El 73,63% de la energía producida a diciembre del 2017 en el país provino de recursos renovables, según la Agencia de Regulación y Control de la Electricidad. La energía de origen no renovable, por provenir de recursos finitos como el uso de combustibles fósiles (termoeléctricas), representó el 26,30%. La diferencia correspondió a importaciones.
Los sistemas hidroeléctricos son presentados como generadores de “energía limpia”, pero este calificativo es cuestionado por los ambientalistas.
David Reyes, vocero de la organización Acción Ecológica, considera que el impacto ambiental de las hidroeléctricas en el país es alto. “Nos preguntamos ¿por qué o para quién la producción de tanta energía? Nos han dicho para exportar, pero en la región andina todos los países están implementando hidroeléctricas, entonces ¿a quién se venderá?”, reprocha.
El estudio ‘Evaluación de ciclo de vida de la electricidad producida en Ecuador’, realizado entre la Escuela Superior Politécnica del Litoral (Espol) y el Instituto Nacional de Eficiencia Energética y Energías Renovables, en 2014, identifica seis efectos ambientales de este tipo de generación: agotamiento de recursos minerales, descenso del nivel de PH del agua, contaminación por el aporte excesivo de nutrientes, gases de efecto invernadero, agotamiento de capa de ozono por la emisión de sustancias bromadas y cloradas, mezcla de óxidos de nitrógeno, hidrocarburos y oxígeno por acción de la radiación solar.
Sin embargo, Ángel Ramírez, decano de la Facultad de Ingeniería Mecánica de la Espol y principal autor del estudio, considera que las hidroeléctricas son menos contaminantes que, por ejemplo, los termoeléctricos. “Analizamos la sostenibilidad ambiental de las diferentes tecnologías usadas en el país y determinamos que las hidroeléctricas tienen un impacto ambiental muy inferior”, dice.
Mijail Arias, docente investigador de la Facultad de Ciencias de la Tierra de la Espol, afirma que el impacto ambiental de una hidroeléctrica depende de su diseño y funcionamiento. Por ejemplo, en el tramo entre la obra de toma del agua y la denominada casa de máquinas, el caudal en el cauce original del río disminuye. “Sin embargo, es deber de la consultora (diseñadora), fiscalizadora de diseños, de la constructora, fiscalizadora de construcción, así como de la operadora, y ente supervisor, garantizar que en todo momento (especialmente en época de estiaje) el río mantenga un caudal suficiente (llamado también ecológico) para satisfacer plenamente todos los servicios ambientales que tienen lugar en ese curso de agua”. Entre ellos, la provisión de agua potable para las poblaciones, hábitat de especies, irrigación, etc.
Incluso, añade Arias, en caso de contarse con especies migratorias en el río, la obra de toma del agua debe contar con una estructura especial que permita el paso de peces. “La hidroeléctrica podría volverse contaminante (baja calidad de agua) si no se le diera el mantenimiento adecuado al embalse o no contara en su diseño con desagües de fondo”, dice.
Además, están los posibles efectos del cambio climático, entre ellos, la reducción del recurso hídrico en determinadas áreas. “Es posible que algunas se vean ‘beneficiadas’ del aumento de precipitación en sus cuencas aportantes; sin embargo, otras vean mermadas notablemente su producción por el efecto contrario”, afirma el especialista Arias
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