El territorio criollo amanece nuevamente en alerta. La economía se estanca y la vida se dificulta mucho más. Un ambiente de hostilidad envuelve la sociedad. Las clases dominantes prefieren negar el estancamiento. De lo contrario, admitirían su fracaso. El contrato social queda irreparablemente dañado. A cada ciudadano común le toca un pedazo cada vez más pequeño de galleta. Comienza la guerra de todos contra todos.
Hoy nos condenan, nos atropellan y nos humillan; hoy los centinelas de la represión y la miseria siguen intentando volver polvo cósmico nuestra esencia, nuestras tradiciones, nuestra esperanza; los míticos doce trabajos de Hércules que se consideraban irrealizables hoy han sido aplacados por la realidad que carcome a la cotidianidad del venezolano, pues cada día es un reto diferente casi imposible de superar. Hoy luchamos no contra un monstruo vestido de pestilencia, con el hambre como credo y armado con instrumentos de aniquilación, sino que estamos librando una épica guerra en contra de la mismísima muerte que día a día cobra la vida de un hermano; Caronte anda suelto, guiado por el Hades de la tempestad, su casco de invisibilidad y con Cerbero de guardián; larga es la lista y el fin aún no está a punto de llegar. ¡Aterrador es el presente, y espeluznante es lo que nos depara si nos llegamos a rendir!
La historia está llena de tiranías que pretendieron envolverse en ropajes democráticos, tiranías en la concentración personal u oligárquica del poder del pueblo. La historia enseña que todo aquél que concentra el poder tenderá a convertirse en déspota valiéndose de corrupción, nepotismo, promoción de intereses de grupo, generación de fraccionalismos, captura de las rentas del Estado, invención de amenazas externas e internas, monopolio del poder coercitivo del Estado para eliminar la crítica, el amedrentamiento y la coerción.
Hoy nos enfrentamos a aquellos que son capaces de adorar a Atila, a Nerón y de construirle su propio santuario, a aquellos que son capaces de destruir y redundar la estatua del Hijo de Dios y colocarle Judas Redentor. Hoy luchamos fervientemente con aquellos que pueden llegar a ultrajar la historia de manera aberrante y perversa, y edificar un mausoleo a Albert Fish, colocarle Correccional Ghandi a una prisión o Sanatorio Mandela a un psiquiátrico. Aunque en la retórica se repite un sinfín de veces que lo que estamos padeciendo es una tiranía o dictadura, pareciera que sólo es una palabra cliché, ya que los métodos de lucha y contraataque rayan en la ingenuidad y franqueza. Ellos no están jugando carrito y muchos creen que esto es un juego.
Ahora, los métodos que tanto necesitamos hay que buscarlos cuanto antes en los libros que han sido utilizados por muchos a lo largo de la historia. Centrar y canalizar nuestras energías en internalizar que ya no son simples adversarios sino enemigos acérrimos y poderosos. Buscar la fuerza necesaria así como lo hicieron esos combatientes de la independencia que encontraron un santuario de donde tomar su fortaleza, así como las multitudes que luchan hoy por la justicia y la igualdad, buscan un refugio similar.
Es vital y determinante que nos mueva la fe, la fuerza, el anhelo, la indignación, la frustración y el millar de emociones y razones que hoy poseemos los venezolanos para salir nuevamente sin miedo y con más convicción a demostrar, una vez más, nuestro apoyo y ansias de cambio. Pero, más allá de eso, debemos cuidar nuestro más preciado tesoro y lo único que el régimen no podrá borrar: nuestra esperanza. Desde ese espacio seguro, podemos mantenernos firmes contra las fuerzas del miedo y la reacción y, centímetro a centímetro, tomar de nuevo la tierra en nuestras manos: valientes en la convicción de que ningún obstáculo es demasiado grande, ningún enemigo es demasiado poderoso, ninguna cordillera de desolación y muerte es insuperable.
#RendirseNoEsUnaOpcion
Jorge Francisco Sambrano
@JorgeFSambrano
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