De ‘indios ausentes’ a ‘indios vecinos’. Un modo de introducción
Hacia fines de los años sesenta, e intensificándose en las décadas siguientes, la ciudad de
Rosario se fue convirtiendo en un importante centro de recepción de familias tobas-qom que
migraron de distintas localidades de la provincia de Chaco1, en principio, expulsados por el quiebre
de sus economías de subsistencia, la pérdida de sus fuentes de trabajo vinculadas, en gran medida,
con la recolección manual del algodón (actualmente suplantada por las maquinarias) y el despojo de
sus tierras (adquiridas por particulares al Estado provincial).
A partir de entonces se conformaron los llamados barrios tobas2 en la periferia urbana en los
cuales éstos debieron enfrentar una diversidad de carencias propias de los asentamientos de
emergencia. En los mismos, y más allá de las problemáticas compartidas, los tobas fueron
percibidos y nombrados por sus vecinos no-indígenas y por parte de la sociedad local con la que se
vincularon, como diferentes. Una diferencia muchas veces presentada como perniciosa y traducida
en términos de superioridad e inferiorida
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