Las ocupaciones de terrenos en San Carlos, Cafayate o Animaná, durante los últimos años, merecen ser analizadas desde una perspectiva más general. En primer lugar, no considero que las personas que protagonizaron las tomas sean un “grupito” de resentidos; y en absoluto son los derrotados de algún partido político. Ellos, amigo lector, son la voz y el cuerpo de los reclamos que la comunidad hace a sus gobernantes. Reclamos contra el poder político, que siempre están y evidentemente, sólo a través de sucesos limites y violentos son tomados en cuenta. Ha sido una práctica habitual que se reduzcan sus (nuestras) denuncias contra los políticos, a simple cuestiones moralizantes, como el "no quieren trabajar", o "quieren todo gratis"; hasta expresiones abiertamente xenófobas y discriminatorias: “son los bolivianos". Tales representaciones del problema se reproducen, una a una, por los canales de comunicación, casi siempre movidos por la ignorancia y el interés político. Por una parte, debemos tener presente que la fortuna o el éxito material no depende, exclusivamente, del esfuerzo individual, es decir un premio por haber laburado toda la vida; muchachas! acaso no ven en nuestro viejos de piel curtida, los años de laburo... dónde está el progreso que muchos de ustedes, dicen, llega si se trabaja? Cuanto nos queda a final de mes del salario, cuanto sino una parte ínfima y siempre pensando en los tiempos malos, de esos que siempre llegan. Por un segundo, deténganse frente al espejo: ¿cuánto han trabajado ayer, cuanto trabajaran hoy y cuanto tendrán que trabajar mañana para poder adquirir terrenos y construir sus propias viviendas? La riqueza material no sale de debajo de la cama para el laburante que se levanta primero. Sabemos que la cuestión de la riqueza siempre estuvo acompañada por el poder, cómo también sabemos que los poderosos son muy pocos y los de abajo increíblemente numerosos. Más aún, en sociedades como la nuestra, ser rico, significa tener poder, estar por encima de otro en la escala social. Y créanme, con salarios bajos, precios altos, trabajo en negro, muy difícilmente alguno de nosotros despegue. Miren a su alrededor ¿conocen un amigo, hermano, padre, madre, que ya no esté en la ciudad, que tuvo que migrar para asegurarse sus medios de vida? yo sí, muchos. Es importante hacer notar que en el caso de Cafayate, grupos de inversores, locales y extranjeros, concentran un factor decisivo para la economía de la región: la tierra. Las Bodegas, los hoteles, canchas de golf! barrios privados! en fín, los grandes emprendimientos inmobiliarios, le han puesto precio, muy elevado por cierto, al hogar que necesitamos y reclamamos. Han echado a rodar un proceso de especulación sobre el suelo, que le sirvió no solo para hacer enormes ganancias y de paso lavar dinero, sino también, privarle a la comuna de terrenos, hasta el punto de, hoy se dice, ya no hay terrenos fiscales dónde construir casas del IPV. ¿cómo se llegó a esto? Sería injusto tirarle todo el fado a los que manejan el estado municipal. Aunque de hecho su responsabilidad es Ellos propiciaron la entrega de nuestros recursos. Ante tal situación es que pienso que debemos exigirle a la Municipalidad que se establezca un nuevo reordenamiento espacial del municipio, que privilegie el derecho a la vivienda, por sobre los negocios privados, llevado adelante por la revisión de catastros, y que se contemple la posibilidad de expropiación de terrenos baldíos y suelos sin producción.
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