"¡Qué lejos estoy del suelo donde he nacido! / Inmensa nostalgia invade mi pensamiento / Al verme tan solo y triste cual hoja al viento / Quisiera llorar, quisiera morir de sentimiento".
Así, con los versos de la tradicional "Canción mixteca", México recibió hace 77 años a cientos de polacos que huían de la Segunda Guerra Mundial y del horror en campos de trabajos forzados.
En efecto, dejaban atrás el suelo donde habían nacido y, tras un doloroso destierro, llegaban a un nuevo país del que poco o nada conocían, pero que los recibió con alegría y la esperanza de que aquel conflicto bélico pronto llegaría a su fin.
Los años hasta acabar la guerra los pasaron como refugiados en una finca a las afueras de León, en el estado de Guanajuato. A aquel pedacito de su país creado en el corazón de México lo llamaban "la pequeña Polonia".
Muchos, sobre todo quienes llegaron siendo niños, aún recuerdan sus días en la hacienda de Santa Rosa como los mejores años de su vida. Pronto pasaron del dzi?kuj? al "gracias" para reconocer esa segunda oportunidad que se les había presentado.
Tanto fue así, que un puñado de ellos decidió quedarse para siempre en tierra azteca, y aún hoy confiesan tener el corazón dividido entre sus "dos países".
Esta es la historia de la tan apasionante como poco conocida historia de solidaridad entre dos países, a priori tan distintos y a más de 10.000 km de distancia, contada por algunos de sus protagonistas.
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