Batalla de Verdún.
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Batalla de Verdún.

La Batalla de Verdún fue la más larga de la Primera Guerra Mundial, y la segunda más sangrienta tras la Batalla del Somme. En ella se enfrentaron los ejércitos francés y alemán entre el 21 de febrero de 1916 y diciembre del mismo año, alrededor de Verdún, en el nordeste de Francia.

Andrea, Raquel y Azahara. | 20 may 2019

BATALLA DE VERDÚN

16 MAY,09:10

 

Siete de la mañana del día 21 de febrero de 1916. Los primeros rayos de luz empiezan a abrirse paso entre la neblina que cubre los bosques nevados de Caures y Haumont, en las inmediaciones de Verdún. En los doce kilómetros de frente que van de Bucourt a Eparges, los observadores franceses vigilan las líneas alemanas como todos los días. El frente lleva meses estabilizado en la zona hasta el punto de que algunos centinelas no temen dormirse en sus puestos de guardia. Quince minutos más tarde, un cañonazo estridente rompe el silencio por sorpresa. A continuación, una lluvia de fuego y acero se precipita sobre las líneas francesas.


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Es el comienzo de lo que se llamará el infierno de Verdún. Una batalla que cumple este año su nonagésimo aniversario, librada con las armas mortales del siglo XX, pero a la usanza del XIX; es decir, lanzando oleadas de hombres, carne de cañón, contra las bien defendidas posiciones enemigas. El saldo de tal despropósito fueron más de 700.000 bajas entre muertos y heridos, en un intervalo de diez meses. Una tragedia que ha hecho que franceses y alemanes la recuerden como un símbolo de lo que no debe repetirse en la historia de ambos países.

Ese fue el mensaje que quisieron dar el presidente francés, François Mitterrand, y el canciller alemán, Helmut Kohl, estrechándose la mano ante el osario de Douaumont en 1984.

Cuando empieza la ofensiva de Verdún, Francia y Alemania ya llevaban año y medio desangrándose en los campos de lo que luego se llamó la Gran Guerra y, más tarde, I Guerra Mundial. Los alemanes habían estado a punto de entrar en París, de no haber sido frenados a la desesperada en el Marne. En los primeros compases del conflicto, los franceses habían sufrido notables bajas al lanzar irresponsablemente a infantes y a caballería a campo descubierto contra las ametralladoras alemanas. Sus coloridos uniformes decimonónicos y los pantalones rojos de los infantes eran una referencia inmejorable para los tiradores alemanes.

Tras las carnicerías de 1914 y 1915, los frentes se estabilizaron en el este de Francia, en una guerra de posiciones atrincheradas que impedía el movimiento de tropas.

 

CARTA DESDE LAS TRINCHERAS

 

 

 

“Varios soldados heridos concuerdan en que, si insisten en enviarnos a morir de forma tan estúpida como hasta ahora, entonces les daremos un poco de su propia medicina por el trasero, para que también sepan cómo se siente”.

(Carta anónima del 21 de febrero desde Stuttgart, posiblemente enviada desde un hospital y dirigida a las autoridades imperiales).

 

“Estamos bastante cerca de los franceses... nos lanzan papeles donde nos avisan que de su lado el asalto es inminente y nos piden que abramos fuego para detener esa ofensiva”.

(Carta del cabo Adolf Benedict de junio de 1915 a sus padres).

De los trenes al transporte de correos.

De los trenes al transporte de correos.

“No tengo la más remota idea de para qué debemos seguir luchando, quizás para que los periódicos puedan publicar una historia que no es la real... Quien desea que la guerra continúe no puede ser llamado nunca más 'ser humano'. La desesperación no puede ser mayor en territorio enemigo, así como en casa. Solo puede quedar gente que no tiene idea de todo esto”.

(Carta desde el frente occidental fechada el 17 de octubre de 1914. Un ejemplo de la diferencia entre lo que se vive en el frente de combate y las versiones oficiales publicadas en la prensa alemana).

 

“Un correo nos trajo la noticia de que nuestras ametralladoras estaban provocando bajas en civiles que habían sido muy amables con nosotros. En una retirada, dispararon en sus casas, prendieron fuego y pronto una columna de humo oscureció la tarde. En las colinas se reunieron los ancianos y otros, la mayoría mujeres, que vivían en las casas quemadas. Los soldados sacaron a la gente joven que fue descubierta con armas. Esos fueron ejecutados sumariamente”.

(Carta desde el frente belga, en Lieja, que fue publicada por el Schwäbischen Merkur el 18 de septiembre de 1914. Esto probaría los crímenes de guerra cometidos por los soldados alemanes contra los civiles en Bélgica. Ya corrían rumores sobre las brutalidades cometidas por los germanos cuando fueron expulsados de Bélgica).

 

“Mientras les escribo estas líneas, a las 20 horas, ocho soldados son enterrados juntos en una fosa común. Hoy un disparo en el pecho, mañana en la fría tumba. Un disparo dio de lleno en una caseta. Esos ocho eran parte de un equipo de 15 bravos soldados, que antes de que se dieran cuenta ya estaban muertos. Una cosa de todos los días”.

(Carta abierta del profesor católico Schäfer del 6 de abril de 1916 a su antigua clase. Publicada en el diario Freiburger Tagespost. Un ejemplo de los intentos, llevados a cabo especialmente por la prensa confesional, de mostrar “a las nuevas generaciones la seriedad de lo que sucede”).

 

“La orden era 'salta, avanza, avanza'. Fuimos sorprendidos por una lluvia de balas enemigas. En un nuevo intento, Heinrich dijo, a unos metros de mí, que había sido alcanzado por dos impactos. Le pedí que me siguiera hablando, pero me respondió 'no tiene sentido, saluda, por favor, a mis padres y a Tulla'. Lo llamé un par de veces, pero no respondió nada, solo quedó el silencio. De repente llegó la orden: 'Retroceder'. No pude quedarme”.

(Carta de un joven voluntario fechada el 23 de octubre de 1914).

 

 

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