Breve Historia del Expreso Imaginario
MORDISCO

Breve Historia del Expreso Imaginario

Uno de los participes necesarios en que el Expreso salga de su estación embrionaria a recorrer calles y neuronas argentinas,fue Pipo Lernoud-.Su relato,sus recuerdo en estas lineas

Pipo Lernoud | 9 feb 2020


El comienzo de la dictadura más sangrienta de la historia latinoamericana –lo que ya es decir mucho- no es una buena oportunidad para empezar una revista basada en la libertad y la ex...plo
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PIPO Lernoud

El comienzo de la dictadura más sangrienta de la historia latinoamericana –lo que ya es decir mucho- no es una buena oportunidad para empezar una revista basada en la libertad y la exploración.

En realidad la idea ya tenía su tiempo de rodaje. Había surgido de la cabeza eternamente creativa de Jorge Pistocchi, ex mecenas de Almendra, ex director de la revista Mordisco, especializada en rock. Jorge me contactó a mediados de 1975 con una carpeta con dibujos y notas, un logo y la primera tapa ya diseñada.

Empezamos a buscar financiamiento para el proyecto, y pensar en armar un equipo. El primero que se nos ocurrió fue Horacio Fontova, el “negro renacentista”, actor, dibujante, músico, escritor y viejo amigo de las noches de naufragio con Miguel Abuelo y Tanguito. Horacio le pondría la impronta estética al Expreso, una personalidad que la destaca entre las revistas de la Argentina y probablemente del mundo. Jorge trajo a Alfredo Rosso, que estaba terminando la colimba y escribía para su anterior revista, Mordisco. El veinteañero Rosso trajo a dos amigos, Claudio Kleiman –compañero de la colimba- y Fernando Basabru.

Cuando finalmente, después de meses de búsqueda y pruebas fallidas, apareció el editor-financista, el abogado Alberto Ohanian, ya era verano. 1976 se nos vino encima, y con él el golpe militar de Videla y sus secuaces. Nos reunimos y nos preguntamos: ¿Qué hacer?

La decisión fue seguir adelante, ver cómo venía la mano, no hablar de temas urticantes: política, religión, drogas. Decir las cosas a través de otros, con metáforas literarias y artísticas. “Hay todo un mundo fuera de lo que está prohibido, y vamos a recorrerlo para no asfixiarnos. Parezcamos una revista de música a los torpes ojos de los censores.”

Las reuniones de redacción, delirantes y creativas, eran lo que hoy se llamaría un brain storming, sólo que las ideas y las tormentas eran muy extremas, motorizadas por la brillante imaginación de Jorge y el humor corrosivo del Negro Fontova. La redacción era como una extraña isla de libertad en medio de una ciudad callada y asustada.

Ya se sabe que las tapas del Expreso fueron una marca indeleble de la revista, y un toque de color y locura en los kioscos monocromos y censurados del Proceso. La idea era que cada tapa fuera diferente, y contara una historia por si misma. El famoso tomatazo a Travolta, símbolo de la cultura pasatista que la dictadura quería imponer, es un ejemplo

 

ALGUNAS NOTAS NOTABLES

 

La Nota de Punk El punk estaba surgiendo contra todo en Inglaterra y USA, y Alfredo traía todos los días las noticias que buscaba afanosamente en los medios extranjeros, en tiempos en los que no había internet ni computadoras, aunque hoy parezca mentira. No sabíamos si reflejar la violencia contracultural del punk inglés con sus letras desafiantes y sus historias sangrientas sería aceptable para la mentalidad del proceso. Pero tampoco nos pusimos a pensar demasiado. Partíamos de la base de que casi todo se podía decir si era con palabras de autores extranjeros que pertenecieran al mundo occidental y cristiano, y, después de todo, Johnny Rotten era extranjero.

A mí se me ocurrió desde el segundo número hacer una sección llamada “Guía práctica para habitar el planeta Tierra”, para hablar por primera vez de “ecología aplicada”. Aunque leída hoy la sección parece ingenua, a través de los años me he encontrado con muchísima gente que se interesó por la alimentación y la medicina natural a partir de esas pocas páginas, y el movimiento de agricultura ecológica en la Argentina surgió a partir de los lectores de la Guía y de las minuciosas notas de José Luis Damato.

En realidad, creo que hay que agradecerle a Damato que nos acostumbró a la investigación seria y la información fidedigna en temas “alternativos” como el cambio climático (¡¡en 1978!!), las energías renovables, la manipulación genética, la crítica a la energía nuclear, etc. En lo nuclear, José Luis hizo una nota demoledora a partir de la película Síndrome de China, y por un instante pensamos que nos métiamos en problemas, ya que la energía nuclear siempre fue un negocio particular y secreto de los milicos, y en ese momento más que nunca.

Investigación seria e información minuciosa también tenían las notas de Basabru sobre jazz y música de vanguardia y las de Claudio sobre el rock y el folk norteamericanos. La idea de decir TODO sobre un artista resultaba en páginas y páginas de tipografía que llamábamos “arráncate los ojos” porque ningún autor quería cortar lo que tanto trabajo había requerido averiguar.

Siempre nos pareció que como buena revista de rock, teníamos que hablar de los grandes del tango, el folklore, la música brasilera o la salsa. Es decir, no se trata de géneros musicales, sino de personas que muestran caminos nuevos. Fue así que en la sexta tapa del Expreso, antes que ningún músico de rock, pusimos a Piazzolla, con un reportaje extenso.

Los geniales Egberto Gismonti y Hermeto Paschoal de Brasil y Opa, conjunto de los hermanos Fatorrusso de Uruguay, vistieron por primera vez la tapa de una revista popular en cualquier lugar del mundo. Egberto, con la historia de sus búsquedas sonoras entre las tribus amazónicas del Xingú, mezclado con su formación de alto nivel clásico y jazzístico, causo sorpresa y una legión de seguidores. Hermeto mostró por primera vez a los argentinos que no hacía falta gran tecnología –preocupación central de los rockeros de la época- para inventar una música asombrosa, y nos mantuvo alelados a Alfredo, Claudio, Fernando y a mí con un recital de una hora con dos botellas de gaseosa.

Damato hizo una meticulosa nota de muchas páginas sobre la teoría jungiana del Inconsciente Colectivo, graficándola con imágenes parecidas de todas las culturas y los tiempos. De allí salió la inspiración de Charly para componer el tema, que habla de “los aleros de la mente”.

Diana Bellessi, hoy poeta laureada argentina, hizo una serie de reportajes sobre la poesía aborigen y los cantantes de las quebradas, trabajando bajo la guía de Leda Valladares. También cubrió las distintas culturas aborígenes de América, contadas como experiencias vivas e inspiradoras.

Desde los primeros números, a instancias de Pistocchi, buscamos dibujantes creativos que generaran historietas divertidas y directas. Rolando Rojo, Gustavo Dall´Occhio, Diego Vegezzi, Resorte Hornos, Rubén Vásquez (Nebur) y otros produjeron una seguidilla de cuentos dibujados altamente satíricos y delirantes. Jorge consiguió los derechos de “Little Nemo en el país de los

sueños”, una de las primeras historietas. Jorge también tuvo la idea de hacer fotonovelas, y con la ayuda de fotógrafos excepcionales como Eduardo Martí y Uberto Sagramoso ese territorio se convirtió en un mundo nuevo en el que, otra vez, se podían decir cosas sin decirlas.

La lista de periodistas de hoy que debutaron en el Expreso es muy larga: Por ejemplo, los secretarios de redacción de las distintas etapas: Ralph Rotschild –hoy editor de La Mano, Sandra Russo, Gloria Guerrero. Adriana Franco hoy escribiendo de rock en La Nación, empezó con unas crónicas a principios de los 80.

Roberto Pettinatto llegó a la revista a través de una carta de lectores, oculto tras el seudónimo Laura Ponte, y se quedó para siempre. Con su obsesión por el “Nuevo Periodismo” de Tom Wolfe, Truman Capote y Hunter Thomson, y sus permanentes arranques de sátira y sarcasmo, contribuyo a renovar el lenguaje. Cuando poco a poco todos nos fuimos yendo, Pettinatto quedó para dirigir el último año de la revista, ya con una tónica claramente musical.

En el segundo número pusimos como editorial una letra del grupo escocés Incredible String Band que es toda una declaración de principios de la revista, y lo opuesto al pensamiento intolerante de la dictadura de ese momento, y que me gusta para cerrar estos recuerdos:

“Su cabeza es tan amplia que todo lo que la vida dice tiene lugar para vivir y respirar y ser, y más aún…”

PIPO LERNOUD

ealidad la idea ya tenía su tiempo de rodaje. Había surgido de la cabeza eternamente creativa de Jorge Pistocchi, ex mecenas de Almendra, ex director de la revista Mordisco, especializada en rock. Jorge me contactó a mediados de 1975 con una carpeta con dibujos y notas, un logo y la primera tapa ya diseñada.
Empezamos a buscar financiamiento para el proyecto, y pensar en armar un equipo. El primero que se nos ocurrió fue Horacio Fontova, el “negro renacentista”, actor, dibujante, músico, escritor y viejo amigo de las noches de naufragio con Miguel Abuelo y Tanguito. Horacio le pondría la impronta estética al Expreso, una personalidad que la destaca entre las revistas de la Argentina y probablemente del mundo. Jorge trajo a Alfredo Rosso, que estaba terminando la colimba y escribía para su anterior revista, Mordisco. El veinteañero Rosso trajo a dos amigos, Claudio Kleiman –compañero de la colimba- y Fernando Basabru.

Cuando finalmente, des
l comienzo de la dictadura más sangrienta de la historia latinoamericana –lo que ya es decir mucho- no es una buena oportunidad para empezar una revista basada en la libertad y la exploración.

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l comienzo de la dictadura más sangrienta de la historia latinoamericana –lo que ya es decir mucho- no es una buena oportunidad para empezar una revista basada en la libertad y la exploración.

En realidad la idea ya tenía su tiempo de rodaje. Había surgido de la cabeza eternamente creativa de Jorge Pistocchi, ex mecenas de Almendra, ex director de la revista Mordisco, especializada en rock. Jorge me contactó a mediados de 1975 con una carpeta con dibujos y notas, un logo y la primera tapa ya diseñada.
Empezamos a buscar financiamiento para el proyecto, y pensar en armar un equipo. El primero que se nos ocurrió fue Horacio Fontova, el “negro renacentista”, actor, dibujante, músico, escritor y viejo amigo de las noches de naufragio con Miguel Abuelo y Tanguito. Horacio le pondría la impronta estética al Expreso, una personalidad que la destaca entre las revistas de la Argentina y probablemente del mundo. Jorge trajo a Alfredo Rosso, que estaba terminando la colimba y escribía para su anterior revista, Mordisco. El veinteañero Rosso trajo a dos amigos, Claudio Kleiman –compañero de la colimba- y Fernando Basabru.

Cuando finalmente, después de meses de búsqueda y pruebas fallidas, apareció el editor-financista, el abogado Alberto Ohanian, ya era verano. 1976 se nos vino encima, y con él el golpe militar de Videla y sus secuaces. Nos reunimos y nos preguntamos: ¿Qué hacer?

La decisión fue seguir adelante, ver cómo venía la mano, no hablar de temas urticantes: política, religión, drogas. Decir las cosas a través de otros, con metáforas literarias y artísticas. “Hay todo un mundo fuera de lo que está prohibido, y vamos a recorrerlo para no asfixiarnos. Parezcamos una revista de música a los torpes ojos de los censores.”
 
l comienzo de la dictadura más sangrienta de la historia latinoamericana –lo que ya es decir mucho- no es una buena oportunidad para empezar una revista basada en la libertad y la exploración.

En realidad la idea ya tenía su tiempo de rodaje. Había surgido de la cabeza eternamente creativa de Jorge Pistocchi, ex mecenas de Almendra, ex director de la revista Mordisco, especializada en rock. Jorge me contactó a mediados de 1975 con una carpeta con dibujos y notas, un logo y la primera tapa ya diseñada.
Empezamos a buscar financiamiento para el proyecto, y pensar en armar un equipo. El primero que se nos ocurrió fue Horacio Fontova, el “negro renacentista”, actor, dibujante, músico, escritor y viejo amigo de las noches de naufragio con Miguel Abuelo y Tanguito. Horacio le pondría la impronta estética al Expreso, una personalidad que la destaca entre las revistas de la Argentina y probablemente del mundo. Jorge trajo a Alfredo Rosso, que estaba terminando la colimba y escribía para su anterior revista, Mordisco. El veinteañero Rosso trajo a dos amigos, Claudio Kleiman –compañero de la colimba- y Fernando Basabru.

Cuando finalmente, después de meses de búsqueda y pruebas fallidas, apareció el editor-financista, el abogado Alberto Ohanian, ya era verano. 1976 se nos vino encima, y con él el golpe militar de Videla y sus secuaces. Nos reunimos y nos preguntamos: ¿Qué hacer?

La decisión fue seguir adelante, ver cómo venía la mano, no hablar de temas urticantes: política, religión, drogas. Decir las cosas a través de otros, con metáforas literarias y artísticas. “Hay todo un mundo fuera de lo que está prohibido, y vamos a recorrerlo para no asfixiarnos. Parezcamos una revista de música a los torpes ojos de los censores.”
 
l comienzo de la dictadura más sangrienta de la historia latinoamericana –lo que ya es decir mucho- no es una buena oportunidad para empezar una revista basada en la libertad y la exploración.

En realidad la idea ya tenía su tiempo de rodaje. Había surgido de la cabeza eternamente creativa de Jorge Pistocchi, ex mecenas de Almendra, ex director de la revista Mordisco, especializada en rock. Jorge me contactó a mediados de 1975 con una carpeta con dibujos y notas, un logo y la primera tapa ya diseñada.
Empezamos a buscar financiamiento para el proyecto, y pensar en armar un equipo. El primero que se nos ocurrió fue Horacio Fontova, el “negro renacentista”, actor, dibujante, músico, escritor y viejo amigo de las noches de naufragio con Miguel Abuelo y Tanguito. Horacio le pondría la impronta estética al Expreso, una personalidad que la destaca entre las revistas de la Argentina y probablemente del mundo. Jorge trajo a Alfredo Rosso, que estaba terminando la colimba y escribía para su anterior revista, Mordisco. El veinteañero Rosso trajo a dos amigos, Claudio Kleiman –compañero de la colimba- y Fernando Basabru.

Cuando finalmente, después de meses de búsqueda y pruebas fallidas, apareció el editor-financista, el abogado Alberto Ohanian, ya era verano. 1976 se nos vino encima, y con él el golpe militar de Videla y sus secuaces. Nos reunimos y nos preguntamos: ¿Qué hacer?

La decisión fue seguir adelante, ver cómo venía la mano, no hablar de temas urticantes: política, religión, drogas. Decir las cosas a través de otros, con metáforas literarias y artísticas. “Hay todo un mundo fuera de lo que está prohibido, y vamos a recorrerlo para no asfixiarnos. Parezcamos una revista de música a los torpes ojos de los censores.”
 
l comienzo de la dictadura más sangrienta de la historia latinoamericana –lo que ya es decir mucho- no es una buena oportunidad para empezar una revista basada en la libertad y la exploración.

En realidad la idea ya tenía su tiempo de rodaje. Había surgido de la cabeza eternamente creativa de Jorge Pistocchi, ex mecenas de Almendra, ex director de la revista Mordisco, especializada en rock. Jorge me contactó a mediados de 1975 con una carpeta con dibujos y notas, un logo y la primera tapa ya diseñada.
Empezamos a buscar financiamiento para el proyecto, y pensar en armar un equipo. El primero que se nos ocurrió fue Horacio Fontova, el “negro renacentista”, actor, dibujante, músico, escritor y viejo amigo de las noches de naufragio con Miguel Abuelo y Tanguito. Horacio le pondría la impronta estética al Expreso, una personalidad que la destaca entre las revistas de la Argentina y probablemente del mundo. Jorge trajo a Alfredo Rosso, que estaba terminando la colimba y escribía para su anterior revista, Mordisco. El veinteañero Rosso trajo a dos amigos, Claudio Kleiman –compañero de la colimba- y Fernando Basabru.

Cuando finalmente, después de meses de búsqueda y pruebas fallidas, apareció el editor-financista, el abogado Alberto Ohanian, ya era verano. 1976 se nos vino encima, y con él el golpe militar de Videla y sus secuaces. Nos reunimos y nos preguntamos: ¿Qué hacer?

La decisión fue seguir adelante, ver cómo venía la mano, no hablar de temas urticantes: política, religión, drogas. Decir las cosas a través de otros, con metáforas literarias y artísticas. “Hay todo un mundo fuera de lo que está prohibido, y vamos a recorrerlo para no asfixiarnos. Parezcamos una revista de música a los torpes ojos de los censores.”
 
l comienzo de la dictadura más sangrienta de la historia latinoamericana –lo que ya es decir mucho- no es una buena oportunidad para empezar una revista basada en la libertad y la exploración.

En realidad la idea ya tenía su tiempo de rodaje. Había surgido de la cabeza eternamente creativa de Jorge Pistocchi, ex mecenas de Almendra, ex director de la revista Mordisco, especializada en rock. Jorge me contactó a mediados de 1975 con una carpeta con dibujos y notas, un logo y la primera tapa ya diseñada.
Empezamos a buscar financiamiento para el proyecto, y pensar en armar un equipo. El primero que se nos ocurrió fue Horacio Fontova, el “negro renacentista”, actor, dibujante, músico, escritor y viejo amigo de las noches de naufragio con Miguel Abuelo y Tanguito. Horacio le pondría la impronta estética al Expreso, una personalidad que la destaca entre las revistas de la Argentina y probablemente del mundo. Jorge trajo a Alfredo Rosso, que estaba terminando la colimba y escribía para su anterior revista, Mordisco. El veinteañero Rosso trajo a dos amigos, Claudio Kleiman –compañero de la colimba- y Fernando Basabru.

Cuando finalmente, después de meses de búsqueda y pruebas fallidas, apareció el editor-financista, el abogado Alberto Ohanian, ya era verano. 1976 se nos vino encima, y con él el golpe militar de Videla y sus secuaces. Nos reunimos y nos preguntamos: ¿Qué hacer?

La decisión fue seguir adelante, ver cómo venía la mano, no hablar de temas urticantes: política, religión, drogas. Decir las cosas a través de otros, con metáforas literarias y artísticas. “Hay todo un mundo fuera de lo que está prohibido, y vamos a recorrerlo para no asfixiarnos. Parezcamos una revista de música a los torpes ojos de los censores.”

ealidad la idea ya tenía su tiempo de rodaje. Había surgido de la cabeza eternamente creativa de Jorge Pistocchi, ex mecenas de Almendra, ex director de la revista Mordisco, especializada en rock. Jorge me contactó a mediados de 1975 con una carpeta con dibujos y notas, un logo y la primera tapa ya diseñada.
Empezamos a buscar financiamiento para el proyecto, y pensar en armar un equipo. El primero que se nos ocurrió fue Horacio Fontova, el “negro renacentista”, actor, dibujante, músico, escritor y viejo amigo de las noches de naufragio con Miguel Abuelo y Tanguito. Horacio le pondría la impronta estética al Expreso, una personalidad que la destaca entre las revistas de la Argentina y probablemente del mundo. Jorge trajo a Alfredo Rosso, que estaba terminando la colimba y escribía para su anterior revista, Mordisco. El veinteañero Rosso trajo a dos amigos, Claudio Kleiman –compañero de la colimba- y Fernando Basabru.

Cuando finalmente, después de meses de búsqueda y pruebas fallidas, apareció el editor-financista, el abogado Alberto Ohanian, ya era verano. 1976 se nos vino encima, y con él el golpe militar de Videla y sus secuaces. Nos reunimos y nos preguntamos: ¿Qué hacer?

La decisión fue seguir adelante, ver cómo venía la mano, no hablar de temas urticantes: política, religión, drogas. Decir las cosas a través de otros, con metáforas literarias y artísticas. “Hay todo un mundo fuera de lo que está prohibido, y vamos a recorrerlo para no asfixiarnos. Parezcamos una revista de música a los torpes ojos de los censores.”
 
l comienzo de la dictadura más sangrienta de la historia latinoamericana –lo que ya es decir mucho- no es una buena oportunidad para empezar una revista basada en la libertad y la exploración.

En realidad la idea ya tenía su tiempo de rodaje. Había surgido de la cabeza eternamente creativa de Jorge Pistocchi, ex mecenas de Almendra, ex director de la revista Mordisco, especializada en rock. Jorge me contactó a mediados de 1975 con una carpeta con dibujos y notas, un logo y la primera tapa ya diseñada.
Empezamos a buscar financiamiento para el proyecto, y pensar en armar un equipo. El primero que se nos ocurrió fue Horacio Fontova, el “negro renacentista”, actor, dibujante, músico, escritor y viejo amigo de las noches de naufragio con Miguel Abuelo y Tanguito. Horacio le pondría la impronta estética al Expreso, una personalidad que la destaca entre las revistas de la Argentina y probablemente del mundo. Jorge trajo a Alfredo Rosso, que estaba terminando la colimba y escribía para su anterior revista, Mordisco. El veinteañero Rosso trajo a dos amigos, Claudio Kleiman –compañero de la colimba- y Fernando Basabru.

Cuando finalmente, después de meses de búsqueda y pruebas fallidas, apareció el editor-financista, el abogado Alberto Ohanian, ya era verano. 1976 se nos vino encima, y con él el golpe militar de Videla y sus secuaces. Nos reunimos y nos preguntamos: ¿Qué hacer?

La decisión fue seguir adelante, ver cómo venía la mano, no hablar de temas urticantes: política, religión, drogas. Decir las cosas a través de otros, con metáforas literarias y artísticas. “Hay todo un mundo fuera de lo que está prohibido, y vamos a recorrerlo para no asfixiarnos. Parezcamos una revista de música a los torpes ojos de los censores.”
 
l comienzo de la dictadura más sangrienta de la historia latinoamericana –lo que ya es decir mucho- no es una buena oportunidad para empezar una revista basada en la libertad y la exploración.

En realidad la idea ya tenía su tiempo de rodaje. Había surgido de la cabeza eternamente creativa de Jorge Pistocchi, ex mecenas de Almendra, ex director de la revista Mordisco, especializada en rock. Jorge me contactó a mediados de 1975 con una carpeta con dibujos y notas, un logo y la primera tapa ya diseñada.
Empezamos a buscar financiamiento para el proyecto, y pensar en armar un equipo. El primero que se nos ocurrió fue Horacio Fontova, el “negro renacentista”, actor, dibujante, músico, escritor y viejo amigo de las noches de naufragio con Miguel Abuelo y Tanguito. Horacio le pondría la impronta estética al Expreso, una personalidad que la destaca entre las revistas de la Argentina y probablemente del mundo. Jorge trajo a Alfredo Rosso, que estaba terminando la colimba y escribía para su anterior revista, Mordisco. El veinteañero Rosso trajo a dos amigos, Claudio Kleiman –compañero de la colimba- y Fernando Basabru.

Cuando finalmente, después de meses de búsqueda y pruebas fallidas, apareció el editor-financista, el abogado Alberto Ohanian, ya era verano. 1976 se nos vino encima, y con él el golpe militar de Videla y sus secuaces. Nos reunimos y nos preguntamos: ¿Qué hacer?

La decisión fue seguir adelante, ver cómo venía la mano, no hablar de temas urticantes: política, religión, drogas. Decir las cosas a través de otros, con metáforas literarias y artísticas. “Hay todo un mundo fuera de lo que está prohibido, y vamos a recorrerlo para no asfixiarnos. Parezcamos una revista de música a los torpes ojos de los censores.”
 
l comienzo de la dictadura más sangrienta de la historia latinoamericana –lo que ya es decir mucho- no es una buena oportunidad para empezar una revista basada en la libertad y la exploración.

En realidad la idea ya tenía su tiempo de rodaje. Había surgido de la cabeza eternamente creativa de Jorge Pistocchi, ex mecenas de Almendra, ex director de la revista Mordisco, especializada en rock. Jorge me contactó a mediados de 1975 con una carpeta con dibujos y notas, un logo y la primera tapa ya diseñada.
Empezamos a buscar financiamiento para el proyecto, y pensar en armar un equipo. El primero que se nos ocurrió fue Horacio Fontova, el “negro renacentista”, actor, dibujante, músico, escritor y viejo amigo de las noches de naufragio con Miguel Abuelo y Tanguito. Horacio le pondría la impronta estética al Expreso, una personalidad que la destaca entre las revistas de la Argentina y probablemente del mundo. Jorge trajo a Alfredo Rosso, que estaba terminando la colimba y escribía para su anterior revista, Mordisco. El veinteañero Rosso trajo a dos amigos, Claudio Kleiman –compañero de la colimba- y Fernando Basabru.

Cuando finalmente, después de meses de búsqueda y pruebas fallidas, apareció el editor-financista, el abogado Alberto Ohanian, ya era verano. 1976 se nos vino encima, y con él el golpe militar de Videla y sus secuaces. Nos reunimos y nos preguntamos: ¿Qué hacer?

La decisión fue seguir adelante, ver cómo venía la mano, no hablar de temas urticantes: política, religión, drogas. Decir las cosas a través de otros, con metáforas literarias y artísticas. “Hay todo un mundo fuera de lo que está prohibido, y vamos a recorrerlo para no asfixiarnos. Parezcamos una revista de música a los torpes ojos de los censores.”
 
l comienzo de la dictadura más sangrienta de la historia latinoamericana –lo que ya es decir mucho- no es una buena oportunidad para empezar una revista basada en la libertad y la exploración.

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En realidad la idea ya tenía su tiempo de rodaje. Había surgido de la cabeza eternamente creativa de Jorge Pistocchi, ex mecenas de Almendra, ex director de la revista Mordisco, especializada en rock. Jorge me contactó a mediados de 1975 con una carpeta con dibujos y notas, un logo y la primera tapa ya diseñada.
Empezamos a buscar financiamiento para el proyecto, y pensar en armar un equipo. El primero que se nos ocurrió fue Horacio Fontova, el “negro renacentista”, actor, dibujante, músico, escritor y viejo amigo de las noches de naufragio con Miguel Abuelo y Tanguito. Horacio le pondría la impronta estética al Expreso, una personalidad que la destaca entre las revistas de la Argentina y probablemente del mundo. Jorge trajo a Alfredo Rosso, que estaba terminando la colimba y escribía para su anterior revista, Mordisco. El veinteañero Rosso trajo a dos amigos, Claudio Kleiman –compañero de la colimba- y Fernando Basabru.

Cuando finalmente, después de meses de búsqueda y pruebas fallidas, apareció el editor-financista, el abogado Alberto Ohanian, ya era verano. 1976 se nos vino encima, y con él el golpe militar de Videla y sus secuaces. Nos reunimos y nos preguntamos: ¿Qué hacer?

La decisión fue seguir adelante, ver cómo venía la mano, no hablar de temas urticantes: política, religión, drogas. Decir las cosas a través de otros, con metáforas literarias y artísticas. “Hay todo un mundo fuera de lo que está prohibido, y vamos a recorrerlo para no asfixiarnos. Parezcamos una revista de música a los torpes ojos de los censores.”
 
l comienzo de la dictadura más sangrienta de la historia latinoamericana –lo que ya es decir mucho- no es una buena oportunidad para empezar una revista basada en la libertad y la exploración.

En realidad la idea ya tenía su tiempo de rodaje. Había surgido de la cabeza eternamente creativa de Jorge Pistocchi, ex mecenas de Almendra, ex director de la revista Mordisco, especializada en rock. Jorge me contactó a mediados de 1975 con una carpeta con dibujos y notas, un logo y la primera tapa ya diseñada.
Empezamos a buscar financiamiento para el proyecto, y pensar en armar un equipo. El primero que se nos ocurrió fue Horacio Fontova, el “negro renacentista”, actor, dibujante, músico, escritor y viejo amigo de las noches de naufragio con Miguel Abuelo y Tanguito. Horacio le pondría la impronta estética al Expreso, una personalidad que la destaca entre las revistas de la Argentina y probablemente del mundo. Jorge trajo a Alfredo Rosso, que estaba terminando la colimba y escribía para su anterior revista, Mordisco. El veinteañero Rosso trajo a dos amigos, Claudio Kleiman –compañero de la colimba- y Fernando Basabru.

Cuando finalmente, después de meses de búsqueda y pruebas fallidas, apareció el editor-financista, el abogado Alberto Ohanian, ya era verano. 1976 se nos vino encima, y con él el golpe militar de Videla y sus secuaces. Nos reunimos y nos preguntamos: ¿Qué hacer?

La decisión fue seguir adelante, ver cómo venía la mano, no hablar de temas urticantes: política, religión, drogas. Decir las cosas a través de otros, con metáforas literarias y artísticas. “Hay todo un mundo fuera de lo que está prohibido, y vamos a recorrerlo para no asfixiarnos. Parezcamos una revista de música a los torpes ojos de los censores.”

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Empezamos a buscar financiamiento para el proyecto, y pensar en armar un equipo. El primero que se nos ocurrió fue Horacio Fontova, el “negro renacentista”, actor, dibujante, músico, escritor y viejo amigo de las noches de naufragio con Miguel Abuelo y Tanguito. Horacio le pondría la impronta estética al Expreso, una personalidad que la destaca entre las revistas de la Argentina y probablemente del mundo. Jorge trajo a Alfredo Rosso, que estaba terminando la colimba y escribía para su anterior revista, Mordisco. El veinteañero Rosso trajo a dos amigos, Claudio Kleiman –compañero de la colimba- y Fernando Basabru.

Cuando finalmente, después de meses de búsqueda y pruebas fallidas, apareció el editor-financista, el abogado Alberto Ohanian, ya era verano. 1976 se nos vino encima, y con él el golpe militar de Videla y sus secuaces. Nos reunimos y nos preguntamos: ¿Qué hacer?

La decisión fue seguir adelante, ver cómo venía la mano, no hablar de temas urticantes: política, religión, drogas. Decir las cosas a través de otros, con metáforas literarias y artísticas. “Hay todo un mundo fuera de lo que está prohibido, y vamos a recorrerlo para no asfixiarnos. Parezcamos una revista de música a los torpes ojos de los censores.”
 
l comienzo de la dictadura más sangrienta de la historia latinoamericana –lo que ya es decir mucho- no es una buena oportunidad para empezar una revista basada en la libertad y la exploración.

En realidad la idea ya tenía su tiempo de rodaje. Había surgido de la cabeza eternamente creativa de Jorge Pistocchi, ex mecenas de Almendra, ex director de la revista Mordisco, especializada en rock. Jorge me contactó a mediados de 1975 con una carpeta con dibujos y notas, un logo y la primera tapa ya diseñada.
Empezamos a buscar financiamiento para el proyecto, y pensar en armar un equipo. El primero que se nos ocurrió fue Horacio Fontova, el “negro renacentista”, actor, dibujante, músico, escritor y viejo amigo de las noches de naufragio con Miguel Abuelo y Tanguito. Horacio le pondría la impronta estética al Expreso, una personalidad que la destaca entre las revistas de la Argentina y probablemente del mundo. Jorge trajo a Alfredo Rosso, que estaba terminando la colimba y escribía para su anterior revista, Mordisco. El veinteañero Rosso trajo a dos amigos, Claudio Kleiman –compañero de la colimba- y Fernando Basabru.

Cuando finalmente, después de meses de búsqueda y pruebas fallidas, apareció el editor-financista, el abogado Alberto Ohanian, ya era verano. 1976 se nos vino encima, y con él el golpe militar de Videla y sus secuaces. Nos reunimos y nos preguntamos: ¿Qué hacer?

La decisión fue seguir adelante, ver cómo venía la mano, no hablar de temas urticantes: política, religión, drogas. Decir las cosas a través de otros, con metáforas literarias y artísticas. “Hay todo un mundo fuera de lo que está prohibido, y vamos a recorrerlo para no asfixiarnos. Parezcamos una revista de música a los torpes ojos de los censores.”

pués de meses de búsqueda y pruebas fallidas, apareció el editor-financista, el abogado Alberto Ohanian, ya era verano. 1976 se nos vino encima, y con él el golpe militar de Videla y sus secuaces. Nos reunimos y nos preguntamos: ¿Qué hacer?

La decisión fue seguir adelante, ver cómo venía la mano, no hablar de temas urticantes: política, religión, drogas. Decir las cosas a través de otros, con metáforas literarias y artísticas. “Hay todo un mundo fuera de lo que está prohibido, y vamos a recorrerlo para no asfixiarnos. Parezcamos una revista de música a los torpes ojos de los censores.”

v
l comienzo de la dictadura más sangrienta de la historia latinoamericana –lo que ya es decir mucho- no es una buena oportunidad para empezar una revista basada en la libertad y la exploración.

En realidad la idea ya tenía su tiempo de rodaje. Había surgido de la cabeza eternamente creativa de Jorge Pistocchi, ex mecenas de Almendra, ex director de la revista Mordisco, especializada en rock. Jorge me contactó a mediados de 1975 con una carpeta con dibujos y notas, un logo y la primera tapa ya diseñada.
Empezamos a buscar financiamiento para el proyecto, y pensar en armar un equipo. El primero que se nos ocurrió fue Horacio Fontova, el “negro renacentista”, actor, dibujante, músico, escritor y viejo amigo de las noches de naufragio con Miguel Abuelo y Tanguito. Horacio le pondría la impronta estética al Expreso, una personalidad que la destaca entre las revistas de la Argentina y probablemente del mundo. Jorge trajo a Alfredo Rosso, que estaba terminando la colimba y escribía para su anterior revista, Mordisco. El veinteañero Rosso trajo a dos amigos, Claudio Kleiman –compañero de la colimba- y Fernando Basabru.

Cuando finalmente, después de meses de búsqueda y pruebas fallidas, apareció el editor-financista, el abogado Alberto Ohanian, ya era verano. 1976 se nos vino encima, y con él el golpe militar de Videla y sus secuaces. Nos reunimos y nos preguntamos: ¿Qué hacer?

La decisión fue seguir adelante, ver cómo venía la mano, no hablar de temas urticantes: política, religión, drogas. Decir las cosas a través de otros, con metáforas literarias y artísticas. “Hay todo un mundo fuera de lo que está prohibido, y vamos a recorrerlo para no asfixiarnos. Parezcamos una revista de música a los torpes ojos de los censores.”

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En realidad la idea ya tenía su tiempo de rodaje. Había surgido de la cabeza eternamente creativa de Jorge Pistocchi, ex mecenas de Almendra, ex director de la revista Mordisco, especializada en rock. Jorge me contactó a mediados de 1975 con una carpeta con dibujos y notas, un logo y la primera tapa ya diseñada.
Empezamos a buscar financiamiento para el proyecto, y pensar en armar un equipo. El primero que se nos ocurrió fue Horacio Fontova, el “negro renacentista”, actor, dibujante, músico, escritor y viejo amigo de las noches de naufragio con Miguel Abuelo y Tanguito. Horacio le pondría la impronta estética al Expreso, una personalidad que la destaca entre las revistas de la Argentina y probablemente del mundo. Jorge trajo a Alfredo Rosso, que estaba terminando la colimba y escribía para su anterior revista, Mordisco. El veinteañero Rosso trajo a dos amigos, Claudio Kleiman –compañero de la colimba- y Fernando Basabru.

Cuando finalmente, después de meses de búsqueda y pruebas fallidas, apareció el editor-financista, el abogado Alberto Ohanian, ya era verano. 1976 se nos vino encima, y con él el golpe militar de Videla y sus secuaces. Nos reunimos y nos preguntamos: ¿Qué hacer?

La decisión fue seguir adelante, ver cómo venía la mano, no hablar de temas urticantes: política, religión, drogas. Decir las cosas a través de otros, con metáforas literarias y artísticas. “Hay todo un mundo fuera de lo que está prohibido, y vamos a recorrerlo para no asfixiarnos. Parezcamos una revista de música a los torpes ojos de los censores.”

Las reuniones de redacción, delirantes y creativas, eran lo que hoy se llamaría un brain storming, sólo que las ideas y las tormentas eran muy extremas, motorizadas por la brillante imaginación de Jorge y el humor corrosivo del Negro Fontova. La redacción era como una extraña isla de libertad en medio de una ciudad callada y asustada.

Ya se sabe que las tapas del Expreso fueron una marca indeleble de la revista, y un toque de color y locura en los kioscos monocromos y censurados del Proceso. La idea era que cada tapa fuera diferente, y contara una historia por si misma. El famoso tomatazo a Travolta, símbolo de la cultura pasatista que la dictadura quería imponer, es un ejemplo

ALGUNAS NOTAS NOTABLES

La Nota de Punk El punk estaba surgiendo contra todo en Inglaterra y USA, y Alfredo traía todos los días las noticias que buscaba afanosamente en los medios extranjeros, en tiempos en los que no había internet ni computadoras, aunque hoy parezca mentira. No sabíamos si reflejar la violencia contracultural del punk inglés con sus letras desafiantes y sus historias sangrientas sería aceptable para la mentalidad del proceso. Pero tampoco nos pusimos a pensar demasiado. Partíamos de la base de que casi todo se podía decir si era con palabras de autores extranjeros que pertenecieran al mundo occidental y cristiano, y, después de todo, Johnny Rotten era extranjero.

A mí se me ocurrió desde el segundo número hacer una sección llamada “Guía práctica para habitar el planeta Tierra”, para hablar por primera vez de “ecología aplicada”. Aunque leída hoy la sección parece ingenua, a través de los años me he encontrado con muchísima gente que se interesó por la alimentación y la medicina natural a partir de esas pocas páginas, y el movimiento de agricultura ecológica en la Argentina surgió a partir de los lectores de la Guía y de las minuciosas notas de José Luis Damato.
 
En realidad, creo que hay que agradecerle a Damato que nos acostumbró a la investigación seria y la información fidedigna en temas “alternativos” como el cambio climático (¡¡en 1978!!), las energías renovables, la manipulación genética, la crítica a la energía nuclear, etc. En lo nuclear, José Luis hizo una nota demoledora a partir de la película Síndrome de China, y por un instante pensamos que nos métiamos en problemas, ya que la energía nuclear siempre fue un negocio particular y secreto de los milicos, y en ese momento más que nunca.
 
Investigación seria e información minuciosa también tenían las notas de Basabru sobre jazz y música de vanguardia y las de Claudio sobre el rock y el folk norteamericanos. La idea de decir TODO sobre un artista resultaba en páginas y páginas de tipografía que llamábamos “arráncate los ojos” porque ningún autor quería cortar lo que tanto trabajo había requerido averiguar.
 
Siempre nos pareció que como buena revista de rock, teníamos que hablar de los grandes del tango, el folklore, la música brasilera o la salsa. Es decir, no se trata de géneros musicales, sino de personas que muestran caminos nuevos. Fue así que en la sexta tapa del Expreso, antes que ningún músico de rock, pusimos a Piazzolla, con un reportaje extenso.

Los geniales Egberto Gismonti y Hermeto Paschoal de Brasil y Opa, conjunto de los hermanos Fatorrusso de Uruguay, vistieron por primera vez la tapa de una revista popular en cualquier lugar del mundo. Egberto, con la historia de sus búsquedas sonoras entre las tribus amazónicas del Xingú, mezclado con su formación de alto nivel clásico y jazzístico, causo sorpresa y una legión de seguidores. Hermeto mostró por primera vez a los argentinos que no hacía falta gran tecnología –preocupación central de los rockeros de la época- para inventar una música asombrosa, y nos mantuvo alelados a Alfredo, Claudio, Fernando y a mí con un recital de una hora con dos botellas de gaseosa.

Damato hizo una meticulosa nota de muchas páginas sobre la teoría jungiana del Inconsciente Colectivo, graficándola con imágenes parecidas de todas las culturas y los tiempos. De allí salió la inspiración de Charly para componer el tema, que habla de “los aleros de la mente”.
 
Diana Bellessi, hoy poeta laureada argentina, hizo una serie de reportajes sobre la poesía aborigen y los cantantes de las quebradas, trabajando bajo la guía de Leda Valladares. También cubrió las distintas culturas aborígenes de América, contadas como experiencias vivas e inspiradoras.

Desde los primeros números, a instancias de Pistocchi, buscamos dibujantes creativos que generaran historietas divertidas y directas. Rolando Rojo, Gustavo Dall´Occhio, Diego Vegezzi, Resorte Hornos, Rubén Vásquez (Nebur) y otros produjeron una seguidilla de cuentos dibujados altamente satíricos y delirantes. Jorge consiguió los derechos de “Little Nemo en el país de los sueños”, una de las primeras historietas. Jorge también tuvo la idea de hacer fotonovelas, y con la ayuda de fotógrafos excepcionales como Eduardo Martí y Uberto Sagramoso ese territorio se convirtió en un mundo nuevo en el que, otra vez, se podían decir cosas sin decirlas.

La lista de periodistas de hoy que debutaron en el Expreso es muy larga: Por ejemplo, los secretarios de redacción de las distintas etapas: Ralph Rotschild –hoy editor de La Mano, Sandra Russo, Gloria Guerrero. Adriana Franco hoy escribiendo de rock en La Nación, empezó con unas crónicas a principios de los 80.
 
Roberto Pettinatto llegó a la revista a través de una carta de lectores, oculto tras el seudónimo Laura Ponte, y se quedó para siempre. Con su obsesión por el “Nuevo Periodismo” de Tom Wolfe, Truman Capote y Hunter Thomson, y sus permanentes arranques de sátira y sarcasmo, contribuyo a renovar el lenguaje. Cuando poco a poco todos nos fuimos yendo, Pettinatto quedó para dirigir el último año de la revista, ya con una tónica claramente musical.
 
En el segundo número pusimos como editorial una letra del grupo escocés Incredible String Band que es toda una declaración de principios de la revista, y lo opuesto al pensamiento intolerante de la dictadura de ese momento, y que me gusta para cerrar estos recuerdos:
“Su cabeza es tan amplia que todo lo que la vida dice tiene lugar para vivir y respirar y ser, y más aún…”
 
 
 
 

PIPO LERNOUD

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