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Autores responsables: Martha L. Baena • Gonzalo Halffter Extinción significa en biología la desaparición de una especie o de un grupo taxonómico superior tal como una familia, un orden, etc. Con ello queda truncada una línea filogenética, es decir, un proceso evolutivo. La extinción es tan característica en el desarrollo de la vida en la Tierra como la propia especiación. La extinción siempre ha existido, durante algunos periodos geológicos a ritmos más acelerados que en otros (Raup 1991). A pesar de la enorme cantidad de especies que hoy día existen, son solo una pequeña representación (entre 2 y 4%, Dobson 1996) de los organismos que han vivido en la Tierra a lo largo de 3 500 millones de años. Durante este lapso y dependiendo de los diferentes factores que las especies han tenido que afrontar (se explican más adelante), ha habido varios tipos de extinción: a escala espacial, las extinciones pueden ser locales cuando ocurren en una zona, país o continente, y globales cuando se presentan en todo el planeta. Puede haber también extinciones masivas, que involucran muchos grupos taxonómicos al mismo tiempo, y catastróficas, que son extinciones masivas que ocurren en un periodo limitado. En este caso, el poder de resolución de los análisis paleontológicos no permite evaluar si la extinción ocurrió durante 100 000 años o abarcó solamente un siglo (Zunino y Zullini 2003). La extinción puede manifestarse como un proceso natural. Sin embargo, respecto a los efectos que los cambios antrópicos están teniendo en la biosfera, lo que preocupa a los biólogos y a la sociedad en general no es en sí la extinción de especies sino el ritmo al cual está ocurriendo, por lo menos cuatro veces superior al existente antes del desarrollo de la sociedad industrial (May y Lawton 1995; véase el recuadro 10.1). La extinción de especies, así como la pérdida completa de poblaciones, puede alterar procesos y servicios ecosistémicos importantes (Chapin III et al. 2000). En particular, la extinción de los depredadores situados en lo más alto de la cadena trófica puede acarrear efectos en cascada para otras especies y provocar cambios en el funcionamiento y estructura de los ecosistemas (Crooks y Soulé 1999; Pace et al. 1999; Duffy 2003). Uno de los pocos ejemplos bien documentados es el de la desaparición local de poblaciones de nutria marina (Enhydra lutris), lo cual llevó a la sobrepoblación de erizos (Strongylocentrotus polyacanthus), que acabaron prácticamente con los “bosques” de macroalgas pardas, reduciendo la productividad primaria y eliminando un hábitat crítico para la trama trófica de crustáceos y peces (Estes y Palmisano 1974; Estes et al. 1989). La extinción masiva de especies animales y vegetales asociada a la expansión de las poblaciones humanas no ha ocurrido solo en las últimas décadas. Desde fines del Pleistoceno el incremento de las poblaciones humanas se asocia a la extinción de múltiples animales, especialmente la fauna de muchas islas y la megafauna de Norteamé rica y Australia (Steadman 1995; Steadman et al. 2005).
(muerte de mamiferos marinos que debido ala caza masiva se estan extinguiendo )
(caza masiva de vaquitas marinas) |
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