Los primeros estudios sobre las guerras civiles p
artieron de la historia narrativa. En
primer lugar, se destacan los historiadores del siglo XIX como Restrepo, (Restrepo,
2009) Posada Gutiérrez, etc. Posteriormente, autores como Henao y Arrubla,
(Arrubla, 1984) se preocuparon por tender los hilos narrati
vos entre las diversas
guerras del siglo XIX y algunos aspectos de la política y la sociedad, con tendencia
a centrarse en el papel de las personalidades políticas. Una historia heredera de las
memorias y relatos de los protagonistas de la guerra, quienes
estaban interesados
en dejar la huella de los acontecimientos y la constancia histórica de su papel y de
sus opiniones políticas.
La 'historia narrativa tradicional' y las memorias de la guerra presenta a sus diversos
dirigentes, las principales acciones bé
licas, algunas estadísticas, las dinámicas de
las fuerzas enfrentadas y de los sucesos armados, la manera cómo se desbarata y
recompone el orden social y político, la creación y eliminación de los Estados
Soberanos, la composición de los gobiernos y de la
dirección de la guerra, las
dificultades electorales, los problemas de la discusión de las constituciones y las
leyes (en especial las de 1858 y 1863), en fin, las tensiones inherentes a los
procesos históricos. Las guerras civiles son presentadas como aco
ntecimientos
políticos, electorales y religiosos. Poco aparecen los problemas económicos y
sociales como variables explicativas de la guerra, aunque no se desconocen del
todo.
En su reciente libro sobre la historia de las guerras, Pardo realiza una crónica que
abarca las guerras en Colombia desde la conquista hasta nuestros días (Pardo,
2004). Dedica buena parte del texto a esbozar los datos generales de las guerras
c
iviles durante el siglo XIX y señala como causas la militarización de la sociedad;
las querellas entre el poder central y los Estados regionales, entre los partidos
políticos, y entre estos últimos y la Iglesia.
A partir de los estudios de Tirado Mejía, se pu
ede observar que durante las guerras
federales, el Estado central no contaba con las dos características definidoras de
un Estado moderno: no poseía el monopolio de la violencia y el monopolio para
establecer tributos. El manejo de la violencia y los siste
mas tributarios recaían, en
buena medida, en los Estados federales.
La historia cultural, en particular la historia de las religiones, es de reciente data en
nu
estro medio académico. Han comenzado a aparecer, sin embargo, una serie de
trabajos notables, los cuales vienen trazándole nuevos rumbos a la labor de los
historiadores de la guerra. En primer lugar, se puede revisar el libro de Cristina Rojas
sobre civili
zación y violencia.
Cristina Rojas pone énfasis en
la complejidad de la guerra: las numerosas guerras
civiles que tuvieron lugar después de la Independencia fueron motivadas por una
combinación de objetivos religiosos, étnicos, educacionales y regionales. Estima
que estas guerras se explican mejor cuando s
e tiene en cuenta la lucha por la
civilización entre diferentes grupos sociales y políticos de la República. Sugiere que
el periodo posterior a la Independencia en Colombia se caracterizó por el deseo
civilizador de la élite criolla ilustrada, bajo el espe
jo de la civilización europea.
Por otro lado, las autoras afirman que
muchas de las guerras civiles colombianas del siglo XIX fueron guerras de
construcción nacional, que encontraban su justificación última en la referencia a la
creación política y artificial de un orden institucio
nal y de un horizonte común de
interpretación, la esfera pública, en el cual el individuo podía hacer uso de su
ciudadanía.
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