Entrevista a Gabriel a Mistral

23 nov 2017

iajo a Petrópolis, a unos 53 kilómetros de Río, Brasil, lugar de la actual residencia de Gabriela Mistral. Ella acaba se regresar de Estocolmo, lugar donde recibió el Premio Nobel de Literatura, en virtud a los méritos de laobra literaria y magisterial de toda una vida. Sin dominar muy bien el portugués, pregunto a la gente del lugar cuál es la dirección exacta y amablemente me señalan cómo llegar. Al reconocer la casa de la poetisa, llamo y me atiende una señora poco amable, nunca supe quién era. Me recibe Gabriela y me hace pasar a una habitación muy acogedora. Nos sentamos en un sofá, me ofrece galletas. Después de unos minutos de observar a aquella mujer, me atrevo a gesticular la primera palabra de la entrevista. - Señora Gabriela, buenas tardes. En Chile hemos estado expectantes al premio que ha obtenido la semana pasada por sus creaciones literarias ¿Cómo recibe usted esta noticia? - Buenas tardes, a decir verdad, me siento muy honrada y orgullosa de haber obtenido este reconocimiento. Soy la quinta mujer del mundo y la primera de Latinoamérica que es galardonada de esta manera. (Mira al cielo y suspira) Por una venturanza que me sobrepasa, soy en este momento la voz directa de los poetas de mi raza y la indirecta de las muy nobles lenguas española y portuguesa. Así me siento hoy. - Y me imagino que orgullosa de ser mujer… Permítame felicitarla (le estrecho la mano) - (Sonriendo) Por supuesto, es difícil que reconozcan la gracia especial que Dios me ha otorgado, sobre todo siendo una mujer, en el mundo y momento en que vivimos, tan patriarcales. - He leído bastante sus obras, me sorprende la pasión con la que usted escribe, sobre todo a los niños ¿que significan ellos para usted? - Significan mucho, no en vano fui maestra de escuelas. Estar cerca de los niños me hace sentir una persona completa. No sólo amo a los niños, sino que los quiero como si fueran de mi sangre. (Con una mirada baja, continúa) Por esas cosas de la vida, nunca tuve hijos naturales, pero siempre los quería como si los fueran. - Pero usted no sólo fue maestra, sino inspectora, directora, aún más, fue embajadora de Chile durante mucho tiempo y en muchos lugares… - Sí, gracias a Dios, también logré dar a conocer un poco a Chile, un país hermoso, pero que aún se podría embellecer más. Si tan sólo aportásemos como personas los valores esenciales a aquellos que no tienen como conocerlos y disfrutar de ellos… - ¿A qué se refiere? - A la libertad, a la igualdad de condiciones y oportunidades entre hombres y mujeres, al derecho a la educación. Al saber leer y escribir y por consiguiente a expresarse. Lamentablemente hemos perdido a un gran presidente, profesor y amigo mío, Don Pedro Aguirre Cerda, quien tenía por frase “gobernar es educar”, de seguro estos valores estarían en el corazón de mi gente chilena. - Claro, él fue profesor también… usted tiene mucha experiencia pedagógica, desde los 15 años, dígame ¿Cuál es su pensamiento sobre la educación? - Después de tantos años ejerciendo -y además de sufrir discriminaciones por no tener estudios oficiales y ser proveniente de un lugar humilde- debo decir que es muy difícil aprender si no están las condiciones. Por mi parte, el esfuerzo y la vocación pedagógica me llevaron a crecer como maestra y como persona… (Después de aclarar mi garganta le hago -la que creo que es- la última pregunta) - ¿Qué perfil, según usted, debe tener un maestro? - El maestro verdadero tendrá siempre algo de artista; no podemos aceptar esa especie de jefe de faenas o de capataz de hacienda en que algunos quieren convertir al conductor de los espíritus. Además… …La Maestra era alegre. ¡Pobre mujer herida! Su sonrisa fue un modo de llorar con bondad. Por sobre la sandalia rota y enrojecida, tal sonrisa, la insigne flor de su santidad. ¡Dulce ser! En su río de mieles, caudaloso, largamente abrevaba sus tigres el dolor! Los hierros que le abrieron el pecho generoso ¡más anchas le dejaron las cuencas del amor! … (Con ese fragmento de su poesía, me convenzo que en frente mío está una reina de las palabras bellas… que lindo don). - Me halaga escuchar de su boca tan bellas palabras… ¿Qué más le puede pedir a Dios usted? - ¡Señor! Tú que enseñaste, perdona que yo enseñe; que lleve el nombre de maestra, que Tú llevaste por la Tierra. Dame el amor único de mi escuela; que ni la quemadura de la belleza sea capaz de robarle mi ternura de todos los instantes. Maestro, hazme perdurable el fervor y pasajero el desencanto. Arranca de mí este impuro deseo de justicia que aún me turba, la mezquina insinuación de protesta que sube de mí cuando me hieren. No me duela la incomprensión ni me entristezca el olvido de las que enseñé

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