Estamos en nuestro cuarto año como institución educativa, adscrita al municipio de Medellín. Vamos identificándonos, conociéndonos, encontrándonos, construyéndonos y creciendo poco a poco; mostrándonos a la comunidad, dándonos a la ciudad y al mundo.
Es una tarea larga, tal vez complicada, pero con cosas maravillosas por llevar a cabo, en pro de la niñez y la juventud, que cambiarán en un tiempo no muy lejano, la forma de convivir y de mirar el futuro. Es una lucha constante de esfuerzos conjuntos entre padres, acudientes, estudiantes y maestros formadores, dando día a día, clase a clase, lo mejor que se puede ofrecer como personas sensibles ante esas vidas que Dios y la vida han puesto en nuestras manos.
Ante este panorama, me asalta la duda con los resultados que esperamos de los grupos actuales y de la promoción que vamos a entregar a fin de año como egresados ya preparados de nuestra institución: ¡los ex alumnos Corazonistas!
Será que ¿si salen bien preparados?, ¿si les estaremos entregando todo lo que se podía entregar?, ¿si estarán ellos como estudiantes constructores de sus proyectos de vida, aportando todo lo mejor?; pero sobretodo, me cuestiono en lo más importante…el acompañamiento que estamos haciendo en todo este proceso humanizante y formativo, como tutores y como padres de familia de esta generación que hoy albergan nuestras aulas.
Acompañar quiere decir, caminar en compañía, caminar con, ir con, es estar disponible, es darse, es brindarse, es avanzar a un mismo ritmo con el otro, y eso indudablemente es una tarea sagrada, que tomamos cuando asumimos ser padres o cuando decidimos ser maestros ojalá por vocación y por convicción, y si no es así, por lo menos hacerlo bien, porque es nuestro deber ser como padres o como maestros, porque es nuestro trabajo y porque esas vidas de barro blando que hoy moldeamos, serán nuestra recompensa o nuestra conciencia el día de mañana, cuando se recojan los frutos de esta generación y veamos los ciudadanos que formamos con miras a que ellos construirán, un futuro mucho mejor.
Es pues, con el ejemplo, con el discurso, con el actuar diario, con la palabra de aliento, con el correctivo a tiempo, con el trabajo constante, con la fe puesta en nuestras acciones, con la fe viva en Dios, con mis responsabilidades satisfechas en pro de mis hijos o mis pupilos, como se irá levantando el hombre y la mujer del mañana, que añoramos y que esperamos tener.
“Tener un hijo no te convierte en un buen padre, así como tener un piano no te hace ser un buen pianista”. (Michael Levine)
Yo como padre ¿Cómo voy en este proceso?
Yo como docente ¿Cómo voy en este proceso? Y….
Yo como estudiante, ¿Qué papel juego en este proceso?,
¿Será que me dejo acompañar efectivamente?
¿Soy consciente, colaboro, acato, respeto, trato de ser mejor cada día, respondo honestamente y me dejo formar?
¡Vida solo hay una! ¿Qué estoy haciendo con ella?
¡Bendiciones para todos!