Todo se inició la noche del 15 de noviembre, cuando el gobierno iraní anunció que subiría en un 50% el precio de la bencina y que racionaría su consumo, lo que implica que a partir de 60 litros mensuales su precio se triplica. El alza provocó el enojo de la población, que salió a las calles a protestar, derivando rápidamente en una escalada de violencia que ha incluido corte de carreteras, incendios a sucursales bancarias y gasolineras, saqueos a tiendas e intentos de asalto a comisarías y bencineras.
El gobierno de Hassan Rouhani ha respondido reprimiendo las manifestaciones y cortando internet. Según Amnistía Internacional, 208 personas han muerto desde el inicio de las manifestaciones. La ONG, con sede en Londres, señaló que obtuvo esa cifra de “informes creíbles” de sus fuentes, aunque la cantidad total de víctimas “es probable que sea mayor”. Además, se estima que más de siete mil personas han sido arrestadas.
Según el diario The New York Times, se trata de la mayor agitación social que haya vivido el país desde la Revolución Islámica en 1979, que llevó a la salida del shah Mohammad Reza Pahlevi, que contaba con el apoyo de Estados Unidos y Reino Unido, y dio paso al régimen del ayatola Jomeini.
En conversación con La Tercera, Ali Vaez, director del Proyecto Irán del centro de estudios estadounidense Crisis Group y uno de los mayores expertos en el programa nuclear de Teherán, señaló que “la raíz de estas protestas se encuentra en la contenida frustración por el estancamiento político y económico y el detonante fue el repentino aumento del precio del combustible. Sin embargo, considerando la campaña de máxima presión de Estados Unidos, el régimen de Irán temía que estas manifestaciones podrían ser impulsadas desde el exterior y decidió cortarlas antes de que crecieran, usando una fuerza brutal bajo un apagón total de internet”.
Las protestas en contra y a favor del gobierno se han extendido a 40 ciudades del país y, según The New York Times -que se basó en el reporte de testigos y videos-, la mayoría de los manifestantes son hombres jóvenes, desempleados, de bajos ingresos, de entre 19 y 26 años.
En todo caso, para Ali Vaez, el panorama en este sentido no está del todo claro. “Parece que las protestas se produjeron principalmente en las periferias y en las áreas más pobres. Estos son los votantes que estaban bajo más estrés económico y un aumento en el precio del combustible significativamente exacerba su bienestar económico”, añadió.
Existe consenso entre los analistas en que gran parte del problema económico de Irán se debe a las sanciones. El país posee las cuatro mayores reservas de petróleo del mundo y es el segundo en reservas de gas. De hecho, sus exportaciones de crudo disminuyeron drásticamente desde mayo pasado, cuando el Presidente Donald Trump decidió retirarse del acuerdo nuclear alcanzado en 2015, restaurando las sanciones.
El pacto nuclear había permitido un rápido crecimiento del país y, según Deutsche Welle, la economía se expandió más de 12% en 2016. Pero todo cambió con el restablecimiento de las sanciones. Las proyecciones del FMI señalan que la economía se contraerá 6% este año.
“Por ahora, parece que el gobierno iraní está más preocupado de reprimir las protestas que implementar gran parte de las reformas estructurales que se requieren. Si esto sigue siendo así, los líderes iraníes solo están ganando tiempo hasta la próxima protesta, que se espera sea más violenta”, concluyó Vaez.
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