A lo largo de nuestra vida tomamos muchas decisiones. Nos envolvemos en problemas y en circunstancias de las que es indispensable no tomar decisiones. A las más pequeñas, no las tenemos en cuenta, si salen mal, les restamos importancia o realmente nos importan tan poco que lo dejamos en manos de la suerte, en manos de una simple moneda.
¿Cara o cruz? Cara sí, cruz no.
Pero qué ocurre con las decisiones más importantes, ¿seguimos tirando la moneda o ya no es lícito?
Desde luego que cuando éramos pequeños, tirar una moneda para elegir el sabor del helado que comprar en la heladería, era lo más común; o incluso para ver a quién le pedías algo, a mamá o papá. Pequeñas decisiones que se apostaban a una moneda.
¿Podemos decir lo mismo ahora? ¿Tiramos una moneda para ver si aceptamos un puesto de trabajo o no, si aceptamos salir o no con alguien, si le recriminamos a nuestro jefe el mísero sueldo que cobramos?
Las cosas se complican, eso está claro, pero ¿significa eso que no podemos tirar la moneda para ver qué decisión tomamos? ¿Por qué no dejarnos llevar por la suerte? A veces la solución es esa, dejarse llevar por el destino, cerrar los ojos y ver qué nos depara la suerte.
Volvamos a actuar como cuando éramos niños, dejémonos llevar por la suerte.
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