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Llueve en el Ariari

Llueve en el municipio de Medellín del Ariari. Una refrescada de la naturaleza a este pueblo que alcanza a tocar los 32 grados centígrados de temperatura. Llegaron ocho jóvenes a la jornada de capacitación que tuvo lugar después de la ceremonia de entrega digna de tres personas desaparecidas.

Jhoan Rodríguez, Catalina López, Adrian Sánchez y Jefferson Martínez | 14 nov 2018


Llueve en el municipio de Medellín del Ariari. Una refrescada de la naturaleza a este pueblo que alcanza a tocar los 32 grados centígrados de temperatura.

Llegaron ocho jóvenes a la jornada de capacitación que tuvo lugar después de la ceremonia de entrega digna de tres personas desaparecidas. Al hacer la primera reflexión varios comentaban que tenían familiares desaparecidos: Erika relató que la abuela ya dio por perdido a su familiar; Horacio habló de su tío y así los demás jóvenes del grupo fueron mencionando los casos que conocían, pero hasta hoy pareciera que se preguntaron o relacionaron esas historias con lo que estaban cubriendo para el taller de periodismo juvenil.

CATALINA LÓPEZ joven del grupo Herencia y Semilla, destacaba que en la ceremonia la “iglesia estuvo decorada de cierta manera, las bancas donde se acomodaban los familiares y amigos de las víctimas estaban en forma circular dejando en el centro un espacio donde estaba organizado con materiales artificiales formando una mandalaen honor a aquellos y en el altar se encontraban los tres ataúdes acompañados de flores blancas”.

Mientras esta joven describía el espacio, ADRIAN SÁNCHEZ narraba esa mezcla de sentimientos: tristeza y alegría, con la que las familias recibieron a sus seres queridos y con la que “poco a poco vamos dando una sepultura digna a aquellas personas de nuestra comunidad… raptadas por los conflictos armados”, concluye JHOAN RODRÍGUEZ, otro joven del grupo.

El primer registro de un desaparecido en el país data del año 30 y la historia cuenta que para los años 70 se disparó el número de casos. Lo más escalofriante es que aún en este momento ocurren casos de desaparición.
 
Este delito de lesa humanidad es uno de los más perversos porque está diseñado para garantizar la impunidad y es uno de los crímenes más aberrantes porque es una tortura que puede durar hasta tres décadas.
 
Para las familias se convierte en una obsesión, y tiene que serlo, porque solo su perseverancia ha permitido encontrar e identificar a muchos.

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