La filosofía es un conocimiento importante incluso aunque nos decidamos por otras carreras o profesiones, ya que nos ayuda “a discernir qué metas queremos perseguir con los conocimientos técnicos -apunta Cortina-. Sin ese saber fecundo las técnicas pueden emplearse para sanar o para matar, para destrozar países y personas o para erradicar la pobreza y reducir las desigualdades”. Es decir, nos invita a una “reflexión profunda sobre las metas, las actitudes y las convicciones que necesita una sociedad flexible”.
Como recuerda Garcés, la filosofía no tiene un objeto de estudio propio, por lo que puede "abrir distancia entre lo que sabemos y lo que no sabemos". Los filósofos se cuestionan lo que damos por hecho, buscando inconsistencias. Por este motivo, esta autora opina que la filosofía es una asignatura fundamental en institutos e incluso en educación básica, ya que es "un lenguaje fundamental" para aprender a pensar de forma crítica. No se puede hablar de una formación completa sin contar con esta herramienta básica. "La filosofía no es útil o inútil -concluye Garcés-. Es necesaria”.
La filosofía no se encarga de preguntas sin respuesta, sino que, como nos dice Cortina, se ocupa de “las preguntas que nos constituyen como seres humanos. Si dejáramos de planteárnoslas, perderíamos nuestra humanidad”. Cortina además apunta que sí hay progreso y que ha dado "una gran cantidad de respuestas que conviene conocer porque sirven realmente para vivir mejor”.
A nivel individual, enseña a pensar y reflexionar por uno mismo, permitiendo desarrollar un criterio propio y sano, que no se basa en ser original, sino en vivir las cosas porque uno las entiende. Eso despierta el discernimiento, que es la capacidad de separar lo esencial de lo que no lo es, lo válido de lo no válido.
Otra de sus ventajas es que nos enseña a conocernos a nosotros mismos y a ubicarnos en la vida. Por eso en el frontis del templo de Delfos en Grecia se leía: «Hombre, conócete a ti mismo y conocerás el universo». La filosofía nos enseña a conocernos, a descubrir cuál es la naturaleza del ser humano y el fin de su existencia, y lo hace indagando su relación con el resto del universo y descubriendo las leyes de las cuales también forma parte.
La filosofía también abre las puertas de la imaginación, la capacidad de integrar nuevas ideas. Una de las características de los grandes filósofos es que se adelantan a su tiempo. Giordano Bruno, por ejemplo, ya lanzó la idea de la vida en otros planetas, aunque en su caso, su pensamiento sobre la ciencia, el ser humano o la sociedad de su tiempo determinó que muriera en la hoguera en 1600.
Otra de las vertientes prácticas de la filosofía es que enseña a utilizar la mente y permite estructurar argumentos y ser coherente en las ideas.
Desde Grecia, Roma, la India, Tíbet, China, etc., los filósofos nos invitan no solo a conocernos, sino también a dominarnos, a controlar y armonizar las diferentes naturalezas que conviven dentro de nosotros y darles una coherencia.
La filosofía proporciona esa capacidad de poner orden en nuestro interior y, por lo tanto, de poder expresar y proyectar nuestra voluntad, ya que podremos establecer una autodisciplina que nos permita desarrollar las potencialidades que cada cual tiene.
La filosofía nos enseña a soñar, a no dejar de creer en los sueños. Muchas veces decimos: «Hay que poner los pies en la tierra». Pero lo que no hay que poner en la tierra es la cabeza, ni porque nos obliguen ni porque estemos dormidos o inutilizados. El filósofo debe saber en qué mundo vive y encontrar maneras para poder manifestar aquello que considera noble, bueno, justo, necesario y conveniente, pero tiene que ser capaz de mirar desde arriba. ¿Es poco práctico soñar con un mundo mejor? Precisamente por dejar de soñar con un mundo justo o por no saber proyectarlo en un plan de vida, estamos entrando en una suerte de nueva Edad Media, de edad oscura. Además, a nivel individual, soñar nos da jovialidad.
También nos permite la filosofía desarrollar serenidad y confianza como algo sostenido, algo que no está en manos del destino porque depende de nosotros.
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