El Estado de México cuenta con 152 municipios, de los que solo algunos tienen desarrollo turístico.
El 18 de octubre de 1840 la ciudad de México amaneció apacible, con sus calles empedradas poblándose de gente, iglesias que tañían sus campanas, comercios bulliciosos, fondas aromáticas, vendedores que pregonaban mercancías, carruajes de familias aristócratas… La capital parecía recuperarse de la sangrienta y fallida rebelión, encabezada apenas unos meses atrás por el incansable liberal Valentín Gómez Farías y el general José Urrea, que exigía regresar al régimen federal y que al cabo de doce días (15 a 27 de julio) había dejado cerca de seiscientos muertos y destrozado la esquina sur de la fachada de Palacio Nacional.
Aquel día otoñal la ciudad volvía a sacudirse, esta vez no por el fuego federalista, sino por la publicación de un folleto quizá igual o más subversivo, pues su autor tuvo el atrevimiento –¿acaso una blasfemia? – de proponer que México adoptara un régimen monárquico con un príncipe extranjero, argumentando que la asonada de julio demostró que el sistema republicano había fracasado.
No es difícil imaginar los rostros descompuestos de indignación, burla o cólera que provocó entre las elites política y militar ese escrito de José María Gutiérrez de Estrada, un joven político y diplomático nacido en 1800, quien ya para entonces había sido oficial del Ministerio de Relaciones, senador por Yucatán y ministro de Relaciones. En el verano de 1840 Gutiérrez de Estrada había regresado de una estancia de cuatro años en Europa con su esposa, Loreto Gómez de la Cortina, durante los cuales viajó por varios países donde pudo observar la forma en que los principios de representatividad democrática se amalgamaban gradualmente con los sistemas monárquicos aún vigentes. Quizá fue por eso que, al contemplar el desastroso espectáculo de México, no dudó en escribir la escandalosa propuesta monárquica que provocó una de las controversias más intensas de la primera mitad del siglo XIX.
Un mes después de la violenta rebelión federalista de 1840, el 25 de agosto Gutiérrez de Estrada escribió una carta al presidente Anastasio Bustamante para proponerle que se convocara a una convención nacional que deliberara sobre una nueva forma de gobierno para México ante la profunda crisis que vivía el sistema republicano, aún gobernado bajo la Constitución centralista de 1836. Aunque en la misiva no expuso la posibilidad de un gobierno monárquico, el documento sirvió como preámbulo al folleto que publicaría en octubre.
Cuando se aprobó la primera Constitución, teniendo como referente la Revolución Francesa y la primera Constitución de Estados Unidos, se diseñó en México un modelo de país que ponderó el federalismo y la división de Poderes como forma de Gobierno; sin embargo, una cosa se redactó en la Constitución y otra muy diferente se aplicaba en los diversos territorios, y así ha seguido durante dos siglos, porque en México ha habido audacia para aprobar leyes, pero conservadurismo para cumplirlas. Tan es así que la lucha entre centralistas y federalistas siguió décadas después de la Independencia, en la Reforma y hasta la fecha.
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