FINAL DEL MURO DE BERLÍN
El 9 de noviembre de 1989 sucedió lo impensable en Alemania. El muro de Berlín, que partió en dos a la actual capital germana y que se convirtió en el símbolo de la división del pueblo alemán durante la guerra fría, cayó tras 29 años de haber sido construido.
Solo días antes de este acontecimiento, los berlineses, tanto occidentales como orientales, mantenían la sensación de que esta muralla de 155 kilómetros de extensión era infranqueable e indestructible.
Sin embargo, ocurrió. El muro cayó tras una serie de hechos políticos y sociales desencadenantes y provocó la euforia de los alemanes y de ciudadanos de otras partes del mundo que se enteraban del suceso a través de los cables de noticias o imágenes trasmitidas por satélite.
A la mañana siguiente de la primera noche que marcó el inicio de la caída del muro y con ello el de otros acontecimientos que devinieron en el fin de la guerra fría, el entonces alcalde del Berlín occidental, Walter Momper, dijo en un discurso: "Anoche el pueblo alemán fue el pueblo más feliz del mundo".
Eva Schenk, que tenía entonces 56 años, lloró en el comedor de su casa ante la televisión. "Lloré por dos motivos –explica ahora, a sus 81 años, en la misma casa del barrio de Weissensee–. Porque al fin habría libertad, se podría viajar, esto no sería ya un encierro ;y sentí gran alegría. Pero lloré también porque comprendí que la RDA se acabaría, y mis ideales socialistas se rompían". Como estaba delicada de salud, nosalió a respirar el aroma de Occidente.
"Era verano, hacía muy buen tiempo, y mi difunto marido, que era maestro, estaba de director de una casa de vacaciones con 150 niños a su cargo durante una semana", recuerda la germanooriental Eva Schenk del día de la construcción del Muro. La noticia se expandió como la pólvora. "Mi marido me telefoneó muy nervioso; al saberse lo del Muro, todo el personal de cocina había huido; en la casa tenían comida pero no quien la preparase, y había que dar de comer a los niños –rememora–, así que fui y cociné lo que encontré". Para el matrimonio Schenk, el Muro fue un mazazo, pues ambos creían en el comunismo.
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