MIEDO AL MIEDO
Mi mayor miedo fue no tener miedo o nunca dejar de tenerlo. Mi mayor miedo fue el miedo al miedo, a mí mismo. Aprendí de bien chico, que nadie podía causarme más daño que el que yo a mi propia persona me profesaba. Siempre fui desmoronando toda cumbre que coronaba, y acometí mi propia Ley de Murphy, pues si algo podía pasar, acababa pasando.
Entre tanto desconcierto, perdí al amor de mi vida; o al menos, al que hasta ahora sigue siendo el acontecimiento más bonito que me ha ocurrido nunca. La perdí, no por no saber quererla, sino por no saber quererme a mí. Si ni yo mismo me quería, cómo comprender que alguien, a quien yo tenía en un altar, se postrase ante mi mirada, para enamorarse de ella. Jamás lo comprendí, y es hoy, años después, cuando aún sigo sin comprenderlo. ¿Qué decir de todo ello? Sí, la sigo queriendo, y eso no va a cambiar nunca, por mucho que cuando la vea, ya mi mente la conciba como una desconocida con la que, al parecer, compartí un pasado. Sé, que la memoria nunca olvida, pero entre tanta entropía, a veces resulta complejo evocar ciertos momentos. Las sonrisas que un día iluminaban el mutuo cielo, van disipándose y siendo eclipsadas por tempestades que todo nublan. Sí, sé que es de iluso, ingenuo e ignorante, el tildar de “amor de mi vida” así “a la ligera”, pero he de admitir, que así lo creo. He estado, estoy y estaré con otras personas. Conoceré a otras chicas que se crucen en mi camino, que puedan aportar a mi viaje cierto edulcorante. Puedo conocer a mil y una personas más, pero sé, y lo digo, basto tiempo después de dejarlo, y ya sin mantener relación con esa chica, que ella, me complementaba en todo. Jamás nadie me prestó tanto, sin pedir nada a cambio. Jamás nadie me hizo evadirme del mundo, para inmiscuirme en otro más recóndito y pequeño. Jamás nadie me hizo sentir que existía un edén que desdén me profería hacia el terrenal lar de donde provenía.
Fue bonito, lo he de admitir. Terminó, lo he ido asumiendo. Pero créanme, se puede superar y extrañar a la vez. Es más, quien olvida, quien con resquemor se queda, es porque aún no ha visto cómo su herida cicatriza. El tiempo no borra, no sana; el tiempo nubla, distorsiona, evade. Yo, he de reconocer que nunca perderé la esperanza por pensar que algún día aquella chica a la que ya solo pongo rostro en mis morfeos, me vuelva a dar un abrazo, y pueda “esnifar” su fragancia.
Como comentaba, siempre fui mi mayor verdugo, mi mayor amenaza. Lastimé mi devenir con pasos sigilosos que sin fuerza pisaban. Siempre quise caminar callado y presenciar, para aprender primero. Siempre quise saber por qué llegué a este mundo. Siempre quise saber demasiado y, en ocasiones, me esforcé demasiado poco por hacerlo. La curiosidad nunca podrá con el gato. Sin embargo, la desidia es su peor enemiga.
Erigí mi futuro con pilares de barro, y como era de esperar, el viento derribó mi hogar. Me quedé, por mi propia culpa, en cueros, temeroso y solo, vagando por praderas que parecían desiertos, o que al menos, yo concebía como tal. Erré tantas veces por miedo, por inseguridad, que daría mi vida, por reiniciar otra. Haría lo que fuese por volver a mi pasado sabiendo todo lo presente, para provocar fluctuación magna en mi futuro. Fui, soy y seguiré siendo, solo espero que cada vez menos, un inepto errante, pues errare humanun est, y al parecer yo debo ser más humano que nadie.
Sí, tropecé mil veces con la misma piedra, me levanté y tallé en la misma, temores que no cesaban de atormentarme. Y es que, si toda la vida, mi mayor traba siempre la impuse yo mismo, cómo no entender, que hoy en día, padezca una enfermedad autoinmune, por la cual, mi propio cuerpo es el que me mata… Es más, justo por eso, por ir desgastándose mi vida cada despertar, es que he aprendido a valorar lo que realmente vale en la vida, y no es más que ella en sí, y el hecho de poder compartirla y amenizarla a todos aquellos, que temporalmente, comparten conmigo sus días. Resulta complejo saberse con una enfermedad crónica, pues se asemeja a sufrir cadena perpetua por actos contra uno mismo. Y es que, soy yo mismo el que me está matando, pues aunque deseé vivir más que nunca, en lo más profundo de mis entrañas, una parte de mí, siempre creyó que vivir no merecía.
Cada día me despierto y esbozo una sonrisa por todo lo que puedo disfrutar, y por todo lo que disfruté. He pagado suficiente por mis errores, pues yo mismo me he fustigado durante largo rato. Aunque siempre habrá humedad en mi retina, y mis ojeras tornadas algo malva; pues siempre quise vivir la vida, mas nunca supe valorarla.
Puedo decir que soy feliz, pues voy, paulatinamente cumpliendo mis sueños, en una ciudad de pesadilla donde todo muta, pero nada cambia. Sí, pese a todo, hoy soy feliz, quizá porque hubo tiempos en los que solía serlo, y aunque haya días en los que agonice mi ánima o eche en falta retales, sé que todo ello me ayuda a serlo, y que quizá nunca deba cicatrizar la herida, para verla sana. Soy feliz, por estar cumpliendo objetivos, y cada día perderme menos, pues he conseguido allanar la salida de una sociedad meritocrática, donde postulan imposible lo posible, pues no ansían repartir migajas. Hoy en día, conozco el truco, esquivé el señuelo, y me vacuné de rabia, pues antes era presa de unos perros, los cuales mis miedos acrecentaban. Puedo decir que tengo, razones por las que vivir, varias, y si mi cuerpo me lo sigue permitiendo, no dudaré en aprovecharlas. A nada nunca tuve miedo, salvo a mí mismo, para mi desgracia. Por suerte, ya me voy conociendo, y arremeto contra mis trampas.
Ya no soy aquel inocente niño que quería cambiar el mundo, ya desistí de todo aquello. Tampoco soy un sumiso que se conforma con que el mundo no le cambie a él, sé que, pese a ser seres educados por imitación, nunca podrá hacerlo. Ahora sé que estoy cambiando el mundo con cada matiz que disperso, pues no soy especial, ni único, soy uno más entre ceros, un igual entre diferentes terceros. Mas, decidí no seguir su ritmo con prisa, y así mi risa manó de nuevo. Con buena letra y despacito, voy marcando mi sendero; aprendí a tiznar mi ruta de color que repelía extremos, y ahora me hallo en una gruta desde donde oteo todo cielo. Soy feliz porque ciertas personas me hicieron, en su momento, serlo. Agradezco que me brindaran la mano, aunque, al pasear, nunca yo solía estrecharla. Siempre quise compañeros de vida, a los que ofrecer mi espalda, y erré por miedos internos que acuciaron mi sonorata. Hoy en día, extraño, recuerdo, y calo mis propias calas; mas ya nunca tengo miedo, pues aprendí a jugar mis cartas. Mientras mi enfermedad respete el juego, no dudaré en compartir mi baraja.
Esta web se reserva el derecho de suprimir, por cualquier razón y sin previo aviso, cualquier contenido generado en los espacios de participación en caso de que los mensajes incluyan insultos, mensajes racistas, sexistas... Tampoco se permitirán los ataques personales ni los comentarios que insistan en boicotear la labor informativa de la web, ni todos aquellos mensajes no relacionados con la noticia que se esté comentando. De no respetarse estas mínimas normas de participación este medio se verá obligado a prescindir de este foro, lamentándolo sinceramente por todos cuantos intervienen y hacen en todo momento un uso absolutamente cívico y respetuoso de la libertad de expresión.
No hay opiniones. Sé el primero en escribir.