Cuando se habla de 'bullying' (o matoneo) generalmente se centra en dos actores: el agresor y la víctima, pero casi nunca se fija la mirada sobre el testigo. El 'bullying', recordemos, es un acto con intención agresiva que ocurre de manera repetida y las personas involucradas están en un desequilibrio de poder
Los especialistas apuntan a que esa tendencia se presenta mayoritariamente en un entorno escolar que termina afectando el entorno familiar y social.
Para eliminar este flagelo, el testigo juega un papel determinante. Y de su reacción depende el que no acabe convertido en cómplice, como habitualmente sucede. José Guillermo Martínez, experto en pedagogía y legislación de infancia, insiste en que los espectadores de las situaciones de acoso deben tener conciencia de la responsabilidad compartida.
"Esto no es otra cosa que entender que todos somos corresponsables del ambiente que se construye en el colegio y en los demás espacios en donde se dan las interacciones sociales. Esta actitud se sustenta en habilidades como la empatía y las conductas prosociales, que son las que nos permiten sacar lo mejor de cada uno, ser solidarios con los agredidos, intervenir a favor de ellos y poner límites", expone Martínez.
Esto no es otra cosa que entender que todos somos corresponsables del ambiente que se construye en el colegio y en los demás espacios en donde se dan las interacciones sociales
Para el especialista, el diálogo con una persona mayor es clave. "Hablar con los adultos que están al cuidado de los estudiantes para informarlos de lo que se está percibiendo es importante. El objetivo es que los padres den orientaciones para encontrar estrategias que controlen la situación", agrega Martínez.
La denuncia, por supuesto, es la herramienta más eficaz para eliminar los casos de matoneo. Sin embargo, no es un proceso fácil. "No es sencillo de manejar porque nadie quiere aparecer como el sapo del grupo y porque generalmente los estudiantes tienden a ser solidarios entre ellos. Una de las tareas de los adultos es formarlos en que siempre que esté en riesgo la integridad física o emocional de alguien, quien conozca lo que está sucediendo debe hacer lo que esté a su alcance para parar estos episodios", dice Martínez.
En una posición similar se encuentra José Fernando Mejía, director de Aulas en Paz en Red PaPaz, pues afirma que la idea de ser sapo puede cambiar desde la educación, fortaleciendo habilidades como la asertividad.
"En el programa Aulas en Paz, por ejemplo, desarrollamos en los niños pequeños habilidades de intervención asertiva grupal. Tenemos un personaje llamado Coro el loro, que les enseña a actuar grupalmente diciendo entre varios: "Basta" o "no más" cuando hay compañeros agrediéndose. Hemos visto que es muy efectivo y cambia la forma en que vemos las peleas de otros, pasando de considerarlas divertidas a pensar que es algo que no está bien para nadie", cuenta Mejía.
Las competencias emocionales son muy importantes para actuar como tercero. "Si no tenemos la empatía necesaria para conectarnos con el sufrimiento o el malestar de otros, no vamos a hacer nada para tratar de aliviarlo", indica el director de Aulas en Paz.
La institución educativa debe ser creativa en la construcción de canales de comunicación que favorezcan denunciar
Néstor Sánchez, profesor investigador de la Fundación Centro Internacional de Educación y Desarrollo Humano (Cinde), cree, por su parte, que las denuncias generalmente no se hacen por intimidación de grupo.
"La víctima se encuentra maniatada por dos partes: por un lado, por quienes lo presionan e intimidan y, por otro, porque se supone que debe contar y teme ser víctima de agresiones más fuertes”, dice. Sánchez considera que es necesario dejar de asignarle la responsabilidad solo a la víctima. "La institución educativa debe ser creativa en la construcción de canales de comunicación que favorezcan denunciar
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