Las selvas de América tropical, desde el suroeste de EU hasta el norte de Argentina, son el hogar del jaguar, Panthera onca, felino que en México no sobrepasa de los 65 kilos, y cuyo patrón de motas en su piel identifica a cada individuo.
En México, el jaguar habita desde los matorrales espinosos hasta las selvas de la Península de Yucatán, en estas últimas la humedad y la temperatura crean las condiciones perfectas para tener una vegetación exuberante. Ahí los jaguares caminan silenciosos en busca de pareja o alimento.
Históricamente los jaguares se han movido desde el nivel del mar hasta los 2500 m de altitud, en una gran diversidad de ambientes. En México han usado las cañadas para moverse hacia el norte y ocasionalmente llegan a los estados de Arizona y Nuevo México en los Estados Unidos. La población más norteña se encuentra en Sonora.
Cada hembra procrea uno o dos cachorros. Los cuidará y les enseñará a cazar hasta los 2 o 3 años de edad cuando alcanzan la madurez sexual, momento en que los juveniles abandonan a la madre en busca de un territorio para establecerse.
Los jaguares se alimentan de pecaríes, venados y otros mamíferos. El ser humano compite por sus presas, lo que puede ocasionar que escaseen; en esos casos, los jaguares pueden buscar animales domésticos, lo que provoca conflictos con las poblaciones humanas.
El jaguar está en peligro de extinción. Durante el siglo pasado el jaguar fue cazado intensamente como trofeo y por su piel. A pesar de que en 1987 se prohibió su caza, esta sigue siendo una amenaza para su sobrevivencia.
La deforestación está destruyendo su hábitat, al igual que los incendios forestales, los cuales muchas veces son ocasionados para crear nuevas áreas para ganado y cultivo.
La construcción de carreteras fragmenta y reduce el hábitat disponible para los jaguares y los obliga a moverse de un sitio a otro atravesando los caminos y áreas abiertas. A veces ahí encuentran a la muerte.
Con el fin de proteger a esta especie, el Laboratorio de Ecología y Conservación de Fauna Silvestre del Instituto de Ecología de la UNAM coordinó el Censo Nacional del Jaguar y sus presas (CENJAGUAR), el cual permitió estimar la población de jaguares en México en 3,800 individuos, mediante un diseño estandarizado usando la técnica de foto-trampeo. Este método además da información diversa sobre la historia natural de la especie.
Cuando un jaguar es capturado para estudiarlo se revisa su estado de salud, se determina el sexo, se le toman muestras biológicas y si es necesario se cura enfermedades y parásitos.
Para determinar el tamaño de las reservas que los pueden proteger, durante 10 años se les ha colocado collares de GPS para ubicar la posición exacta de cada individuo a lo largo del año, esto ayuda a precisar la cantidad de terreno que necesitan para vivir.
Con el fin de ayudar a la conservación del hábitat de los jaguares, el Laboratorio de Ecología y Conservación de Fauna Silvestre ha iniciado una campaña de reforestación que involucra a los niños de las escuelas, quienes cultivan árboles en viveros para repartir a los miembros de su comunidad.
Actualmente contamos con la información científica, la capacidad tecnología y la voluntad política para conservar al jaguar. Proteger este felino es recordar la grandeza de nuestra cultura y que nuestro patrimonio natural está en la biodiversidad.
Por Clementina Equihua Z. y Heliot Zarza (IE UNAM)
El jaguar es un felino de gran valor simbólico para las antiguas culturas mexicanas. Desde el punto de vista biológico, está en la cima de la cadena alimentaria y necesitan de grandes extensiones para vivir. Su conservación es clave para preservar a otras especies y a la integridad de diversos ecosistemas tropicales.
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