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En México es evidente y dramático el divorcio entre ética y política. Ahora hasta parece ingenuo insistir en que la política incluye a la ética social en la gestión pública. La política es el ordenamiento que busca el bien público de una sociedad o el bien común, según la tradición cristiana, la protección de la comunidad, así como el custodio de los bienes tangibles y valores. Y por otra parte, la ética, definida como el sistema de valores sobre el bien, la ética como una ciencia del bien; pareciera que la relación con la política sería natural, ya que ésta no es más que una especificación y extensión de la ética. Para algunas personas la política es vocación de vida. En uno de los textos más relevantes sobre política comparada de la década anterior, sus autores, Kaare Strøm y otros, sostienen que la participación en eventos políticos o electorales era semejante a la satisfacción que producía la competencia deportiva o el triunfo del equipo favorito. Esto se puede apreciar también en quienes se preocupan -desde la política- por las causas y consecuencias de los problemas comunitarios o individuales. El debate público sobre la política es añejo. Hoy, la discusión va más lejos que los aportes colectivos, pues se centra en índices de credibilidad. Todos los países, incluidos aquellos con democracias avanzadas, enfrentan cuestionamientos acerca de la contribución de la política. Para algunos, esta actividad, eminentemente pública es vista como un fin, sus propósitos son el bienestar, reparto justo y garantizar certezas a la comunidad.
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La presencia de estos componentes da consistencia a la política. Un segundo enfoque de la discusión la concibe como un medio cuyas decisiones impactan a los seres humanos. Pero, ya sea medio o fin, estaremos de acuerdo que la política debe orientarse a beneficios colectivos. Entre los mecanismos que estimulan a la política a cumplir este objetivo, destacan la división de poderes, los sistemas de rendición de cuentas, la participación de organizaciones civiles y ciudadanas, los medios de comunicación, entre otros. Los contrapesos, y el equilibrio de los mismos, son importantes para encaminarla correctamente. La política se sustenta, de hecho, en un proceso permanente de incorporación de valores. No me refiero a la vieja disputa entre política y moral. Los valores están presentes en ese conjunto de voluntades que se origina a partir de acciones individuales, pero con una finalidad favorable hacia el beneficio común. Tolerancia, respeto, inclusión, diversidad, solidaridad, sustentabilidad, honestidad, legalidad, responsabilidad, cooperación, pertenencia, transparencia o patriotismo, entre otros, se incluyen dentro de una vasta gama de cualidades que la política contiene. El desafío es promover valores que, por sí mismos, figuren como incentivos a la acción pública; todo ello con la ayuda de instrumentos institucionales encargados de dar fuerza a dicha promoción. El ejercicio de la política tiene un papel relevante en el fortalecimiento de dichos valores, y contribuye a que éstos se consoliden en la práctica pública, y, fundamentalmente, de vida.
http://www.milenio.com/opinion/varios-autores/derechos-humanos/la-politica-y-los-valores |
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