por Bruno Mateo
Cuenta la historia que cuando Caracas era la ciudad de los “techos rojos” en el Waraira Repano, el hermoso cerro que bordea la ciudad y nos separa de la Guaira, vivía un señor que cultivaba claveles, llamado Pacheco. Nuestro amigo siempre bajaba durante la época de navidad a vender la cosecha de flores en la plaza del mercado, dice el abuelo a su querida nieta. La inquieta niña oye con atención lo que su abuelo cuenta y enseguida pregunta: ¿Y por qué el Señor Pacheco bajaba? El abuelo sonríe y contesta: Porque él es quien trae la navidad a Caracas, además de que hace mucho frríííooo. El señor abraza a su nieta. Es hora de dormir. Mañana comienza Diciembre y el abuelo prometió llevar a su nietecita al Cerro del Waraira. Yo quiero saber más del Señor Pacheco, dice la muchachita. ¡Es hora de dormir!, indica el abuelo. Pero si me cuentas un poquito más te prometo que…, replica. ¡No, Ciprianita! Es de noche. Vamos a hacer algo si te acuestas ahora te podrás levantar más temprano y así llegaremos de primero al cerro donde vive Pacheco, dice astutamente el anciano. La pequeña piensa. Le da un enorme beso a su querido abuelo y alegre se acuesta. El viejo se aleja, pero cuando llega a la puerta, se voltea y dice: Ciprianita mañana es diciembre, pronto llegará la Navidad y tal vez puedas ver a tú sabes quién. Y con su gran sonrisa se despide. Ella sólo piensa en la historia que recién escuchó.
Cipriana y su abuelo están atónitos. No creen lo que les sucede, pero aún así confían en que todo saldrá bien. Caminan y caminan hasta que, por fin, llegan a un jardín cundido de claveles de todos tamaños y colores. Hay amarillos como el Sol. Rojos como tomates. Azules como el mar de la Guaira. Sin embargo, hay una flor que sobresale. Es muy bella y lo más extraño es que sus pétalos son de siete colores. Parece un arcoíris. Esa flor es única en el mundo. Ellos están tan maravillados que ni se percatan de que el señor avanza con una carreta llena de claveles y girasoles. ¡Vengan!, No se queden allí, grita eufórico el desconocido, todavía queda camino por andar y pronto será diciembre. Emprenden de nuevo la caminata. El paisaje del cerro empieza a variar. Hay más sol. Y ya se ven los edificios de la ciudad. Ciprianita contenta grita duro, ¡Llegamos, abuelo! ¡Llegamos! ¡Llegamos! Ya se pueden oír las cornetas de los carros. Ellos llegan a la ciudad gracias al hombre viejo aparecido de la nada. Falta un poco nada más, indica con una sonrisa el señor, ahí mismo está la Puerta de Caracas y un poco más allá la plaza de la Pastora. El abuelo reacciona y le viene a la cabeza el cuento que le echó a su nieta la noche anterior. Comienza a pensar: si este señor vive arriba en el cerro, cultiva claveles y conoce tan bien los caminos del Waraira, entonces este señor es… Mira a Ciprianita. Ella le dice emocionada: Abuelo, yo creo que este señor es…Y como una explosión de alegría se oyen voces que corean: ¡Ahí viene Pacheco! La gente arremolinada espera la entrada del bondadoso jardinero del Waraira Repano.
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