Casi 10 meses después de la histórica final en Madrid, River y Boca se vuelven a ver las caras en un mano a mano de Copa Libertadores. Por quinta vez en seis años, los dos más grandes del país se cruzan en una serie de eliminación directa tras los festejos del Millo en la Sudamericana 2014, la Libertadores 2015, la Supercopa Argentina 2018 y la mencionada final en el Bernabéu.
Faltan 5 días para la ida en el Monumental y los compromisos de cada uno por Superliga, seguramente con equipos alternativos para cuidar a los titulares. Una eternidad. Pero como la ansiedad puede más que todo, el hincha ya empieza a jugarla en su cabeza, a imaginar cómo será. ¿Quién llega mejor? ¿Cuál de los dos es candidato?
No por nada se dice que los clásicos son partidos aparte, que no importa cómo llegan. Sin embargo, algunas conclusiones se pueden sacar en base a lo visto en las últimas semanas.
Boca va al Monumental con la confianza en su punto más alto en mucho tiempo y ese crédito hay que dárselo a Gustavo Alfaro. Lechuga logró construir un equipo sólido, confiable, ordenado. No es vistoso, pero es eficiente. No golea, pero Andrada no deja de estirar su record de valla invicta. No es un equipazo, pero hasta aquí ha logrado que sus rivales sean peores cuando lo enfrentan. Le pasó a River la última vez que jugaron, le pasó a San Lorenzo el último domingo.
Alfaro está poniendo en práctica lo que mejor sabe hacer y lo que le dio rédito a sus ciclos más exitosos. La diferencia es que en Boca tiene jugadores de categoría con los que puede dar el salto. A su solidez en el fondo le sumó un ataque (y un contraataque) eficaz, capaz de lastimar sin la necesidad de crear muchas situaciones de gol. Y a la pelota parada, su arma predilecta, le ha sacado el máximo provecho.
¿Qué hay del otro lado? Una máquina de competir. Si algo ha demostrado el River de Gallardo es que no necesita llegar en su pico a una serie importante para ser el candidato a ganarla. De hecho, no lo hace. Salvo por los partidos ante Lanús y Huracán al Millo le viene costando cuando el rival le corta los circuitos de pase, lo presiona y no lo deja desplegar su fútbol. Sus delanteros atraviesan una racha negativa y si bien suele tener el control de las acciones, no siempre refleja esa superioridad en peligro de gol. Pero como ya sucedió varias veces en el ciclo del Muñeco, River se siente cómodo cuando no es favorito.
Lo peor que puede hacer Boca es creerse más, salirse de su libreto y subestimar al campeón de América. Lo peor que puede hacer River es dormirse en los laureles, aunque con Gallardo hay garantía de que no sucederá. Si vamos a lo estríctamente futbolístico, al funcionamiento y al despliegue dentro de la cancha de lo que cada entrenador pretende, Boca llega mejor. Pero eso, para el Millo, puede ser una ventaja.
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