El viaje de la humanidad hacia el futuro tiene un compañero indispensable: el agua. Somos agua y la necesitamos para seguir avanzando y desarrollándonos en nuestro día a día. El agua es un bien de primera necesidad que requiere una gestión eficiente y sostenible. El acceso igualitario a este bien es imprescindible para una sociedad más justa, para reducir la pobreza y para un crecimiento inclusivo de las sociedades.
Este es uno de los objetivos de desarrollo sostenible (ODS) aprobados por Naciones Unidas; en 2030, la meta es que todos los ciudadanos dispongan de agua potable y saneamiento. Un reto ambicioso teniendo en cuenta que más de dos millones de personas viven sin agua potable en sus hogares, pero imprescindible: tener acceso a agua potable garantiza la seguridad alimentaria y energética, así como la salud.
El lema del Día Mundial del Agua, que se celebra el 22 de marzo, va en esa línea, 'Sin dejar a nadie atrás', para evitar que más de 700 niños menores de cinco años mueran todos los días de diarrea o a causa de agua insalubre o saneamiento deficiente. O que 159 millones de personas recojan agua potable de fuentes de agua superficial, como estanques o arroyos.
Según los últimos datos de Unicef y el Banco Mundial, en 2015, 181 países habían conseguido que el 75% de su población utilizara servicios básicos de agua potable. Pero todavía queda mucho por hacer. Como se aprecia en el gráfico, los grandes problemas siguen estando en África.
La ONG WaterAid realizó una clasificación de los países que peor acceso tienen al agua con esos datos. Eritrea encabeza la lista: solo el 19% de su población tiene acceso a agua limpia cerca del hogar. En segunda posición está Papúa Nueva Guinea, el único país no africano que aparece en esta lista. Después, Uganda, donde gran parte de su población tiene que recorrer largas distancias para conseguir agua y donde tienen mucho que ver la falta de lluvias y la acogida de refugiados por la guerra de Sudán del Sur. Después, Etiopía, República Democrática del Congo, Somalia, Angola, Chad, Níger y Mozambique.
La falta de acceso al agua tiene que ver, en muchas ocasiones, con los conflictos bélicos. "Los ataques contra infraestructuras en Siria, la contaminación de pozos con cadáveres en República Centroafricana, los asaltos a mujeres y niñas que se desplazan en busca de agua en el lago Chad...", explicaba Jose María Vera, director general de Oxfarm Intermón, en este reportaje. "Privar a la población de agua es una de las consecuencias más crueles de los conflictos, puesto que multiplica los problemas al añadir enfermedades y miedo al sufrimiento de los civiles".
Yemen y Siria son dos buenos ejemplos de estas situaciones, pero también Oriente Próximo, azotado por sequías recurrente y la llegada de refugiados, que "genera una presión adicional sobre los servicios de agua y saneamiento", según explicó Pablo Alcalde, responsable de agua y saneamiento de Acción Contra el Hambre.
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