las autoridades trataba de conseguir la obediencia a la ley y al rey absoluto a cualquier precio, y para ello recurren a una justicia ejemplarizante, pensada para atemorizar y escarmentar en carne ajena a la población. Un elemento fundamental de este sistema es la pena de muerte, que se aplica de forma habitual y además va precedida de horribles suplicios para el reo, con el pretexto de arrancarle una confesión.
Se trata de un castigo profundamente desigual. Por un lado, los aristócratas estan exentos de la tortura o el maltrato físico o psíquico, y cuando son condenados a muerte sufren decapitación, un método rápido y aparentemente indoloro (si lo realiza una mano experta). En cambio, los hombres y las mujeres del pueblo son ejecutados mediante métodos brutales, como la horca, el descuartizamiento o la hoguera. Estas ejecuciones suelen ir precedidas por las torturas que el juez estime necesarias y que se lleva a cabo en público, desde la flagelación y el tormento de la rueda hasta la ruptura de todos los huesos largos del cuerpo o el atenaceamiento, arrancar trozos de carne de diversas partes del cuerpo con unas tenazas.
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