¿Qué está en juego?
En la última década, las variaciones climáticas relacionadas con el fenómeno de El Niño y La Niña han traído serios retos para la agricultura colombiana, demostrando que muchos agricultores no tienen la capacidad de manejar efectivamente el riesgo y de adaptarse a fluctuaciones climáticas y catástrofes. El cambio climático antropógeno probablemente exacerbe esta situación. Los científicos proyectan aumentos en la variabilidad climática, temperaturas más altas y precipitación errática. En Colombia, el aumento promedio previsto de la temperatura promedio anual para el 2050 se estima que sea de 2.5 °C; y es probable que la precipitación aumente en un 2.5% a mediados de siglo. De hecho, sin adaptación acelerada, el cambio climático resultaría en: • Degradación del suelo y pérdida de materia orgánica en las vertientes andinas. • Inundaciones en las costas Caribe y Pacífica. • Pérdidas de nichos para el café, los frutales, el cacao y el banano. • Cambios en la prevalencia de plagas y enfermedades. • Descongelamiento de glaciares y estrés hídrico. Las proyecciones indican que para el 2050, en la mayoría (>60%) de las áreas actualmente cultivadas se verá impactado probablemente el 80% de los cultivos, y los cultivos perennes de alto valor sufrirán el mayor impacto. Estas proyecciones tienen implicaciones socioeconómicas significativas: el sector agropecuario es responsable del 40% de las exportaciones colombianas, y el 21% de la población depende directamente de la agricultura como fuente de empleo. El cambio climático, por ende, tendría efectos de amplio alcance en la agroindustria, las cadenas de abastecimiento y la seguridad alimentaria y nutricional. Adicionalmente, los efectos del cambio climático tendrán su mayor impacto en los productores de escasos recursos y de pequeña escala. Los pequeños agricultores representan la gran mayoría de los productores de alimentos en Colombia. Entre los cultivos de exportación (que generan el 41% del PIB agrícola), solo la caña de azúcar se cultiva principalmente en grandes plantaciones. Entre el 50% y el 90% de los productores de cereales, café, cacao y musáceas (banano y plátano) son pequeños agricultores, cada uno con fincas de menos de 10 ha.
¿Qué nos espera?
Aumento de la temperatura Se estima que para el 2050, la temperatura promedio anual aumente en promedio 2.5 ºC, alcanzando un máximo de 2.7 ºC en el departamento de Arauca y un mínimo de 2 ºC en los departamentos de Chocó y Nariño. El impacto en la agricultura posiblemente será severo en las regiones o cultivos que experimenten aumentos de temperatura superiores a los 2.5 ºC (Cuadro 1). Estrés hídrico Las temperaturas más altas vendrán acompañadas del descongelamiento de glaciares en los Andes (que tal vez habrán desaparecido para el 2030) y la desaparición de páramos importantes (quizás el 56% ya no existan para el 2050) —ecosistemas que hoy son fuente importante de agua. Entretanto, la variabilidad de la precipitación anual.
Precipitación errática
Los períodos más secos durante todo el año posiblemente serán menos secos, mientras que los períodos más húmedos se intensificarían. Las proyecciones indican un aumento promedio del 2.5% a nivel nacional para el 2050, con un mínimo de cambio de -1.4% en el departamento de Cesar y un máximo de 5.6% en el departamento de Huila. Las únicas excepciones son las regiones secas de la costa Caribe, donde las disminuciones de precipitación anticipada constituyen una mayor causa de preocupación. Los científicos proyectan que el 36% de los productos agrícolas enfrentarán aumentos de precipitación de más del 3% en, por lo menos, el 60% de las áreas cultivadas. Los cambios en los patrones de precipitación pueden alterar las fechas de floración; afectar los factores bióticos (plagas, enfermedades, malezas) en diferentes sistemas de producción, con el consecuente aumento de los costos de producción; y alterar la disponibilidad de agua en el suelo. Las lluvias intensas pueden resultar en inundaciones, erosión del suelo y grandes pérdidas de cultivos. Esta situación se puede ver exacerbada en la costa Pacífica, donde una elevación del nivel del mar puede causar inundaciones y salinización de los suelos.
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