El griego llegó a Grecia de mano de unos inmigrantes indoeuropeos procedentes de las estepas de Asia, y para el año 2000 a.C. florecía en el norte de Grecia un griego común: un dialecto dentro del indo-griego que no representaba una unidad absoluta y que contenía arcaísmos propios e innovaciones y elecciones que lo conectaban, en diversos momentos, con otros dialectos indoeuropeos. Tenía dentro de sí varias líneas de fractura. Pero poseía, también, innovaciones propias, exclusivas que lo hacían una lengua unitaria. Era la época del florecimiento de los reinos micénicos que se expandieron por diversos puntos en torno al mar Mediterráneo por medio de sus actividades comerciales.
Los testimonios más antiguos de la lengua griega que usaban en esos años los encontramos en las tablillas micénicas (siglos XV a XII a.C.), redactadas en el silabario denominado Lineal B. Se trata de tablillas de arcilla cocidas fortuitamente en los incendios de los palacios de Cnoso, Pilo, etc., que nos han conservado las primeras palabras y frases escritas de la lengua griega. Son sólo unos escuetos documentos de los inventarios o archivos palaciegos de la civilización minoico-micénica, pero de gran interés para el lingüista y el historiador del mundo antiguo.
En torno al año 1200 a.C. se dio en Grecia una serie de conflictos bélicos a manos de invasores que venían del norte. Se quemaron los palacios, se perdió esa escritura silabaria que se había usado para la administración, y durante al menos 400 años no tenemos registro alguno de ningún tipo. Uno de los pueblos invasores fue el de los dorios, que vino desde el norte por la parte continental de Grecia y se instaló en la región del Peloponeso. Fue a partir de la invasión doria cuando el griego comenzó a fragmentarse en dialectos que, si bien eran mutuamente inteligibles, se distinguían claramente. Esta fragmentación tienen su base en la geografía y la historia de los diversos pueblos de la Grecia antigua. Fundamentalmente se distinguen cuatro grandes grupos dialectales: el jónico-ático, el eolio, el arcadio-chipriota, y el dorio en un sentido amplio (que comprende también al llamado griego del Noroeste junto al dorio propiamente dicho).
El siguiente evento de importancia en la historia del griego fue sin duda la adopción del alfabeto en el siglo VIII a.C. Hacía cuatro siglos que no quedaba ningún registro, pero en algún momento del octavo siglo los griegos tomaron y adaptaron el alfabeto de los fenicios, que les resultó una forma mucho más adecuada de escribir el griego que el ya olvidado silabario Lineal B. Este momento resulta clave, puesto que a partir de entonces se empezará a registrar el griego en todos los ámbitos de su uso (públicos y privados) y se expandirá por toda la región del Mediterráneo y del Egeo. Desde ese momento, coincidente con la composición de los grandes poemas homéricos y con el inicio de una tradición literaria que será inagotable, no habrá fuerza capaz de detener la historia de esta lengua fascinante.
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