“La sexualidad es una fuerza vital que nos impulsa a conocer a descubrir nuestro cuerpo, nuestras emociones, pasiones y deseos, es una maravillosa dimensión de la vida que debe ser vivida de manera responsable, constructiva, autónoma y gratificante” (Leonardo Romero 2003). Como seres humanos tenemos un potencial biológico, lúdico, creativo y erótico que nos permite vivir la sexualidad como una experiencia humana que puede fortalecer nuestro desarrollo afectivo y emocional.
La sexualidad es mucho más que sexo. Es un aspecto fundamental de la vida de los seres humanos que se construye desde que nacemos, hasta que morimos. La sexualidad habita en todo nuestro cuerpo físico, emocional y espiritual, se expresa con, desde y por el cuerpo, de ahí la importancia de conocerlo, valorarlo y cuidarlo. El fin de la sexualidad no es solo la reproducción, existen muchas formas de disfrutar con los demás: decir palabras lindas, compartir canciones y poemas, dar y recibir caricias, tomarse de las manos, mirar las estrellas, darse besos y abrazos.
La sexualidad es una condición biológica, psicológica, cultural, histórica y ética constitutiva del ser humano. Compromete sus aspectos emocionales, cognitivos y comunicativos, tanto, para su desarrollo en el plano individual, como en el social, lo que la convierte a la vez en un elemento que personaliza y humaniza, pues reconoce la importancia de establecer relaciones con otros, en diferentes grados de intimidad psicológica y física. Todas estas relaciones se enmarcan en los principios de dignidad, respeto, autonomía, libertad y responsabilidad. La sexualidad está presente en todos los momentos de nuestra existencia, desde antes de nacer, hasta que morimos.