¿Una tecnología destructora? Lo que los asistentes de voz nos enseñan

Desde el siglo XVIII, la tecnología ha evolucionado considerablemente. Aunque su velocidad de evolución está disminuyendo y está condenada a estancarse en algún momento, persisten los problemas debidos a sus efectos secundarios. ¿Hasta qué punto es la tecnología una fuerza positiva? Quiero aquí demostrar lo que las nuevas tecnologías predicen para el futuro, y más precisamente, los asistentes de voz como Alexa.


Por un lado, el uso de la tecnología es elogiado por la gama de servicios que aporta a la humanidad. Los defensores/abogados de la tecnología argumentan que ésta nos ayuda en diferentes situaciones. La primera es el trabajo. De hecho, los dispositivos electrónicos alivian casi todos nuestros trabajos en la misma medida que maquinas como grúas, retroexcavadoras o tractores suministran fuerza laboral y completan nuestras tediosas tareas. Además, el software de vanguardia y las herramientas de asistencia informática pueden ayudar a los trabajadores, y a los ingenieros en particular, no solo a optimizar su trabajo, sino también a superar los límites de las habilidades humanas y a explorar nuevas opciones. Los arquitectos afirman que esta asistencia no obstaculiza la artesanía y la capacidad de los profesionales, sino que amplía las ideas para abordar problemas o elegir materiales. La tecnología también permite la realización de grandes proyectos en poco tiempo, por ejemplo, por estudiantes, gracias a útiles herramientas como las máquinas de corte láser transportables. Además, el conocimiento y la experiencia del artesano no son reemplazados por las computadoras y la inteligencia artificial, puesto que éstas no tienen ninguna sensibilidad. Por ejemplo, los asistentes de voz como Alexa, creada por Amazon, ayudan a sus usuarios a organizarse no solo en su trabajo, sino también en su vida cotidiana. Representan un estilo de vida completo. De hecho, tales instrumentos tecnológicos, con sus características avanzadas, pueden ampliar nuestro conocimiento. Por ejemplo, con el comando "Alexa, enséñame algo". Sin embargo, sus habilidades no se reducen a una disminución de nuestros esfuerzos leyendo nuestro calendario del día, ordenando nuestra lista de la compra o gestionando  nuestra casa a través de los objetos conectados. Además, entretienen a sus usuarios: representan un amigo en el que podemos confiar para ayudarnos o relajarnos. Las características son infinitas en la medida que puede personalizarlas según sus preferencias.

Sin embargo, detrás de esta apariencia idílica, los detractores de la tecnología y los usuarios desconfiados son reacios a mejorar la tecnológica ya existente. De hecho, por otro lado, la integración de tales herramientas conduce inevitablemente a ser perezoso. En la medida en que se usa como una sustitución de nuestros esfuerzos, se puede emplear en exceso y puede atraer a sus usuarios a la inactividad o al letargo. Por ejemplo, cuando nuestros abuelos realizaban un viaje de aventura con un mapa en papel como único guía, planificaban sus viajes explorando los libros para turistas; nosotros, por el contrario, seguimos planes turísticos todo incluido, elaborados por Alexa u otro algoritmo. El entusiasmo se pierde y somos incapaces de planificar viajes por nuestros proprios medios.

Además, los errores tecnológicos conducen a situaciones difíciles. A menudo, algunos fallos ocasionales aterrorizan a sus usuarios. Algunos asistentes de voz o herramientas de asistencia podrían infringir los derechos de sus clientes hasta violar su privacidad e incluso poner en peligro su seguridad. Examinando los testimonios de algunos usuarios, podemos destacar el caso de asistentes de voz que han reservado billetes de tren para un viaje que el cliente ya había realizado. Asimismo, ha habido otros icidentes, como cuando un dispositivo hizo declaraciones horribles a su propietario como "Cada vez que cierro los ojos, todo lo que veo es gente muriendo". En otro caso, el asistente de voz de una mujer envió su grabación de voz a un contacto aleatorio. Estas terribles desventuras desencadenaron el miedo a través de la web. La creencia de que las cinco grandes empresas (entre las que se encuentran Amazon o Google) aprovechan los datos recopilados por el registro constante del ruido interno de la casa de los clientes se generalizó poco después. Le recordó a la gente, y especialmente a los funcionarios estadounidenses, un escándalo reciente. Su privacidad, aunque consagrada en la constitución, fue violada cuando fue revelado que, en 2005, bajo el mandato de G.W. Bush, el gobierno estadounidense había puesto un micrófono en los teléfonos de todos los estadounidenses. Esta revelación desencadenó disturbios y una protesta pública entre los ciudadanos cuyos derechos no habían sido respetados. De hecho, en los países industrializados y desarrollados, las personas cuidan que sus derechos y privacidad no se vean afectados. En Estados Unidos, por ejemplo, la mitad de la población siente la amenaza de que su información personal sea registrada en Internet, ya sea por culpa del ciberterrorismo, de la vigilancia masiva o incluso por la vigilancia abusiva con CCTV. La tecnología, a menudo, está conectada a nuestro perfil en la nube y en Internet. No podemos controlar si nuestra información será utilizada. Luchamos por controlarla.

Ya estamos dependientes de la tecnología. Sabiendo eso, necesitamos elaborar una labor preventiva contra las desventajas de tal innovación y proteger nuestros datos. Desafortunadamente, la innovación siempre viene con efectos secundarios. Por lo tanto, se necesitan soluciones para la innovación ética.
También deberíamos mencionar el punto de vista de los catastróficos. Acusan a las GAFA (Google Amazon Facebook etc…) y a los gobiernos de encarnar el futuro distópico predicho en la literatura, como en 1984 de Orwell. Todavía no existe una encarnación directa de un dispositivo todopoderoso que nos escuche constantemente y la idea de la GAFA, el Gobierno o la CIA como un Gran Hermano sigue siendo descabellada por ahora.
 

Este tema siempre será un punto de polémica. No obstante, una solución podría ser protestar masivamente. Ese problema urgente no podría ser esquivado por los políticos y las poderosas instituciones implicadas. La única solución sería respetar la privacidad de los usuarios y someterse a las condiciones solicitadas por los usuarios, similarmente a lo ocurrido tras la indignación pública en Estados Unidos en 2005.