El efecto invernadero es un comportamiento ambiental esencial para la vida del planeta: es el responsable de que la temperatura media en la superficie terrestre sea de unos 15ºC. Sin gases como el dióxido de carbono (CO2) o el vapor de agua, la temperatura media de la Tierra sería unos 33°C menor, es decir, unos 18ºC bajo cero, lo que haría imposible la vida como la conocemos en la actualidad. Pero la creciente concentración de los gases de efecto invernadero (dióxido de carbono, metano, óxido nitroso, hexafluoruro de azufre y gases fluorados) debido a las diversas actividades del hombre, conlleva una mayor absorción de la radiación infrarroja emitida desde la superficie terrestre y, por lo tanto, un aumento de la temperatura.
Es necesario que en la atmósfera se mantenga el equilibrio entre la recepción de la radiación solar y la emisión de la radiación infrarroja que se devuelve al espacio. Este proceso de equilibrio se llama balance energético de la Tierra y permite mantener la temperatura en un estrecho margen que hace posible la vida.
En un período suficientemente largo, el sistema climático debe estar en equilibrio y la radiación solar entrante en la atmósfera debe ser compensada por la radiación saliente, pues si la entrante fuese mayor que la saliente se produciría un calentamiento, y lo contrario produciría un enfriamiento. Por tanto, en equilibrio, la cantidad de radiación solar entrante en la atmósfera debe ser igual a la radiación solar reflejada saliente, más la radiación infrarroja térmica saliente. Toda alteración de este balance de radiación, ya sea por causas naturales u originadas por el hombre es un forzamiento radiactivo y supone un cambio de clima y del tiempo asociado.
Un observador que mirara la Tierra desde lejos y siguiera su evolución de miles de millones de años, encontraría nuestro planeta extraño e interesante. Se daría cuenta de que, en los últimos años, se produjeron cambios extraños y no podría entender por qué, pensaría que es testigo de un acontecimiento inusual y no dudaría de que se encuentra frente al inicio de una nueva era geológica. Y si supiese que la principal causa de los cambios que observa somos los hombres, no dudaría en llamar a la nueva era Antropoceno, es decir, la era del hombre (Crutzen, 2005).
Los científicos aseguran que son sobre todo las actividades humanas las que determinan la faz de la tierra, al grado que el efecto alcanzó ya la dimensión de las fuerzas geofísicas, lo que deja en evidencia el protagonismo que tiene la especie humana como motor del cambio en la naturaleza en los grandes ciclos biogeoquímicos, especialmente el del carbono, el nitrógeno y el agua
Este cambio global que está experimentando el planeta tiene dos características que lo hacen único con respecto a los otros periodos geológicos: en primer lugar, la rapidez con la que está ocurriendo, pues con cambios considerables en lapsos tan cortos no es posible la evolución de las diferentes especies animales o vegetales (250 años es un pestañeo en términos geológicos), lo que determina un desfase importante entre tiempos biológicos y tiempos históricos, por lo que dichas especies no logran adaptarse y están condenadas a desaparecer; en segundo lugar, una única especie, el ser humano, es la causa de todos estos cambios, al punto que para algunos científicos la variable geológica más importante ahora es la especie humana. De nosotros puede depender el futuro del planeta y la suerte tanto de nuestra especie como de otras.
El efecto invernadero también afecta para mal, por ejemplo Aumento en las enfermedades respiratorias y cardiovasculares, así como en las enfermedades infecciosas causadas por mosquitos y plagas tropicales. Las zonas tropicales se extenderán hacia latitudes más altas, los mosquitos y otras plagas responsables del dengue, la malaria, el cólera y la fiebre amarilla en los trópicos afectarán a una
porción mayor de la población del mundo, por lo que aumentará el número de muertes a causa de estas enfermedades.
Oscar Alonso Fernandez Taborda
José Felix Campos Sánchez
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