datos de su vida
Luis Gregorio Ramírez Maestre nació el 30 de septiembre de 1980, en Valledupar, Colombia. No se sabe si convivió o no con sus padres (de origen campesino) durante su infancia, pero se conoce que pasó sus primeros años en una finca, donde aprendió a tejer mochilas y a hacer nudos, perfeccionando después estas habilidades a fin de emplearlas en sus sádicos crímenes. Por otro lado, testimonios de familiares aún vivos dicen que le gustaba jugar, y que se fue de la finca a los 15 años porque no le gustaba estudiar.
Posteriormente, cuando cumplió 18 años, Luis Gregorio ingresó al servicio militar en Barrancabermeja, donde fue asignado a un batallón y aprendió a manejar armas, además de adquirir ciertas destrezas que habrían de servirle para su posterior carrera de asesino serial… Tras acabar el servicio militar, se sabe que trabajó un tiempo amarrando cajas en una bodega, oficio en que pulió aún más la habilidad más importante de lo que después sería su método de tortura.
A más de lo dicho, no se sabe mucho de Luis Gregorio ya que su identidad criminal recién salió a la luz en el 2012, por lo que las investigaciones sobre su vida todavía no se han vertido suficientemente en la web o en fuentes de información accesibles a personal ajeno al ámbito legal, criminalísto y policial.
En todo caso, se conoce que, algunos años antes del 2012, Luis Gregorio se había casado y había tenido descendencia, por lo que en febrero del 2012 se asentó a vivir en Medellín, junto a un cuñado, su esposa y sus tres hijos, aunque en junio del mismo año se fue a Santa Marta, instalándose con su familia (ya con otro hijo más) en el asentamiento de Santa Fe, que es donde tuvo su residencia hasta el día de su captura.
Coherentemente con su actividad criminal, su familia (la parte de su familia con la cual no vivía) refiere que no supo casi nada de Luis Gregorio en los 6 años previos a su captura, excepto lo que éste les decía en las llamadas por celular o teléfono. Finalmente, y ya que Luis Gregorio robaba las motos de sus víctimas y otras pertenencias, cabe pensar que, la venta de esas cosas robadas, probablemente fue su fuente principal de ingresos durante los años en que delinquió…
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Perfil y modus operandi
Carlos Vidal Reyes, psicólogo forense, dijo sobre Luis Gregorio que mostraba “patrones establecidos en las características de las víctimas, la forma de ejecución, y en general elementos de carácter ritual”. Por esas y otras condiciones, el especialista Ramírez Maestre lo describió como “un asesino con un matiz de sofisticación en sus métodos y motivaciones, con un nivel de inteligencia superior al promedio, sin remordimientos ni mecanismos de control de la conducta”. Concordantemente, un funcionario judicial dijo que Luis Gregorio evidenciaba “un desprecio por el ser humano, ya que la forma de matar cada vez era más tecnificada, cómo preparaba la escena, las cuerdas, la forma cómo hacía los nudos; era una tortura, un trato cruel, inhumano”.
En cuanto al perfil de sus víctimas, éste estaba bien definido en función de necesidades operativas como baja peligrosidad en la víctima, bajo riesgo de ser atrapado, facilidad de oportunidades para llevar a la víctima a un lugar adecuado para perpetrar el crimen. De acuerdo con eso, sus presas eran mototaxistas de entre 19 y 30 años, que no medían más de 1.70 metros de estatura, y no pesaban más de 60 kilos.
En función de la naturaleza de sus víctimas, el método de Luis Gregorio consistía en usar su simpatía y locuacidad para generar confianza en el mototaxista, pedirle posteriormente que lo lleve a un lugar a las afueras de la urbe y, cuando por fin el mototaxi se detenía al llegar a su destino, tomar por el cuello al conductor, asfixiándolo hasta que perdiese el conocimiento, siempre evitando causarle la muerte.
Después, cuando la víctima estaba inconsciente, Luis Gregorio la llevaba hasta un sitio con árboles, donde la ataba de espaldas a un árbol, flexionándole las piernas, y poniéndole posteriormente una soga en el cuello, con la cual la colgaba de una rama alta, de tal modo que, para evitar el ahorcamiento, la víctima mantenerse erguida y con las piernas flexionadas, por lo que fallecía cuando, a consecuencia del sueño o el abatimiento físico, relajaba la fuerza…
Según se desprendió de los análisis que el personal de Medicina Legal efectuó sobre los cadáveres, las víctimas del asesino podían permanecer hasta un día entero luchando para no aflojarse, aunque finalmente caían vencidas. Como puede apreciarse, aquí la tortura no era tanto física como psicológica, ya que la víctima estaba sometida a un estrés permanente, a una tensión fulminante: no podía dejarse llevar por el sueño o el cansancio físico, pues entonces empezaba a sentir el proceso de estrangulamiento y, si no lo terminaba rápidamente, éste acababa con su vida.
Parecería demasiado enfermizo como para ser creíble, pero Luis Gregorio era tan sádico que permanecía observando el sufrimiento de sus víctimas por varias horas, y en algunos casos estuvo allí hasta verlas morir… Entonces, una vez que veía morir a la víctima o simplemente antes de irse, robaba la moto y las pertenencias (para revender ambas cosas) y se marchaba, enterrando los cadáveres en algunos casos de aquellos en que veía fallecer al torturado.
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