En la pandemia del nuevo coronavirus hemos vivido, y seguimos viviendo, toda la gama de emociones de que somos capaces. Primero la incredulidad: “No, esto no pasa aquí. Ocurre al otro lado del mundo. No, aquí no llegará”. Negar la realidad de una amenaza es una forma de lidiar con el miedo. Cuando la fuerza de la realidad se impone con evidencias directas el miedo hace presencia y provoca otras emociones. El enojo es la más común. Recuerdo a un compañero del gimnasio que se quejaba de los chinos, “sus nefastas costumbres de comer cosas raras han provocado la epidemia”, decía casi con violencia como si ellos la hubieran causado. También se quejaba de las autoridades “que no hacen nada por protegernos”.
Era el inicio de la epidemia, no había aquí ningún caso reportado, pero su molestia le impedía valorar la situación. El enojo, que puede llevar incluso a la violencia, es una forma de protección. Si se encuentra la causa —así sea imaginaria— de la amenaza podemos luchar furiosos contra ella. Defendernos tranquiliza.
Mucho se habló del rol de los niños durante el aislamiento social preventivo y obligatorio y cómo pese a su corta edad debieron adaptarse a un entorno que por momentos pareció poco tener en cuenta sus necesidades.
Así lo dejó en claro ahora una encuesta realizada por la Sociedad Argentina de Pediatría (SAP), según la que nueve de cada diez niños argentinos (91%) extrañaron a alguien durante esta cuarentena, sobre todo a los amigos, compañeros de actividades y familiares; casi ocho de cada diez (77%) se mostraron “enojados” y el 68% presentó distintos grados de tristeza, particularmente los niños pequeños y los adolescentes. Siete de cada diez (74%) expresaron sentimientos negativos como desánimo y aburrimiento, y seis de cada diez (59%) reconocieron tener miedo: miedo por ellos mismos (24%) o por terceros (21%). En líneas generales, expresaron preocupación por la incertidumbre, los afectos, la repercusión personal, la interacción con el virus y por la economía y el trabajo.
Atravesar una situación atípica como lo es el aislamiento social preventivo a causa de la pandemia, impacta en la vida de todos. Esta situación incierta, compleja y amenazante nos afecta en general, pero más aún a quienes no están contenidos en una red afectiva. Y aquí es donde ponemos la mirada en la educación socioemocional, como proceso de enseñanza y aprendizaje de habilidades, competencias emocionales y sociales entre ellas: la empatía, la tolerancia a la frustración, la escucha, perseverancia, gestión emocional, relaciones saludables basadas en la cooperación, la solidaridad, el compromiso, entro otras.(Ley Provincial VI 209) Todas estas posibles de aprenderse y desarrollarse no solo en el ámbito educativo , sino y como prioridad en el seno familiar.
La educación socioemocional inicia en la familia, la implicación de ella es clave para comprender, expresar y gestionar lo que sentimos y en consecuencia lo que hacemos. En estos tiempos las emociones, los pensamientos se intensifican por ello busquemos mantener la calma, de tomar medidas saludables como: poner filtros en la cantidad y calidad de la información siendo sinceros en la misma, evitando eufemismos, sobrecarga o generar pánico.
Hoy el distanciamiento social es símbolo de acercamiento, cuidado y empatía.
La familia es un espacio de formación por excelencia, que coopera con la educación formal y el escenario actual pone sobre la mesa lo expuesto. Hoy, el aislamiento nos encuentra juntos en casa abriéndonos la posibilidad de fortalecer el sentido de familia, la colaboración, el dialogo, los aprendizajes para la vida, el compartir que nutre autoestimas, acompaña soledades y refuerza una verdad esperanzadora: ¡saldremos todos juntos adelante!
Nuestras emociones en la pandemia - Revista ¿Cómo ves? - Dirección General de Divulgación de la Ciencia de la UNAM Los niños y adolescentes son quienes más vieron afectados sus derechos durante la pandemia - Infobae
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