MUERTE DE MARTIN LUTHER KING
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MUERTE DE MARTIN LUTHER KING

25 ago 2018

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Martin Luther King, el hombre que quiso cambiar el mundo con un sueño

A 50 años de su asesinato, la historia de uno de los líderes de la lucha contra el racismo.

Martin Luther King

El 4 de abril de 1968, Martin Luther King estaba hospedado en el cuarto 306 del motel Lorraine en Memphis, Tennessee. Un día antes había llegado a esa ciudad para preparar una marcha de apoyo a la huelga de los trabajadores sanitarios. Al asomarse al balcón de su habitación, fue impactado por una bala. King fue declarado muerto a las 7:05 p.m.

Martin Luther King fue uno de los rostros más notables de la lucha por los derechos civiles que marcaron la convulsa década de los sesenta. King se basó en su retórica y en su experiencia como reverendo para unificar las voces que exigían el fin del racismo en un país donde la segregación y la división habían penetrado la esfera cotidiana.

 

'Iguales, pero separados'

Las leyes Jim Crow fueron un sistema de discriminación racial que se implementó a finales del siglo XIX en el sur del país, y que advocaban por la división de los espacios públicos con base en el color de piel. Las calles de Estados Unidos eran el escenario del racismo: baños para blancos y baños para negros, asientos de buses para blancos y para negros, e incluso parques para blancos y parques para negros. Las leyes de Jim Crow lograron infiltrarse en casi cualquier aspecto de la vida cotidiana de los estadounidenses.

A mediados de la década de los 50, el descontento hacia la situación venía en aumento. Por esa época, el rostro de Emmett Till, un joven afroamericano de 14 años que fue golpeado, linchado y asesinado en Mississippi en agosto de 1955, y cuya imagen apareció en la revista Jet, fue el punto de partida de una serie de manifestaciones que estallarían tres meses después, el 1 de diciembre de 1955, cuando Rosa Parks fue arrestada por negarse a cederle su asiento a un hombre blanco en un bus en Montgomery, Alabama.

Cuatro días después comenzó el boicot de buses de Montgomery. Los afroamericanos de la ciudad se rehusaron a subirse a los buses en rechazo a las leyes Jim Crow, y en medio de la protesta pacífica –que se extendió por casi un año-, Martin Luther King, un reverendo bautista con doctorado en teología que en ese entonces tenía apenas 26 años, emergió como un líder natural y carismático. 

En noviembre de 1956, se declaró que la segregación racial en buses era inconstitucional. Esta fue la primera gran victoria del movimiento por los derechos civiles, pero no fue la única.

Martin Luther King

Tras el éxito del boicot, King fundó la Conferencia del Sur de Liderazgo Cristiano en 1957, a través de la cual buscó unir a las iglesias afroamericanas para protestar por los derechos civiles de forma no violenta, una técnica inspirada en el método que utilizó Mahatma Gandhi para lograr la independencia de India, conocido como ‘desobediencia civil no violenta’.

King logró organizar una campaña de protestas masivas en Birmingham (Alabama) en 1963. En esta ciudad, uno de los lugares que registraba la mayor cantidad de ataques violentos contra la población afroamericana, se realizaron una serie de protestas pacíficas que incluían las ‘sentadas’ en restaurantes y cafeterías, en las cuales los manifestantes se sentaban en asientos reservados solo para los blancos y no se levantaban de sus puestos, una práctica que iniciaron cuatro estudiantes en un comedor universitario en 1960, y que se convirtió en una medida común en medio de las protestas por los derechos civiles.

Debido a las manifestaciones de Birmingham, King fue encarcelado. Al salir de la prisión, en mayo de 1963, miles de estudiantes se unieron a las protestas en la ciudad. La violencia policial usada en contra de los manifestantes generó una alta difusión mediática y el rechazo de un amplio sector de la sociedad.

Fue en este contexto cuando se gestó, se popularizó y se masificó la Marcha por el Trabajo y la Libertad, realizada el 28 de agosto de 1963.

El 'sueño' de Luther King

En medio de la marcha, con la que se buscaba presionar al presidente John F. Kennedy para que impulsara una acción legislativa concreta que defendiera los derechos de los afroamericanos, y ante una multitud de aproximadamente 250.000 personas, King recitó el discurso que pasaría a la historia: “Tengo un sueño”, en el cual exponía que soñaba con una sociedad en la que todos fueran vistos como iguales y tuvieran los mismos derechos y las mismas oportunidades.

 

El discurso encendió la llama del movimiento por los derechos civiles y consagró a King como el líder de la misma.

Un año después, en 1964, King se convirtió en la persona más joven hasta la fecha en recibir el Premio Nobel de Paz. Ese mismo año, el presidente Lyndon Johnson, que sucedió a Kennedy tras su asesinato, firmó la Ley de los Derechos Civiles, que prohibía la segregación racial en los espacios públicos, un desafío a las leyes de Jim Crow que habían dividido al país en dos.

King continuó su lucha contra el racismo en Chicago, desde donde luchó por evidenciar la pobreza en el país. 

En 1966, se manifestó en contra de la Guerra de Vietnam, a la que Estados Unidos empezaba a incursionar, en una época en la cual oponerse a la guerra era una posición poco popular, y en un momento en el que los movimientos pacifistas apenas se comenzaban a gestar, la posición de King en contra de la guerra no fue muy bien recibida por diversos sectores, y fue blanco de múltiples críticas.

En sus últimos años, King cargaba con el peso del ‘sueño’ por el que tanto había luchado. Había sido catalogado por el FBI como “el hombre más peligroso del país” y el radicalismo estaba convirtiendo las manifestaciones pacíficas en acciones violentas que exigían impacientemente un cambio. 

En ese contexto, en 1968, James Earl Ray, un hombre blanco con tendencias racistas, lo asesinó de un balazo en un motel en Memphis, Tennessee.

50 años después, aún se sienten los efectos del poderoso discurso con el cual Luther King ideó un mundo más igualitario, resumidos en quizás el mayor paso en el movimiento: con Barack Obama, Estados Unidos tuvo su primer presidente negro. 

Sin embargo, la llegada al poder de su sucesor, el republicano Donald Trump, el auge de los movimientos supremacistas blancos y los constantes asesinatos a los afroamericanos por parte de la policía plantean una encrucijada en la lucha de los derechos civiles, que se ha transformado en el movimiento de “Black Lives Matter” (Las vidas negras importan), que demuestra que la lucha por la igualdad está lejos de terminar, en una época que ha probado ser casi tan convulsa como la década en la que Luther King soñó con un mundo mejor.

 

 

4 Dic 2017 periodico el espectador 

MASACRE DE LAS BANANERAS

El general Carlos Cortés Vargas, jefe militar y civil de la provincia de Santa Marta, frente a una multitud de no menos de 7.000 trabajadores de las bananeras de la United Fruit, conmina a los huelguistas, tras escucharse el último toque de una corneta: “Se va a hacer fuego en un minuto”. Una voz surge, corajuda, dentro de la muchedumbre: “Disparen ya, cabrones. Les regalamos el minuto que falta”.

 

Era el 6 de diciembre de 1928. Las tropas del Regimiento Nariño, en su mayoría soldados antioqueños, con fusiles reformados y munición austriaca, con dos ametralladoras de gran calibre y otras seis más pequeñas, de bípode, abren fuego contra los trabajadores, a los que el Estado colombiano declarará después como “cuadrilla de malhechores”.El 12 de noviembre, los “30.000 obreros de la Zona Bananera, desatendidos por la United Fruit en sus reclamaciones, hechas a base de las leyes que los amparan, ordenaron el paro general en toda la zona”, informaba un despacho del corresponsal de El Espectador hecho desde Sevilla. Los trabajadores presentaron un pliego petitorio de nueve puntos, entre los que estaban la supresión de los comisariatos, pago semanal, habitaciones higiénicas y descanso dominical remunerado.

La compañía gringa, con un enclave colonial en el departamento del Magdalena, con el uso de métodos esclavistas y condiciones infrahumanas de trabajo para los obreros, contó con la obsequiosidad de varios gobiernos colombianos, pero, más aún, con el de Miguel Abadía Méndez. Este, ante las exigencias de reivindicaciones proletarias, militarizó la zona.

La empresa extranjera monopolizó, por muchos años, los ferrocarriles, las tierras, la navegación por los caños de Ciénaga, el transporte, las autoridades, las comunicaciones, el negocio de carnes y bastimentos, la electricidad, las exportaciones y, por supuesto, la producción bananera. Los gobiernos le rendían pleitesía a “Mamita Yunai”. Era la dueña de todo, hasta cuando los obreros se rebelaron.

Después de la pavorosa represión contra los huelguistas, ¿cuántos fueron los muertos? Lo real y cruel es que hubo una masacre. Una de las peores en América Latina (donde antes de la de Ciénaga, se presentó la de la Escuela Santa María, en Iquique, Chile, de los trabajadores del salitre, en 1907).

En el libro Bananeras, testimonio vivo de una epopeya, del historiador y periodista Gabriel Fonnegra, se leen testimonios acerca de cómo hicieron desaparecer las decenas de cadáveres. “Comenzamos entonces a recoger los muertos. Hicimos el primer viaje hasta una playa denominada Callejón Ancho, donde había unos botes. Parece que se obligó a unos pescadores de Puebloviejo a llevar los cadáveres, unos 200, hasta el buque Pichincha, de la Armada, anclado como a una milla de la costa…”, cuenta Horacio Hernández, asignado al servicio del coronel Óscar Pérez.

Después, relata que, en otros viajes, “transportamos como 300 víctimas hasta los playones de Aguacoca” y, según la misma versión, “solo dejaron nueve muertos. El coronel Óscar Pérez Villa, borracho, los señalaba a todo el que pasaba y decía: ‘Ahí tienen los nueve puntos del pliego”.

¿Cuántos fueron los muertos? Para la “verdad” oficial, solo nueve. El mismo Cortés Vargas reconoce a 47. El embajador de Estados Unidos en Colombia, Jefferson Caffery, en un reporte al Departamento de Estado sobre lo ocurrido el 5 y 6 de diciembre de 1928, dice que, según la United Fruit Company, el número de huelguistas muertos supera los mil.

La masacre se perpetró, con la complacencia y autoría del Estado colombiano que, como lo recalcaría Gaitán en sus alegatos sobre la masacre, “el Gobierno colombiano tiene la metralla homicida para el pueblo y la rodilla puesta en tierra ante el oro americano”. Para una politóloga y representante uribista la masacre de las bananeras es “un mito histórico de la narrativa comunista”.

En la literatura colombiana, además de Cien años de soledad, en la que un personaje afirma que hubo más de 3.000 muertos (otros, como los militares, dicen “en Macondo no ha pasado nada, ni está pasando, ni pasará nunca. Este es un pueblo feliz”), la masacre de las bananeras está presente en la extraordinaria novela La casa grande, de Álvaro Cepeda Samudio, y en el cuento Si no fuera por la zona Caramba, de Ramón Illán Bacca, entre otras obras.

Esta semana se cumple otro aniversario de la masacre de las bananeras, ocurrida en Ciénaga entre el 5 y 6 de diciembre de 1928. Una posibilidad para seguir luchando contra el olvido, contra las mentiras y manipulaciones oficiales y homenajear la memoria de las víctimas. Los muertos en aquella masacre, nueve o 3.000, siguen clamando y reclamando justicia. Y son ejemplo imperecedero de las luchas por la dignidad y la transformación del mundo.

 

 

 

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