Australia arde y lo hace siempre, desde hace millones de años. Junto a zonas de África y América Latina, es una de las regiones que más quema de forma natural del planeta, lo que resulta básico para mantener la biodiversidad y regenerar la naturaleza. Sin embargo, los devastadores incendios que arrasan el país austral desde hace meses y que amenazan con seguir haciéndolo al menos durante enero y febrero son muy distintos. Alimentados y exacerbados por el cambio climático, tienen tal magnitud que los expertos alertan que impactarán sobre el clima del planeta.
“Son un nuevo tipo de incendios, con un comportamiento extremo muy complejo y distinto y al estábamos acostumbrados a ver”, asegura desde Sídney Jordi Vendrell, responsable del área de I+D de la Fundación Pau Costa, que investiga la ecología del fuego. “Son megaincendios ”, añade en referencia a un concepto acuñado por el inspector de Bombers, Marc Castellnou, una de las voces más acreditadas en este ámbito, que se refiere a los nuevos fuegos propiciados por la crisis climática, caracterizados por su enorme intensidad y altísima velocidad de propagación, y las vastas extensiones de terreno que afectan.
“Australia era una bomba a punto de estallar. Durante todo 2019 tuvo las temperaturas más altas jamás registradas que se sumaron a una sequía extrema”, explica desde Tasmania Pep Canadell, director ejecutivo de Global Carbon Project, un consorcio mundial en el que participan las grandes instituciones científicas, entre ellas la NASA, para estudiar el impacto de la actividad humana en el cambio climático.
A esas condiciones extremas, además, ha contribuido que, desde hace meses, como apunta el climatólogo y catedrático de geografía física de la Universitat de Barcelona, Javier Martín Vide, hay anomalías en la circulación de la temperatura tanto del océano como de la atmósfera en el Índico. “Se denomina ‘El Niño del Índico’ y da aguas cálidas en las costas de África Oriental, que fomentan lluvias, y frías en Australia, que estabilizan el aire, más frío y denso, lo que da menos precipitaciones y vientos terrales muy secos”.
400 millones de toneladas de CO2
La mayoría de la vegetación que quema son eucaliptus, aunque las llamas, algunas de las cuales alcanzan los 70 metros de altura, de los miles de incendios que están activos de forma simultánea también están devastando dehesas, parajes con arbustos y matorrales, e incluso partes de selva subtropical en la zona de Queensland.
Por el momento, se estima que ya se han vertido a la atmósfera 400 millones de toneladas de CO2, el equivalente a todo el carbono emitido por la actividad industrial del Reino Unido, como apuntaba The Guardian, en un año. Ese dióxido de carbono, que es el gas con mayor impacto en el calentamiento global, en pocos años se habrá mezclado dentro de la atmósfera y contribuirá, a su vez, a alimentar el cambio climático, que seguirá propiciando estos megafuegos.
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