Se sugieren ámbitos de riesgo que incluyen el contexto cultural y el familiar, la vulnerabilidad constitucional y experiencias adversas de la vida personal que se relacionan en cada caso de manera específica y determinan configuraciones propias en éstos.
Además de lo dicho en cuanto al contexto cultural, en el contexto familiar suelen encontrarse los rasgos característicos de lo que se define como la familia psicosomática: aglutinantes, sobreprotectoras, rígidas.
La sobreprotección tiende a sofocar la existencia de los conflictos de la familia, que son así evitados o evadidos más que resueltos; en este sentido, la o el paciente juegan un rol central. La rigidez se expresa en la resistencia al cambio y en la intolerancia a las diferencias y desacuerdos familiares, aparentando que se muestra unida, armoniosa y sin fallas, fracturas ni problemas.
En el terreno psicológico se entiende que los trastornos alimenticios son síntomas de asuntos subyacentes relacionados con conflictos emocionales. La alimentación trastornada constituye para quienes la presentan formas de nutrirse o protegerse, de expresar ira, de autocastigarse, apaciguar tensiones insoportables, distanciarse de situaciones dolorosas y hasta crear una identidad.
También se detectan fantasías sobre el alimentos que lo identifican como veneno, peligroso o equivalente del embarazo.
Waller y colaboradores ya desde 1940 formularon la hipótesis del “deseo inconsciente de ser embarazada por vía oral que podría generar el comer compulsivamente o en otros casos generar culpa y rechazo a la comida.”
Para quienes sufren trastornos alimenticios, la valoración que hacen de sí mismos está sobredeterminada por la imagen corporal, en la que se deposita la autoestima y la sensación de control sobre su vida. Problemas emocionales de todo tipo, conflictos personales en relación con la identidad sexual y de género, con las relaciones interpersonales y la falta de ubicación subjetiva también son determinantes de los trastornos alimenticios.
La amenorrea primaria o secundaria puede ser atribuida a los conflictos psicológicos ya que se presenta en las primeras fases, antes de que la falta de alimentos pueda causarla.
Los conflictos de las personas con trastornos alimenticios son inconscientes y se mantienen ocultos hasta para ellas mismas.
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