Ni residual ni fecal: es agua
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Ni residual ni fecal: es agua

La ONU y otros expertos insisten en el reciclaje de las aguas usadas, un proceso que puede repetirse continuamente, como medio para aliviar la presión sobre los recursos hídricos del planeta

Equipo #5 | 18 may 2018

 

 

Hace más de dos milenios, las fuentes de la ciudad de Roma tenían agua fresca, que llegaba a la ciudad gracias a una extensa red acueductos. Los antiguos romanos bebían, se bañaban, hacían sus necesidades... y tenían también solucionado el problema de deshacerse de todas esas aguas sucias. La Cloaca Máxima, una de las redes de alcantarillado más antiguas del mundo, recogía los desechos y los expulsaba al río Tíber. Antes incluso de convertirse en un imperio, Roma ya había abordado el problema del saneamiento: las aguas residuales hay que tirarlas lejos.

Y, tristemente, más de 2.000 años después, aún hay grandes urbes en todo el mundo que acogen a muchas más personas que la antigua metrópoli romana y carecen de sistemas de colectores. Uno de cada tres habitantes de la Tierra sigue sin acceso a saneamiento adecuado. Y, por desgracia, 20 siglos después de aquel modélico sistema de acueductos, 12 de cada 100 personas carecen de acceso a agua potable. Y curiosamente, tras dos milenios, el enfoque de los romanos sigue siendo el predominante en muchos lugares del mundo: hay que deshacerse de lo usado cuanto antes. Con suerte, y como mucho, tratarlo para que no contamine demasiado. Y aun así el 90% de las aguas residuales fluyen sin tratar en el medioambiente. Y ensucian. Y, además, se pierden.

Este miércoles, con motivo del Día Mundial del Agua, Naciones Unidas ha presentado un informe de evaluación de los recursos hídricos, que se centra en las aguas residuales, y se pregunta si pueden ser un nuevo tipo de oro negro.

"Pero hay que cambiar incluso los términos: nada de hablar de aguas residuales", insiste Marlos de Souza, experto en agua de la FAO (agencia de la ONU para la alimentación y la agricultura). Es un primer paso para empezar a ver todo ese líquido como un recurso, en vez de como un desecho. "Como mucho, hablemos de aguas tratadas. O, mejor aún, de aguas recicladas", completa De Souza. El matiz es importante. Porque marca la diferencia entre avanzar un paso o dar dos de una tacada.

Depurar o tratar las aguas es lo mínimo que debe hacerse para que los residuos, al filtrarse, no contaminen el entorno, las aguas subterráneas o los ríos, como le sucedía al Tíber al recibir toda la porquería de la capital imperial. Y no causen enfermedades. En 2012, según el informe, se produjeron 842.000 defunciones por este motivo en países de ingresos bajos y medios.

Reciclar (reutilizar) es ir más allá. Es sumar a esa recogida y canalización de los residuos, y a su tratamiento, la posibilidad de aprovechar un bien cada vez más explotado. El 40% de la población mundial (que es hoy 25 veces mayor que en época romana y ha multiplicado por una cifra aún más alta la presión sobre las reservas de agua dulce de planeta) ya se enfrenta a la escasez.

Un hombre se ducha en una fuente pública en los suburbios de Hyderabad (India).
Un hombre se ducha en una fuente pública en los suburbios de Hyderabad (India).  AP
 

Tradicionalmente, el agua residual o fecal se ha utilizado para el riego de plantaciones, por su utiidad como abono. Pero, sin tratamiento ni control, como aún ocurre en muchos países, especialmente en África, aparecen riesgos para la salud, advierte el informe. Por contra, en lugares como Jordania ya se utiliza para irrigación, de forma planificada y segura, el 90% del líquido usado y tratado. "En mi experiencia en Melbourne (Australia), donde se reciclaba agua tratada para uso agrícola, descubrí que los agricultores preferían comprar esta que depender de la lluvia. Porque llueva más o menos, siempre habrá residuos para depurar y reutilizar", apunta De Souza. "Y además, traían nutrientes como el fósforo o el nitrógeno que sirven como fertilizantes y que se ahorraban tener que comprar", añade el experto de la FAO.

La reutilización de estas aguas para regadío (no solo agrícola, sino también urbano o doméstico) se extiende cada vez más. Y el estudio presentado este miércoles en Durban (Sudáfrica), estima que para 2020 el mercado de tratamiento de líquido para su uso en la industria también habrá crecido un 50%, ya sea para calefacción o refrigeración. Sin olvidar las necesidades del pujante sector de la acuicultura. 

"Si queremos avanzar en este ámbito es esencial concienciar a la sociedad para que acepte el uso de aguas residuales”, mantiene al inicio del informe Irina Bokova, directora general de la Unesco, que ha elaborado el informe con la colaboración de distintas agencias y entidades de ONU-Agua. Precisamente ese cambio cultural será necesario para que se pueda generalizar el reciclaje para agua destinada al consumo humano. Es decir, para beber. La práctica, indica el estudio, es limitada todavía, con experiencias en Windhoek (la capital de Namibia, en el sudoeste de África) desde 1969. En San Diego (EE UU) y Singapur también se bebe agua reciclada sin peligro. O en la Estación Espacial Internacional, los astronautas llevan 16 años reciclando la misma agua una y otra vez.

Infraestructuras costosas

Al igual que un acueducto restaurado aún surte a la romana Fontana di Trevi, la Cloaca Máxima todavía hoy ejerce una cierta función de colector en la capital italiana. Muchos países principalmente los más desarrollados— tenían ya importantes infraestructuras de saneamiento o sobre todo los recursos para crear y manener una red de saneamiento, y, en su caso, depuración y reutilización de las aguas residuales. Pero acometer inversiones de esta magnitud se antoja una quimera para la mayoría de países en desarrollo, que son los que enfrenta(rá)n los mayores problemas de saneamiento y escasez de agua segura. “La generación de aguas residuales es uno de los mayores desafíos asociados al crecimiento de los asentamientos informales barrios de chabolas en los países en desarrollo”, destacan los expertos que han elaborado el documento.

Por ejemplo Lagos, la capital de Nigeria, genera cada día 1,5 millones de metros cúbicos que acaban, en su mayoría sin tratar, en la laguna. ¿Cómo se costea dotar de todas las instalaciones necesarias a una urbe como esa, de 13 millones de habitantes? ¿O a Puerto Príncipe, la destrozada capital haitiana que sufre además los embates del cólera? "Los donantes tendrán que ser importantes", reconoce De Souza, admitiendo que muchos países no lo conseguirán por sí mismos. "Pero lo que intentamos es que fondos como el Banco Mundial, que están financiando proyectos de saneamiento, incluyan desde el principio el enfoque de reciclar y reutilizar el agua", añade el experto.

Porque para esos casos en los que, ni pensar en tratar o reciclar, no hay medios para recoger y canalizar los residuos, puede haber soluciones parciales, admite De Souza. Como mecanismos individuales (o de pequeña escala, familiar o comunitaria) para recolectarlos, convertirlos en abono o filtrarlos antes de dejar que se entremezclen en el entorno. Pero dependen de la actuación de sus usuarios, y no tienen la seguridad protocolaria de un sistema urbano establecido y regulado. Y, además, tampoco son especialmente baratos. "Si vas a invertir dinero en saneamiento, mejor hacerlo en algo definitivo, que funciona y que, además, va a dar como resultado un bien escaso: agua utilizable".

"Cada dólar invertido en infraestructuras para mejorar la seguridad del agua ofrece un retorno de la inversión del 400%", sostiene Benedito Braga, presidente del Consejo Mundial del Agua, un laboratorio de ideas que agrupa principalmente a empresas del sector, junto a ONG y otros actores. "Cada dólar son 4,3 dólares de retorno en [lo que se ahorra en] costes para la salud pública", sin tener en cuenta lo que se genere por el mayor desarrollo al que dé lugar la mejora en el saneamiento, agrega. Braga va más allá y estima que la inseguridad del agua le cuesta a la economía mundial 500.000 millones de dólares al año, impacto medioambiental aparte.

Dando por hecho un escenario de gestión pública, o al menos de cobro de tasas De Souza apunta más posibles beneficios para recuperar esa inversión. "Por cada gota de agua, el Estado puede recaudar tres veces: al vendértela para que la uses, al recogerla usada, y al revenderla una vez tratada para usos agrícolas, por ejemplo", ilustra. Recursos para costear las infraestructuras, o para invertir en otros capítulos, como sanidad, educación... Y además, se dispone de agua que se daba por perdida. Un negocio redondo vienen a decir De Souza, Braga y los autores del estudio para el mundo, al que le falta financiación. Esa que los romanos obtenían de conquistas y tributos sobre otros pueblos menos desarrollados.

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