, de la segunda mitad del siglo XX. Las principales universidades estadounidenses comenzaron a ofrecer en sus aulas —y de forma muy provisional— ordenadores como el Apple I, dando así breves tomas de contacto a sus estudiantes. Unas tomas de contacto que, obviamente, eran más frecuentes en instituciones dedicadas a la enseñanza tecnológica como el M.I.T.
No obstante, no fue hasta la década de los noventa cuando la tecnología comenzó a tomar una mayor relevancia en las escuelas. El progresivo abaratamiento de los ordenadores, la llegada de nuevos formatos multimedia como Microsoft PowerPoint y la expansión de Internet como un método de comunicación universal abrieron por completo las puertas a la tecnología en las escuelas.
La tecnología ha estado presente en las instituciones académicas casi desde sus comienzos. No obstante, no fue hasta la década de los 90 y principios del siglo XXI cuando comenzó a incorporarse de una forma más consistente y homogénea.
Ante esta vorágine, en 2009 comenzaron programas como “Escuela 2.0”, impulsado por el gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero en España. Este programa sitúo un ordenador portátil en las manos de más 600.000 alumnos, conllevando un desembolso de unos 600 millones de euros por parte de las instituciones oficiales. No obstante, la propuesta iniciada por el gobierno del Partido Socialista Obrero Español acabó fracasando. Las razones fueron diversas, pero destacan tres:
Falta de formación y aprovechamiento. La llegada de la tecnología a las escuelas debe estar acompañada de forma imperiosa por la formación del profesorado y, sobre todo, por el uso responsable por parte de los propios alumnos. Con el programa “Escuela 2.0” impulsado por el gobierno, este tipo de formación era mínima o nula, provocando un uso inadecuado de las herramientas y, por consiguiente, unos resultados muy deficientes.
La difícil situación económica. El programa de José Luís Rodríguez Zapatero tomó impulso justo durante los primeros años de la crisis económica. Continuó durante varios años, hasta que la llegada de los recortes económicos forzó al gobierno centrar a redistribuir los ingresos y eliminar la financiación de este tipo de equipos.
La existencia de retos educativos más tangibles y urgentes. Tal y como varios expertos señalaron en su momento, en aquel entonces era necesario priorizar necesidades —considerando los reducidos recursos económicos que quedaban disponibles tras los primeros recortes—, y entre esas necesidades prioritarias se encontraba la lucha contra el abandono escolar y la baja empleabilidad de los jóvenes españoles.
En la actualidad, las compañías tecnológicas y las instituciones académicas continúan impulsando esta carrera tecnológica dentro del aula. Hablamos de empresas como Microsoft, Lenovo, Samsung, Apple o Google; y de instituciones como el Ministerio de Educación, Consejerías de Educación, universidades como la Europea de Madrid, etc.
El gigante tecnológico Microsoft, por ejemplo, centra gran parte de sus esfuerzos educativos en el desarrollo de software y servicios que se adapten a las necesidades específicas del aula. La compañía estadounidense hace un gran énfasis en la integración de servicios como Office, OneDrive o Skype —todos basados en la nube—, los cuales permiten al alumnado y al profesorado impartir y recibir los contenidos de una forma más versátil y acorde a los tiempos actuales.
La compañía de Redmond también está experimentando durante los últimos meses con la inclusión de videojuegos como Minecraft en el ámbito educativo. La idea es fomentar la creatividad de los alumnos, la exploración y, sobre todo, el desarrollo de contenidos tradicionales de formas más innovadoras, atractivas y cercanas para el alumno. Los resultados han sido muy satisfactorios, logrando una gran motivación e interés por parte de los alumnos.
Microsoft también está haciendo grandes esfuerzos con Hololens, las gafas de realidad virtual que la compañía estadounidense introdujo en BUILD 2015. Las aplicaciones educativas de este producto son ilimitadas, y Microsoft cree que podría llegar a convertirse en uno de los pilares de la educación del mañana.
La realidad virtual y aumentada tiene un gran potencial en el entorno educativo, pero continúa siendo una propuesta futurista y con mucho camino por recorrer.
Por su parte, Samsung también está haciendo algunas incursiones con la realidad virtual —mediante las Samsung Gear VR— en el ámbito educativo. La compañía asiática trabaja junto a varios desarrolladores en la creación de entornos VR orientados a la educación, como visitas virtuales a lugares históricos, atlas anatómicos, etc. Actualmente se trata de proyectos aislados, a bajo nivel y muy experimentales, pero los representantes de la compañía con los que Hipertextual ha podido contactar no dudan del gran valor en el entorno educativo.
Paralelamente a sus desarrollos con realidad virtual, la compañía surcoreana promueve s
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