Amenazas, disparos en la noche, fiestas multitudinarias en el aniversario del nacimiento de Hitler, cánticos nazis... No estamos en 1938 en la Alemania del III Reich, sino en marzo de 2016 en el norte de la República Federal, en una aldea de apenas cuarenta habitantes situada en un rincón rural de la antigua Alemania oriental, a medio camino entre la afluente y cosmopolita Hamburgo y Stralsund, el distrito electoral de la canciller Angela Merkel. A 250 kilómetros de Berlín, la capital de Europa. Bienvenidos a Jamel, el pueblo nazi.
En el último desvío, una tímida señal avisa de que el camino que allí nace es un callejón sin salida. Entonces el asfalto, húmedo por la lluvia intermitente, se estrecha para serpentear por dos kilómetros entre dos franjas de árboles desnudos. "Jamel", advierte el solitario cartel de la entrada, queriendo decir sin éxito tantas cosas. El pueblo surge tímido poco después, tras la curva. Una docena de casas, separadas de forma caótica por pequeños jardines, setos y algún árbol. Tras unas verjas, un pequeño tobogán de plástico y un aburrido pastor alemán. No se ve a nadie. Silencio.
El 80% en este pueblo son nazis. Son unas 40 personas, incluidos los niños. Hay 11 casas habitadas y en solo cuatro viven personas que no son abiertamente nazis, explica al recibir a la única vecina que, junto a su marido no tiene miedo a denunciar abiertamente a los neonazis en dichoso terreno. Su hogar, un caserío rojo, se encuentra algo retirado de la única calle de la localidad, justo después del ensanchamiento empedrado que marca el comienzo de la Forststrasse. En el otro extremo, a apenas unos metros, se encuentra el epicentro del único asentamiento abiertamente nacionalsocialista de la Alemania actual.
http://www.elconfidencial.com/mundo/2016-03-09/cruces-gamadas-loas-a-hitler-y-ataques-viviendo-en-el-pueblo-nazi-de-alemania_1166142/
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