La huella ecológica se define como el total de superficie ecológicamente productiva necesaria para producir los recursos consumidos por un ciudadano medio de una determinada comunidad humana, así como la necesaria para absorber los residuos que genera, independientemente de la localización de estas superficies.
Este indicador biofísico de sostenibilidad integra el conjunto de impactos que ejerce una comunidad humana sobre su entorno, considerando tantos los recursos necesarios como los residuos generados para el mantenimiento del modelo de consumo de la comunidad.
Representa el área de tierra o agua ecológicamente productivos (cultivos, pastos, bosques o ecosistemas acuáticos) e idealmente también el volumen de aire, necesarios para generar recursos y además para asimilar los residuos producidos por cada población determinada de acuerdo a su modo de vida, de forma indefinida. Estas medidas se pueden efectuar realizándose a diferentes escalas: individuo (la huella ecológica de una persona), poblaciones (la huella ecológica de una ciudad, de una región, de un país...), comunidades (la huella ecológica de las sociedades agrícolas, de las sociedades industrializadas, etc).
El objetivo fundamental de calcular las huellas ecológicas consiste en evaluar el impacto sobre el planeta de un determinado modo o forma de vida y compararlo con la biocapacidad del planeta. Se trata, pues, de un indicador clave para la sostenibilidad.
La ventaja de medir la huella ecológica para entender la apropiación humana está en aprovechar la habilidad para hacer comparaciones. Es posible comparar, por ejemplo, las emisiones producidas al transportar un bien en particular con la energía requerida para el producto sobre la misma escala (hectáreas).
La huella ecológica se va consolidando como indicador de sostenibilidad a nivel internacional. En el contexto económico, existe desde hace tiempo un indicador aceptado y utilizado mundialmente: el Producto Interior Bruto (PIB). Sin embargo, frente los nuevos desafíos que se nos presentan, necesitamos completar la información que ofrece el PIB para poder diseñar políticas equilibradas que reflejen nuestro compromiso con Medio Ambiente y el bienestar social.
El concepto de huella ecológica se originó en 1996, fruto de los estudios de William Rees y Mathis Wackernagel, interesados en hallar un lenguaje ecológico propio que permitiera medir la sustentabilidad de las formas de vida humanas y su relación directa e indirecta de las capacidades naturales de renovación. Lo hicieron a través de una serie de algoritmos.
Los seres humanos consumen una Tierra y media, pero hay países como España que gastan mucho más. Son algunos de los datos que aporta Mathis Wackernagel (Suiza, 1962), uno de los fundadores del famoso concepto "huella ecológica". Por este trabajo, que alerta sobre la sobreexplotación de los recursos naturales, Wackernagel ha recibido varios premios internacionales de prestigio. El más reciente es el "Zayed Prize for the Environment", que acaba de recoger en Dubai (Emiratos Árabes Unidos, EAU), curiosamente, el país que en la actualidad registra la huella ecológica más alta del mundo.
La huella ecológica se mide en una escala del 0 al 11, repartida entre las distintas actividades humanas productivas, una de las cuales es, principalmente, la absorción de residuos (como los gases producto de la quema de combustibles fósiles).
Igualmente, la huella puede medirse continental, regional, nacional, zonal, familiar o individualmente, ya que se trata de un modelo de medición comparativo.
Fuentes:
https://www.caracteristicas.co/huella-ecologica/
http://www.consumer.es/web/es/medio_ambiente/urbano/2011/03/26/199701.php
https://es.wikipedia.org/wiki/Huella_ecol%C3%B3gica
https://www.ecointeligencia.com/2011/03/que-es-la-huella-ecologica/
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